Lo que creemos acerca de el premilenialismo
Una serie sobre la Declaración de Verdades Fundamentales de las AD
Un hombre estaba mirando historias cómicas por televisión cuando entró su esposa, tomó el control remoto y cambió de canal.
Al quejarse el hombre, su esposa le dijo: «Tengo derecho a cambiar de canal cuando quiera. Así acordamos en nuestros votos matrimoniales».
En la siguiente escena, el hombre estaba mirando el video de su boda con un amigo.
Sorprendido, el amigo exclamó: «¡No me digas que aceptaste todo eso!»
El hombre confesó: «Creo que debí haber prestado más atención».
Entre los requisitos para ser un ministro acreditado del Concilio General de las Asambleas de Dios (AD), este debe mostrar «un conocimiento profundo y aceptar su posición doctrinal tal y como está en la Declaración de Verdades Fundamentales».
La Declaración de Verdades Fundamentales (DVF) no incluye todos los temas teológicos, ni intenta alinearse con todas las denominaciones cristianas.
En cambio, la DVF distingue a las Asambleas de Dios entre otras tradiciones cristianas al expresar aquellas doctrinas que son necesarias para la comunión entre sus ministros e iglesias.
Los seis primeros artículos expresan el trasfondo protestante de las AD. La declaración comienza con las Escrituras, y el artículo 6 trata las ordenanzas (no sacramentos) de la Iglesia. Esos puntos incluyen a las AD en una tradición protestante más amplia.
Los seis artículos siguientes identifican a las AD como pentecostales. Los artículos 7 y 8 explican la doctrina pentecostal del bautismo en el Espíritu y su relación con el hablar en lenguas, mientras que el artículo 12 apoya la sanidad divina en la actualidad.
La declaración sobre la sanidad divina ya separaba a los primeros pentecostales de muchos grupos protestantes, pero las doctrinas sobre el bautismo en el Espíritu y el hablar en lenguas son exclusivamente pentecostales.
Los últimos cuatro artículos aclaran que las AD también son premilenialistas. Creemos en la resurrección y el arrebatamiento de la Iglesia, el reinado milenario de Cristo en la tierra, el Juicio Final de Dios y los cielos nuevos y la tierra nueva, en ese orden.
No todos los protestantes comparten nuestras creencias en la obra continua del Espíritu Santo, y no todos los pentecostales concuerdan con el reino premilenial de Cristo.
Entonces, ¿qué significa ser premilenial y por qué debería ser tan importante para las Asambleas de Dios enfatizar esto?
Distintivo escatológico
El premilenialismo pertenece a la amplia serie de enseñanzas cristianas dentro de la categoría de «escatología».
Este término proviene del griego eschatos, que significa «final», como en «el día final». Esta palabra griega aparece en el Nuevo Testamento, por ejemplo, cuando Jesús dice que los creyentes resucitarán en el «día final» (Juan 6:39).
Eschatos puede referirse al punto más lejano del horizonte como destino final de los viajeros. El destino determina el viaje. Del mismo modo, la escatología cristiana es un punto de referencia para los creyentes en su caminar diario hacia la promesa de Dios en Cristo.
Desde el Génesis en adelante, las personas de fe buscaron las promesas de Dios. Esta es una de las razones por las que toda la Biblia es escatológica.
Dios hizo promesas individualmente a Noé y a Abraham (Génesis 9; 12).
A esto le siguió el pacto del Sinaí, con bendiciones por la obediencia y advertencias contra la rebelión (Deuteronomio 28).
Cuando Moisés y los profetas pidieron cuentas a Israel por su pacto con Dios, prometieron que si Israel perdía la tierra por causa de su pecado, Dios los restauraría después de que se arrepintieran (Joel 2:12–27).
Dios prometió a David que siempre tendría un descendiente en el trono (2 Samuel 7:12–13). Cuando los descendientes de David fueron infieles, Dios estableció un futuro rey que gobernaría con justicia y en el poder del Espíritu de Dios (Isaías 7:14; 9:6–7; 11:1–5; Miqueas 5:2).
