Humildad en una era de líderes célebres

El liderazgo de servicio comienza con la transformación de tres áreas de nuestra vida

Proverbios 16:18 dice: «Al orgullo le sigue la destrucción; a la altanería, el fracaso». Observamos como estas advertencias se desarrollan en muchas de las historias en la Biblia: los siete años de locura que tuvo Nabucodonosor por declarar su propia soberanía (Daniel 4); la horripilante muerte que sufrió Herodes Agripa por aceptar ser alabado como un dios (Hechos 12:19-23); el juicio contra Ananías y Safira por mentir arrogantemente al Espíritu Santo (Hechos 5:1-11).

También está el juicio declarado contra el rey de Babilonia en Isaías 14:13-15 (nvi):

Decías en tu corazón:
«Subiré hasta los cielos.
¡Levantaré mi trono
por encima de las estrellas de Dios!
Gobernaré desde el extremo norte,
en el monte de la reunión.
Subiré a la cresta de las más altas nubes,
seré semejante al Altísimo».
¡Pero has sido arrojado al sepulcro,
a lo más profundo de la fosa!

Este pasaje, tradicionalmente identificado con la caída de Satanás, es un himno clásico al poder destructivo del orgullo. Todo líder cristiano conoce la advertencia: el orgullo destruye; el poder corrompe.

A pesar de las advertencias en las Escrituras, una y otra vez vemos las consecuencias del orgullo en las situaciones de ministerio. Los líderes cristianos son elevados a posiciones de notable influencia. Sus iglesias prosperan, sus libros aparecen en las listas de los best sellers, y construyen imperios ministeriales. Y, aunque la mayoría permanece fiel a su llamado, con mucha frecuencia surgen escándalos. Los titulares aparecen en la prensa sensacionalista y los ministerios se derrumban.

¿Por qué hay tantas historias similares? La raíz es que el orgullo conduce a la destrucción. Estos líderes pueden ser comunicadores excepcionales que ganan a su audiencia con ingenio y dramatismo. A menudo son personas de gran carisma y encanto personal que saben cómo hacer que otros se sientan bien acerca de sí mismos. Son visionarios que imaginan maneras innovadoras para llevar a cabo el ministerio.

Pero con el éxito viene gran adulación y un ministerio cada vez más desprovisto de la rendición de cuentas. Los líderes empiezan a verse a sí mismos como irremplazables y, por tanto, por encima de la crítica. Los asociados bien intencionados se hacen los de la vista gorda y, en algunos casos, protegen activamente a los líderes de las consecuencias, hasta que las cosas llegan a un punto de quiebre.

Por cierto, el orgullo no solo afecta a las celebridades cristianas. Todos los líderes luchan con el asunto del poder y el interés propio. Como hemos trabajado con líderes cristianos por décadas, hemos visto a muchas iglesias en crisis. Las situaciones a menudo terminan mal, con salidas, despidos o divisiones en la iglesia. Sin embargo, raramente vemos que una iglesia se divida o un pastor se vaya por un desacuerdo teológico. Jamás una secta ha tomado control de la iglesia y destituido a su liderazgo. Generalmente son las mismas cuestiones básicas: la lucha por el poder y el control. Esto podría involucrar al pastor principal, los pastores asociados, las juntas de liderazgo, los líderes laicos o una combinación de éstos.

¿Cómo revertimos esta tendencia? ¿Cómo cultivamos un medio ambiente de humildad en vez de orgullo? Todo comienza con un modelo bíblico de liderazgo de servicio que transforma tres áreas de nuestra vida: las creencias, las actitudes y las acciones.

Creencias correctas: Desarrollar una autoeficacia humilde

En lo que se refiere al liderazgo, la teología importa. Lo que creemos, sea bueno o sea malo, se manifestará de una u otra manera en las actitudes y las acciones de nuestro liderazgo; incluso en la perspectiva que tenemos acerca de Dios, de nosotros mismos y de cómo Dios obra a través de su pueblo. Como líderes, debemos desarrollar una autoeficacia humilde.

Algunos piensan que ser humilde es tener una pobre opinión de nosotros mismos, incluidos de nuestros dones, fortalezas o habilidades. Por el contrario, la autoeficacia humilde significa tener una elevada estima de nosotros mismos y de nuestras habilidades y al mismo tiempo reconocer que todo lo que tenemos y somos es un regalo de Dios.