Con el exilio, la promesa de Dios incluía la restauración (Ezequiel 34; 37; Zacarías 9).
Ambas promesas anticipan un reino eterno bajo un rey ungido por el Espíritu.
No solo el Mesías sería investido del poder del Espíritu, sino que el pueblo de Dios recibiría el Espíritu para que los ayudara a cumplir Su voluntad (Ezequiel 36:26–28). Las señales proféticas confirmarían la llegada del Espíritu (Joel 2:28–29).
El Antiguo Testamento concluye con algunas promesas aún sin cumplir. Los exiliados regresaron, pero permanecieron bajo la opresión extranjera en lugar de ver los gentiles volverse a Dios (Isaías 19:19–25).
El templo fue reconstruido, pero la gloria de Dios no volvió a llenarlo (Ezequiel 43:4–5). La Ley fue restablecida (Nehemías 9), pero Dios no había transformado los corazones por el derramamiento de su Espíritu.
El pueblo de Dios esperaba la plenitud de su restauración, incluida la resurrección de los fieles (Daniel 12:1–2).
Jesús, al comenzar su ministerio, predicó la venida del reino de Dios (Mateo 4:17; Marcos 1:15).
El Nuevo Testamento revela a Jesús como el Mesías que vino a salvar no solo a Israel, sino al mundo.
Desde el Génesis
en adelante, las personas de fe buscaron las promesas de Dios. Esta es una de las razones por las
que toda la Biblia
es escatológica.
La resurrección comienza con el mismo Jesús (1 Corintios 15:20).
Cristo redime y derrama el Espíritu incluso sobre los gentiles (Hechos 10).
Al ver estas señales, los escritores del Nuevo Testamento se refirieron a su época como «los últimos días» o «los días finales» (Hechos 2:17; 2 Timoteo 3:1–9; Hebreos 1:2; 2 Pedro 3:3).
Por tanto, la Iglesia llena del Espíritu predicaba con un sentido de urgencia. Anticipaba el regreso de Cristo (1 Corintios 16:22; Efesios 1:13–14; Tito 2:13; 2 Pedro 3:8–10); esperaba la resurrección (Romanos 8:1–23; 1 Corintios 15:12–57; 1 Tesalonicenses 4:13–18); y advertía del juicio venidero de Dios (1 Corintios 3:12–15; 1 Tesalonicenses 5:1–11).
La Iglesia es una comunidad escatológica que vive consciente de los últimos días.
Toda la Escritura habla de un destino compartido para los creyentes. Sin embargo, la escatología cristiana generalmente se enfoca en unos pocos pasajes del Nuevo Testamento, como el sermón de Jesús en el Monte de los Olivos (Mateo 24–25; Marcos 13; Lucas 21). Hay textos clave sobre la resurrección (Romanos 8:11–21; 1 Corintios 15:51–54; 1 Tesalonicenses 4:13–5:11); el Anticristo (2 Tesalonicenses 2:1–12; 1 Juan 2:18; 2 Juan 7); y el Juicio (2 Tesalonicenses 1:8; Hebreos 10:27; 2 Pedro 2:4–9; 3:10; 1 Juan 4:17; Judas 6).
Luego está el Libro del Apocalipsis y las múltiples maneras en que los cristianos lo han interpretado. Además, hay profecías del Antiguo Testamento que los creyentes han tratado de integrar e interpretar a la luz de todos estos textos.
El contexto cultural influye en la manera en que las personas ven el fin de los tiempos. Por ejemplo, los creyentes que sufren persecución por su fe pueden interpretar los pasajes sobre la tribulación de manera diferente a aquellos cuya fe les otorga privilegios culturales.
Los teólogos a veces hablan de escatología personal y corporativa. La primera trata temas que se relacionan en cómo experimentará cada persona la eternidad.
La escatología corporativa trata de los acontecimientos de los últimos días de la historia, que incluye la Segunda Venida, el Milenio y el Juicio.
Los cristianos no están de acuerdo en todos estos temas, pero sí comparten la esperanza de pasar la eternidad con Jesús.
Debate histórico
Los debates sobre el milenarismo han sido especialmente polémicos.
Apocalipsis 19 describe el regreso de Cristo como una victoria militar sobre el Anticristo y el falso profeta.
En Apocalipsis 20, Satanás es encadenado, mientras que los creyentes fieles resucitan para reinar con Cristo durante mil años (un milenio). Después, es necesario que Satanás sea liberado para tentar a las naciones una vez más, lo que conduce a una batalla final que culmina en el Juicio Final.
Apocalipsis 21–22 describe la creación de un cielo nuevo y una tierra nueva.
En el debate milenarista, las interpretaciones de Apocalipsis 20:1–6 son fundamentales. Las promesas divinas tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento también desempeñan un papel importante. Los cristianos pueden mantener un gran respeto por la autoridad bíblica y, aun así, leer estos textos bíblicos de manera diferente.
Ya en el siglo II, muchos creyentes defendían abiertamente lo que se conoció como premilenialismo, o la enseñanza de que la segunda venida de Cristo precederá a su reino milenario.
Cristo estará presente en la tierra durante un reinado de mil años juntamente con los creyentes resucitados. Esto incluirá a los redimidos de Israel, en cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento relativas a su lugar entre las naciones.
Los primeros premilenialistas opinaban de este período intermedio como una recompensa terrenal para los creyentes que sufrieron fielmente, el cumplimiento de las promesas de Dios de restauración a Israel (Isaías 11:1–11) y la preparación para la creación incorruptible que está por venir.
Debido a que este reino depende del regreso físico de Jesús, la persecución de la Iglesia no supone ningún obstáculo. La Iglesia no necesita conquistar, sino simplemente mantenerse firme en medio de las presiones del mundo.
Entre los primeros cristianos que sostenían esta opinión había destacados líderes y escritores de los siglos II y III, como Papías, Ireneo, Justino Mártir, Hipólito y Tertuliano. Al escribir el primer comentario sobre el Apocalipsis durante el siglo III, Victorino promovió una posición premilenialista.
Había margen para el desacuerdo. Justino Mártir escribió sobre su postura premilenial: «Muchos que pertenecen a la fe pura y piadosa, y son verdaderos cristianos, piensan de otra manera».
El amilenialismo era una interpretación contraria durante el mismo período. Esta opinión sostiene que el reinado de mil años de Cristo simboliza la era actual de la Iglesia. La resurrección de los creyentes se refiere a la entrada de estos en el reino de Cristo en la tierra, mientras que Satanás atado puede significar la propagación imparable del evangelio. La liberación de Satanás al final de la era de la Iglesia conducirá a un período de persecución, que culminará con la Segunda Venida y el Juicio.
Al presentar a la Iglesia como un nuevo Israel, el amilenialismo relega las profecías sobre la renovación de Israel al simbolismo.
Entre los defensores de esta opinión se encontraban líderes de los siglos III, IV y V como Orígenes, Eusebio, Jerónimo y Agustín. Los amilenialistas rechazaban el premilenialismo por considerarlo muy terrenal. Consideraban más útiles las interpretaciones alegóricas de las Escrituras.
La conversión del emperador Constantino en el siglo IV contribuyó a la popularidad del amilenialismo, ya que el reino terrenal al que pertenecían la mayoría de los creyentes se convirtió al cristianismo.
En el siglo V, el Concilio de Éfeso condenó el premilenialismo como «supersticioso», conviertiendo el amilenialismo en la posición cristiana normal.
Sin embargo, en la Edad Media se produjo un resurgimiento del premilenialismo. La visión premilenial era especialmente atractiva para quienes pedían la reforma de la Iglesia, ya que no podía equiparar a la Iglesia con el reino de Cristo.