El apóstol Pablo se refiere a esta manera de pensar correcta que debemos tener de nosotros mismos en su carta a la iglesia en Roma: «Por la gracia que se me ha dado, les digo a todos ustedes: Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación, según la medida de fe que Dios le haya dado» (Romanos 12:3, nvi). Pablo nos pide que no pensemos ni más alto ni más bajo de nosotros mismos, sino con «moderación».

Por un lado, esto significa reconocer nuestro infinito valor e importancia como la de aquellos creados a la imagen de Dios (Génesis 1:27). Los seres humanos son el pináculo de la creación de Dios, «lo coronaste de gloria y de honra» y «lo entronizaste sobre la obra de tus manos, todo lo sometiste a su dominio» (Salmos 8:5-6, nvi). Somos de gran estima a los ojos de Dios. Por otro lado, significa reconocer que somos personas caídas y quebrantadas, y que las habilidades que tenemos nos fueron dadas solo a través de la gracia salvadora de Dios y por el empoderamiento de los dones del Espíritu Santo.

Similarmente, Pedro desafió a la iglesia esparcida por Asia Menor cuando les dijo: «El que habla, hágalo como quien expresa las palabras mismas de Dios; el que presta algún servicio, hágalo como quien tiene el poder de Dios. Así Dios será en todo alabado por medio de Jesucristo» (1 Pedro 4:11). Dios es glorificado cuando le servimos en la fortaleza que Él nos da en vez de nuestra propia fortaleza. El liderazgo cristiano es acerca de servir por medio del poder de Dios en vez de lograr algo de manera autosuficiente.

Actitudes correctas: Trabajo en equipo y rendición de cuentas

La autoeficacia humilde resulta naturalmente en una actitud diferente hacia los seguidores, una que no los mira solo como si fueran recursos activos, sino como compañeros del equipo y para la rendición de cuentas.

Los líderes humildes no buscan su propia gloria, sino que reconocen que son parte de un equipo más grande. Les encanta ver a otros, y a todo el equipo, tener éxito. Valoran tanto su propio rol como el que juegan los demás en el ministerio que sirven. Son rápidos para pensar acerca de otros y celebrar cómo otros miembros del equipo suman valor a la organización.

También se consideran a sí mismos responsables al equipo en términos de lealtad y rendición de cuentas. La rendición de cuentas es mutua; el líder pide rendición de cuentas a los miembros de su equipo, y les provee retroalimentación oportuna y capacitación cuando es necesario. Este es un tema común en el ministerio de Jesús. Él envió a sus discípulos a predicar, sanar y echar fuera los demonios (Mateo 10:1-42; Marcos 6:6-13; Lucas 9:1-6; 10:1-23); luego hacía el seguimiento cuando le contaban lo que habían hecho ministrando (Marcos 6:30; Lucas 9:10).

La rendición de cuentas también significa que el líder se pone a sí mismo(a) en una posición de responsabilidad y rendición de cuentas a otros. Casi inevitablemente, cuando los líderes en el ministerio fracasan es porque hubo poca supervisión o rendición de cuentas.

El autor Jon Acuff lo pone así: «Los líderes que no pueden ser cuestionados terminan haciendo cosas cuestionables».

En la ausencia de la humildad, empieza a supurar la falta de rendición de cuentas y comienza a caracterizar a las organizaciones con líderes talentosos. Estas disfunciones conducen a la creación de muros alrededor de los líderes. Estos muros producen aislamiento, y este aislamiento resulta en líderes que no son cuestionados ni rinden cuentas.

Nadie está por encima de la necesidad de la rendición de cuentas. Los líderes saludables reconocen que tanto el futuro de su salud y de la organización dependen de la transparencia y la reciprocidad en las áreas de la humildad y la rendición de cuentas.

Acciones correctas: Humildad a través del empoderamiento

Un tercer principio para cultivar la humildad trata con la manera en que un líder debería ejercitar esa humildad, no para lograr los objetivos del líder, sino para empoderar y habilitar a otros para que cumplan su llamado delante de Dios.

En la carta de Pablo a los filipenses podemos ver un ejemplo bíblico de esto. La iglesia en Filipo era una de las comunidades cristianas más maduras espiritualmente establecidas por Pablo, eran verdaderos participantes en la extensión del evangelio (Filipenses 1:5,7).

En varias ocasiones, la iglesia envió donativos para el sustento de Pablo (Filipenses 4:14-19). Hasta le enviaron a uno de sus propios miembros, Epafrodito, para asistir a Pablo durante su encarcelamiento (Filipenses 2:25-30). En comparación con la iglesia inmadura y en apuros de Corinto, la iglesia de Filipo estaba en orden.