En la época del protestantismo, algunos cristianos reformistas defendían el posmilenialismo. Esta visión afirma que, si bien el reino milenario de Cristo se refería a la Era de la Iglesia, significa la victoria final de la Iglesia sobre la cultura antes de la Segunda Venida. La resurrección de los creyentes podría hacer referencia a un despertar espiritual, y Satanás atado sugiere el éxito futuro de la Iglesia.
Los posmilenialistas creen que Cristo regresará solo después de la victoria de la Iglesia. El período milenario, ya sea literal o simbólico, será una época de conversión cristiana generalizada. Las profecías sobre Israel se refieren al crecimiento de la Iglesia y su influencia en la cultura.
El contexto cultural influye en la manera en que las personas ven el fin de los tiempos. Por ejemplo, los creyentes que sufren persecución por su fe pueden interpretar los pasajes sobre la tribulación de manera diferente a aquellos cuya fe les otorga privilegios culturales.
La opinión posmilenaria se convirtió en la norma entre los renovadores protestantes durante el siglo XIX. Las demandas de reforma social, como el abolicionismo, el sufragio femenino y el movimiento por la templanza (o antialcoholismo), reflejaban esta postura..
Las guerras del siglo XX en las que participaron naciones en su mayoría cristianas llevaron a algunos en los Estados Unidos de América y Europa a cuestionar su optimismo.
Alrededor de esa época surgió una forma de premilenialismo, que fue difundida inicialmente por John Nelson Darby, de los Hermanos de Plymouth, en Inglaterra. Esta forma de premilenialismo, conocida como dispensacionalismo, rechaza la idea de que las promesas de Dios a Israel se cumplan en la Iglesia.
El dispensacionalismo afirma que Dios retirará a su Iglesia del mundo mediante el Arrebatamiento. Entre este acontecimiento y el cumplimiento de la Segunda Venida de Cristo se encuentra la Gran Tribulación (Apocalipsis 7:14), un tiempo de juicio divino antes del reino milenario. La Iglesia no es la que ocasiona el regreso de Cristo, no obstante su propósito es proclamar su inminente regreso.
Las comunidades dispensacionalistas ayudaron a fundar las Asambleas de Dios.
Algunos de los primeros pentecostales, entre ellos Charles Parham y D. W. Kerr, principal colaborador de la Declaración de Verdades Fundamentales, enseñaban que la Iglesia no experimentaría el Arrebatamiento de forma conjunta debido a las diferencias en sus experiencias de santificación y bautismo en el Espíritu. Aun así, la mayoría de los ministros de las Asambleas de Dios aceptaban un solo Arrebatamiento.
Un punto de desacuerdo más importante era el momento del Arrebatamiento en relación con la Gran Tribulación (véase Imagining the Future: The Origin, Development, and Future of Assemblies of God Eschatology [Imaginemos el futuro: el origen, el desarrollo y el futuro de la escatología de las Asambleas de Dios], 111–113, de Daniel Isgrigg). ¿Ocurriría antes, durante o después de la Gran Tribulación? Los fundadores de las AD seguían divididos.
A pesar de estas diferencias, el Concilio de AD permaneció unido en el premilenialismo.
Defensa bíblica
En el centro de los debates milenaristas hay una pregunta clave: ¿Habrá un reino intermedio entre el regreso de Cristo y el Juicio Final?
Los premilenialistas afirman que su interpretación es una lectura directa de Apocalipsis 20.
Los que rechazan el premilenialismo dicen que es apropiado un enfoque simbólico para los textos escatológicos. Después de todo, el Apocalipsis utiliza símbolos y alusiones (1:20).
Los premilenialistas rechazan las interpretaciones simbólicas que hablan de Satanás atado, la resurrección de los creyentes y el reino milenario de Cristo como algo que se ha cumplido en el presente. Dicen que la persistencia del mal en la actualidad desmiente la afirmación de que Satanás está atado en la era actual. (Incluso en el Apocalipsis hasta el capítulo 20, Satanás permanece activo.)
Además, los premilenialistas enfatizan la inconsistencia interpretativa de tratar la resurrección de los creyentes como una referencia a la salvación espiritual, pero en el mismo capítulo aceptan la resurrección de los muertos como algo literal.
Si, como algunos aseguran, el reino milenario se refiere a la era actual de la Iglesia, debe representar como mínimo un período de tiempo significativo. Aunque eso no plantea ninguna dificultad hoy en día, después de dos milenios, la primera generación de cristianos durante su tiempo de vida ya esperaba la aparición de Cristo. El Apocalipsis termina con la promesa de Cristo de que vendrá pronto (Apocalipsis 22:10,20).
Los críticos del premilenialismo afirman que Apocalipsis 20 es un resumen de la historia que ya ha ocurrido. El punto es si Apocalipsis 20:1–6 es un recuento o una progresión dentro del texto.
Por ejemplo, al final de Apocalipsis 19, Jesús vence a los ejércitos del Anticristo y del falso profeta, quienes son arrojados al lago de fuego (versículo 20). Más tarde, el diablo es arrojado al lago de fuego, «donde están también la bestia y el falso profeta» (20:10).
¿Son estas batallas separadas o son dos formas de describir el mismo acontecimiento? Los premilenialistas afirman que la mención de la bestia y el falso profeta en Apocalipsis 20:10 explica su ausencia en la batalla final, por lo que la historia sigue en progresión.
Si el Milenio de Apocalipsis 20:1–6 ocurre entre las dos batallas, sin duda sucederá después de la Segunda Venida.
Más allá de las apelaciones al simbolismo o la simplicidad, algunos críticos del premilenialismo insisten en que las promesas de Dios trascienden el reino terrenal. Por lo tanto, reinterpretan en términos espirituales los textos del Antiguo Testamento relativos a la restauración de Israel y a un futuro reino en la tierra.
Los premilenialistas no tienen que reinterpretar esas profecías del Antiguo Testamento porque creen en un reino intermedio antes del Juicio Final y la nueva creación.
Las obras escatológicas judías fuera del Nuevo Testamento también aludían un reino intermedio antes del Día del Señor. Es lógico que los primeros lectores cristianos también interpretaran Apocalipsis 20 como una promesa de un reino intermedio.
El posterior rechazo de esta posición puede mostrar la preferencia de algunos líderes de la Iglesia por formas más griegas de lectura de los textos.
Doctrina de las Asambleas de Dios
Las Asambleas de Dios establecen los límites de la escatología en su Declaración de Verdades Fundamentales y en los Reglamentos, bajo el título «Errores Escatológicos» (Artículo IX, Sección B.3).
Los últimos cuatro artículos de la Declaración de Verdades Fundamentales explican las principales enseñanzas escatológicas de las Asambleas de Dios, mientras que los Reglamentos enumeran los errores que se deben evitar.
El artículo 13 de la DVF describe la Esperanza bienaventurada como la resurrección de la Iglesia y el arrebatamiento de los justos, y usa como base Romanos 8:23; 1 Corintios 15:51–52; 1 Tesalonicenses 4:16–17 y Tito 2:13.
La frase bíblica «esperanza bienaventurada» proviene de Tito 2:13, donde Pablo anticipa la aparición de Jesús en gloria.
El artículo 13 también utiliza el término «inminente». Decir que el regreso de Cristo es inminente significa que podría regresar en cualquier momento.
Hay dos errores escatológicos que mencionan los Reglamentos, relacionados con el artículo 13. En primer lugar, los ministros no deben fijar una fecha para el regreso del Señor. En segundo lugar, no deben negar el regreso inminente de Cristo.
En conjunto, estos puntos afirman que no hay ningún acontecimiento (incluido nada relacionado con la Gran Tribulación) que deba ocurrir antes del regreso de Jesús, y que no podemos saber cuándo será ese regreso.
El artículo 14 afirma la doctrina del reino visible de Cristo durante mil años en la tierra con los santos. Las AD mantienen que este reinado tendrá lugar tras el regreso de Cristo.
Este tipo de premilenialismo mira hacia la salvación futura de los judíos (Ezequiel 37:21–22; Sofonías 3:19–20; Romanos 11:26–27) en lugar de considerar a la Iglesia como un sustituto del pueblo de Israel.