Sin embargo, aparte de esta aparente tranquilidad venía enconándose un problema que amenazaba a la iglesia: un creciente conflicto entre dos líderes: Evodia y Síntique. Pablo apeló a su «fiel compañero» para ayudar a estas dos líderes a resolver sus diferencias (Filipenses 4:2-3). Aunque Pablo abordó este asunto explícitamente más adelante en su carta, él comenzó a preparar el camino mucho antes. En el capítulo 2, llamó a la iglesia a la unidad sobre la base de los beneficios espirituales que recibieron en Cristo:

Por tanto, si sienten algún estímulo en su unión con Cristo, algún consuelo en su amor, algún compañerismo en el Espíritu, algún afecto entrañable, llénenme de alegría teniendo un mismo parecer, un mismo amor, unidos en alma y pensamiento (vv. 1-2).

Los fuertes lazos del amor, el estímulo y la compasión que compartían como comunidad empoderada por el Espíritu Santo impulsaron el arduo trabajo de mantener la unidad. Y aunque esta fraternidad provee el estímulo para la unidad, no provee los medios. Las personas desean vivir en paz unas con otras, pero su inmadurez, orgullo e intereses personales continuamente sabotean esa unidad. De acuerdo a Pablo, el medio para alcanzar la unidad supone cultivar una actitud de humildad:

No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás (Filipenses 2:3-4).

Note que Pablo no describió la humildad como una imagen pobre de uno mismo o una mentalidad de «gusano». La humildad es dejar de lado la ambición egoísta, valorar a otros y velar primero por los intereses de ellos. Esta es la clave para un liderazgo de servicio auténtico. El líder-siervo permite que otros se superen en el ejercicio de sus dones espirituales. La meta no es el ejercicio de poder, sino el empoderamiento de los demás.

Pablo citó el ejemplo máximo de empoderamiento a través de la humildad, en la encarnación de Jesucristo:

La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y, al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! (Filipenses 2:5-8).

La tarea de los líderes cristianos no es glorificarse a sí mismos, sino entrenar, equipar y empoderar a otros para que sean todo lo que Dios los ha llamado a ser.

Siendo el eterno Hijo de Dios, Jesús pudo haber ejercitado su poder de cualquier manera que hubiera querido. Pero Jesús escogió no usar su posición para su gloria personal; en cambio la usó para el beneficio de otros: «se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo».

Algunas versiones en español traducen la última palabra que vemos en la cita como «siervo» (rvr1960, nvi, nbla, lbla, dhh). Pero en el griego el término doulos es una palabra que a menudo se traduce como «esclavo» (ver ntv, tla, nbv). Una declaración sorprendente. Entendemos que cuando Pablo se declaró a sí mismo un «esclavo» de Jesucristo nos decía que su lealtad era con Jesucristo y que era propiedad del Señor. Pero decir que el Hijo eterno se hizo «esclavo» parece estar yendo demasiado lejos.

En el mundo greco-romano un esclavo era considerado como propiedad, y existía solo para servir y complacer a su amo. Por cierto, Pablo no puede estar diciendo que la condición de Jesús era aquella de un esclavo, es decir, que se convirtió en la propiedad de otro. Lo que Pablo quiere decir es que Jesús operó como un esclavo, actuando completa y enteramente para el beneficio de otros. Esto se evidencia en el versículo 8 donde dice que Cristo «se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!». Al ir voluntariamente a la cruz, Jesús actuó completa y enteramente a favor de los intereses de otros. Por medio de este sublime acto de humildad, Jesús empoderó y elevó a otros.

Del estatus de celebridad al servicio auténtico

Jesús mismo describió su misión con estos términos: humildad y servicio. Cuando los discípulos estaban compitiendo por los mejores asientos en el reino, Jesús les enseñó sobre la verdadera naturaleza del liderazgo en el reino. Comenzó por definir el modelo del liderazgo del mundo: «Ustedes saben que los gobernantes de este mundo tratan a su pueblo con prepotencia y los funcionarios hacen alarde de su autoridad frente a los súbditos» (Marcos 10:42, ntv).

El modelo del mundo para el liderazgo se trata de alcanzar los objetivos del líder por medio de ejercer poder o influencia. Ya sea esto a través de la motivación, el estímulo, la manipulación, la coerción o la compulsión, el líder busca lograr que otros actúen de parte de él o ella.