El reino milenario será una época de paz universal (Isaías 11:6–9; Miqueas 4:3–4), donde las naciones dejarán las armas y los enemigos naturales convivirán en armonía.
La Iglesia no es la que ocasiona el regreso de Cristo,
no obstante su propósito es proclamar su inminente regreso.
Los estatutos prohíben a los ministros negar el premilenialismo e interpretar el reino milenario de Apocalipsis 20 como una referencia simbólica a la era actual de la Iglesia.
Esto evita que los ministros prediquen en contra del artículo 14. También protege a la Iglesia de confundir la representación del Reino con un reino en la tierra antes del regreso de Cristo.
La Iglesia puede ejercer una influencia buena en el mundo, pero el Reino futuro depende de la venida del Rey.
Estos límites ayudan a definir una escatología que ha existido desde la fundación del Concilio.
El párrafo inicial de las actas del primer Concilio General de las Asambleas de Dios, celebrado en abril de 1914, termina con estas palabras:
Casi todos los países del mundo han escuchado el mensaje y también la profecía que ha predominado en este gran derramamiento, que dice, «Jesús viene pronto» a este viejo mundo de la misma manera que se fue para establecer su reino milenario y gobernar la tierra con justicia y paz durante mil años.
Prácticamente las primeras palabras de las recién formadas Asambleas de Dios apoyaban una posición premilenialista.
El premilenialismo sigue definiendo el Movimiento global. El Concilio de las Mundial de las Asambleas de Dios (CMAD) comprende 180 organizaciones nacionales en todo el mundo.
La Declaración de Fe del CMAD termina con un artículo titulado «El fin de los tiempos»:
Creemos en el regreso premilenial, inminente y personal de nuestro Señor Jesucristo para reunir a su pueblo con Él. Por tener esta esperanza bienaventurada y sincera, nos purificamos, así como Él es puro, para estar preparados para reunirnos con Él cuando vuelva (Juan 14:1–3; Tito 2:13; 1 Tesalonicenses 4:15–17; 1 Juan 3:2–3; Apocalipsis 20:1–6).
A lo largo de su historia, las AD se ha definido como premilenialista. Sin embargo, esta insistencia no es solo una cuestión de historia y tradición pentecostal. Refleja nuestra interpretación de las Escrituras de tal manera que cambiarla podría afectar profundamente nuestra práctica.
En Hechos 1, los discípulos preguntaron al Señor resucitado: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restablecer el reino a Israel?» (versículo 6).
Al explicar que el tiempo lo decidía el Padre, Jesús declaró la tarea inmediata de la Iglesia: «Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, hasta en los confines de la tierra» (Hechos 1:8).
Los pentecostales entienden el bautismo en el Espíritu como un empoderamiento para el mismo llamado que recibió la iglesia primitiva: ser portadores del testimonio de Cristo.
Nuestro papel como testigos o embajadores (2 Corintios 5:20) sigue siendo diferente al del reino milenario de Cristo que está por venir. Ahora no estamos reinando con Cristo como nobles coronados, sino que proclamamos su reino venidero como siervos que cargan sus propias cruces (Mateo 16:24).
No todos los que rechazan el premilenialismo defenderían un reino cultural. Sin embargo, el premilenialismo incorpora una barrera de protección contra las iglesias que ocupan tronos cuando deberían cargar cruces.
Las Asambleas de Dios siguen comprometidas con la misión de la Iglesia de testificar de Cristo, mientras esperan su regreso para marcar el inicio de su Reino. En lugar de traer el Reino, la Iglesia sirve para anunciarlo.
El premilenialismo atrajo a los primeros pentecostales, que buscaban el poder espiritual por encima del dominio mundano. Ellos tenían menos interés en acumular «plata u oro» que en decir como Pedro: «En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda!» (Hechos 3:6).
Por último, el papel de Israel en el marco premilenial ayuda a proteger contra el antisemitismo. Si el pueblo judío tiene un lugar futuro en el plan de Dios, también tiene un lugar presente.