Un dictador despiadado obliga a sus seguidores por medio de la amenaza del castigo. Un empresario estimula la productividad por medio de la buena paga, beneficios e incentivos. Un orador motivacional estimula a las personas en su audiencia conectándose con ellos por medio del encanto y el humor. Los medios pueden variar, pero el objetivo es el mismo: utilizar a los seguidores para alcanzar un fin.

No obstante, Jesús redefinió radicalmente la naturaleza y la meta del liderazgo, hablando no del poder y la persuasión, sino del servicio y el sacrificio:

Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de todos. Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos (Marcos 10:43-45, nvi).

Los siervos no buscan sus propios intereses y objetivos. En cambio, proveen la ayuda y los recursos para empoderar a otros. Los esclavos no motivan ni manipulan a otros. Hacen lo que sea en el mejor interés de su amo. Jesús es el ejemplo sublime de dar abnegadamente para el bien de los demás. Jesús vino a la tierra y entregó su vida no para obtener poder y gloria, sino para liberar a las personas del poder de Satanás, el pecado y la muerte, y para empoderarlos para que sean todo lo que Dios los ha llamado a ser.

El punto de Jesús es que la tarea de los líderes cristianos no es glorificarse a sí mismos, sino entrenar, equipar y empoderar a otros para que sean todo lo que Dios los ha llamado a ser. Por supuesto, todas las analogías en algún punto se desarman, y esta no es ninguna excepción. A diferencia de un siervo o esclavo del mundo antiguo, el rol de líder-siervo no es tan solo recibir órdenes de los demás. Jesús, el siervo y esclavo modelo, ¡no siguió las órdenes de sus discípulos! Él los empoderó y los habilitó por medio del servicio abnegado.

Lo que hemos definido como liderazgo de servicio es realmente otra manera de identificar el discipulado cristiano. La meta es levantar la próxima generación de líderes, llamar a otros a la fe y luego alentarlos y empoderarlos para que cumplan su llamado delante de Dios.

Praxis: Cultivar la humildad

Este tipo de liderazgo orientado al servicio no puede lograrse sin una humildad auténtica. A medida que usted reflexiona sobre cultivar la humildad en su vida como líder, hay tres preguntas que debe considerar:

1. ¿Los miembros de su equipo le hacen preguntas? El general retirado del Ejército de Estados Unidos Colin Powell escribió: «El día que los soldados dejen de venir a explicarte sus problemas es el día que has dejado de liderarlos. Han perdido la confianza en que puedas ayudarlos o creen que no te importa. En cualquier caso es una pérdida de liderazgo».

Lo que argumentamos es que aunque los comunicadores eficaces no necesariamente son líderes eficaces, no funciona a la inversa. El liderazgo eficaz requiere de comunicación. Esta comunicación no debería ser unilateral. La relación más saludable entre un líder y sus seguidores produce una comunicación significativa entre el líder y los miembros de su equipo.

¿Los miembros de su equipo se comunican activamente con usted? Aunque se siente muy bien que nadie le traiga problemas o situaciones, esta falta de comunicación a menudo no es lo que parece. Podría parecer el indicador de un sistema eficiente en el cual todo funciona adecuadamente. No obstante, a menudo significa lo opuesto: es un indicador de que hay problemas, pero que los miembros del equipo han dejado de explicarle sus problemas.

Asegúrese de estar comunicando transparencia y apoyo cuando se trata de la comunicación. Sea proactivo en su comunicación con el equipo, y asegúrese de que los miembros de su equipo lo vean como un líder abierto y receptivo a lo que ellos desean comunicarle.

2. ¿Los miembros de su equipo le hacen rendir cuentas? ¿La comunicación abierta se traduce también en transparencia y rendición de cuentas en el equipo? Esta transparencia y rendición de cuentas no son sencillamente una cuestión de que los líderes les digan a sus seguidores lo que deben hacer y que le rindan cuentas.

Los mejores líderes no solo dan órdenes, sino que son un ejemplo de lo importante. La comunicación no es solo las palabras que empleamos. Nos guste o no, nuestra comunicación más importante se lleva a cabo a través de nuestras acciones.

En nuestro libro Leadership in Christian Perspective [El liderazgo desde la perspectiva cristiana], contamos la historia de Bob Kierlin, el CEO anterior de Fastenal, y cómo él modeló lo que es importante para sus empleados. Cuando les dijo a sus empleados que vigilaran atentamente sus gastos, Kierlin también rendía cuentas de los suyos. Por ejemplo, Kierlin limitó su sueldo por diez años. Modeló la economía usando trajes usados. Y, a menudo, hacía viajes de trabajo con un presupuesto reducido, comía en restaurantes de comida rápida, y a veces manejaba en vez de tomar un avión.

Aunque no es común para los estándares de los CEO, las acciones de Kierlin decían muchísimo a los miembros de su compañía. Él rendía cuentas como los otros empleados.

Las organizaciones saludables promueven la transparencia y la rendición de cuentas en todos los niveles. Nadie debería estar por encima de esto, especialmente los líderes talentosos propensos a ser célebres en una organización. Junto con todos los miembros del equipo, los líderes deben ser transparentes y estar dispuestos a rendir cuentas.

Esto puede ser especialmente desafiante en organizaciones como las iglesias, donde la gente quiere ser «agradable» unos a otros. El desafío es que ser agradable no es lo mismo que ser útil. Ser agradables nos impide decir las cosas duras que se deben decir, o hacer una pregunta difícil que se debe hacer. Cuando la persona que debe rendir cuentas es un amigo o un miembro cercano del equipo podría ser aún más difícil. Esta tendencia de ser amables puede conducir a que el personal deje de hacer preguntas a sus compañeros o los miembros de la junta creyendo que confiar significa no confrontar al líder principal sobre ningún asunto.

Este no es un llamado a que miremos a todos con sospecha. Sino más bien es un llamado a que equilibremos la confianza bíblica con la humildad, la transparencia y la rendición de cuentas según la Biblia.

3. ¿Está usted capacitando y empoderando a los miembros de su equipo? ¿Aquellos bajo su influencia están creciendo? ¿Están recibiendo las habilidades que necesitan para progresar? ¿Están siendo empoderados y tienen oportunidades para desarrollar sus dones, aunque esto signifique que usted reciba menos tiempo de atención?

Capacitar y empoderar son el resultado natural de un liderazgo saludable y humilde, pero estos dos deben estar presentes. Como lo dijimos anteriormente, si alguien es empoderado, pero no ha sido adecuadamente capacitado, puede llevar al fracaso. Si alguien ha sido capacitado pero no ha sido auténticamente empoderado, puede llevar a la frustración. Pero cuando alguien es adecuadamente capacitado y empoderado, esto conducirá a que las personas y las organizaciones sean fructíferas y prosperen.

¿Qué ve cuando mira a su alrededor? ¿Está solo intentando movilizar a la gente para su agenda, o está desarrollando verdaderos asociados en una misión que importa a todos en el equipo? En la práctica, el liderazgo humilde capacita y empodera a los miembros del equipo.

Hacia dentro y hacia afuera

Le hemos pedido a que participe en una reflexión personal sobre la humildad, pero después le pedimos que pensara principalmente acerca de los miembros de su equipo.

Hay algo de una paradoja en esto. La mejor manera de averiguar cómo le está yendo como líder es mirar a las personas a su alrededor. ¿Están prosperando? ¿Están creciendo? ¿Están convirtiéndose en todo lo que Dios los ha llamado a ser y hacer? La salud de los que le rodean es a menudo la mejor prueba general de su salud y eficacia como líder.

Acérquese a este proceso de una autoevaluación honesta. Dedíquese a las creencias correctas desarrollando una autoeficacia humilde. Cultive las actitudes correctas fomentando el trabajo en equipo y la mutua rendición de cuentas; y desarrolle las acciones correctas empoderando a otros.

Puede ser algo desafiante en una era de líderes famosos, pero este trabajo es tan importante hoy como siempre.

Justin A Irving (Ph. D., Regent University) es profesor de liderazgo ministerial y director del programa para el Doctorado Ministerial en Bethel Seminary en St. Paul, Minnesota. Ha servido como pastor y es coautor del libro Leadership in Christian Perspective: Biblical Foundations and Contemporary Practices for Servant Leaders.

Mark L. Strauss (Ph. D., Aberdeen) es un profesor universitario del Nuevo Testamento en Bethel Seminary y es autor de libros y artículos sobre los Evangelios, la hermenéutica y la traducción de la Biblia, y recientemente el coautor del libro Leadership in Christian Perspective.

Este artículo apareció originalmente en la edición noviembre/diciembre 2019 de la revista Influence.

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