Esto no quiere decir que rechazar el premilenialismo sea en sí mismo antisemita. Un creyente en Cristo puede amar al pueblo judío sin aceptar el premilenialismo. La posición premilenial simplemente ofrece otra razón convincente para rechazar el antisemitismo.
Las Asambleas de Dios aceptan el premilenialismo porque sigue la interpretación natural de Apocalipsis 20:1–6 y pasajes relacionados. Rechaza las interpretaciones de este pasaje que fuerzan el texto a describir el presente o sugieren que la Iglesia debe ejercer control como si estuviera instaurando el reino de Cristo ahora.
Los intentos cristianos de controlar las influencias culturales del poder, históricamente han dañado el mensaje del evangelio. Durante más de un siglo, la posición premilenial ha protegido el testimonio de las Asambleas de Dios.
Práctica pastoral
Como ministros de las Asambleas de Dios, debemos predicar y modelar el premilenialismo.
Modelamos el premilenialismo con integridad al poner nuestra esperanza en las promesas de Dios de un reino venidero y una nueva creación. Por ejemplo, la forma en que guiamos a la congregación durante una tragedia o en un clima político polarizado, puede revelar nuestras verdaderas creencias escatológicas.
Si comprometemos los valores cristianos a cambio del poder mundano o consideramos ese poder como la forma de ejercer una influencia piadosa, es posible creer realmente que el Reino depende de nosotros o que ya ha llegado.
¿Estamos buscando el poder cultural más que el regreso de Cristo? ¿Vivir a la luz del primero en lugar del segundo? Debemos recordar que la recompensa que Dios promete pertenece a «todos los que con amor hayan esperado su venida” (2 Timoteo 4:8). Nuestra respuesta como un solo Cuerpo debe ser: «Amén. ¡Ven, Señor Jesús!» (Apocalipsis 22:20).
Predicamos el premilenialismo con esperanza y ánimo, en lugar de hacerlo con miedo y juicio.
Crecí en una iglesia donde constantemente escuchábamos la promesa de la venida de Cristo. Sin embargo, en el grupo de jóvenes, las advertencias de no «quedarnos atrás» tendían a superar a las promesas, ya que los adultos bienintencionados mencionaban las actividades, los comportamientos e incluso los pensamientos que podían descalificarnos para el Arrebatamiento. Lo que la Biblia llama una «esperanza bienaventurada» se convertía en un terror sagrado.
La historia de las Escrituras termina bien para los creyentes, por lo que predicar el premilenialismo debería producir esperanza en lugar de temor. Si bien las advertencias sobre el juicio de Dios son apropiadas y bíblicas, debemos animarnos unos a otros con la esperanza de la venida de Cristo (1 Tesalonicenses 4:18).
Inducir el miedo en lugar de la esperanza sugiere que los creyentes avanzan hacia un futuro incierto. Nada más lejos de la realidad.
Teniendo en cuenta la confusión y la división asociadas con la escatología, no es de extrañar que muchos pastores eviten enseñar sobre el fin de los tiempos. Sin embargo, la escatología es esencial para comprender la misión de Cristo, y la nuestra.
Debemos ser conscientes de que los cristianos podemos estar en desacuerdo sin dejar de ser fieles, y esto debería mantenernos humildes y amorosos al tener conflictos con otros creyentes. Las diferencias escatológicas no necesariamente son diferencias en el evangelio. La Declaración de Verdades Fundamentales describe lo que se debe creer para tener comunión unos con otros, pero no necesariamente para ser salvos.
Dios llama a la Iglesia a considerar seriamente las promesas divinas, pero no a utilizarlas como armas contra el Cuerpo.
Las Escrituras concluyen con una comunidad unida que adora a Dios, quien permanece como el centro de toda la creación.
El documento de posición de la AD sobre la escatología premilenial nos recuerda que debemos «mostrar bondad a otros creyentes con quienes no estamos de acuerdo en materia de escatología». El documento continúa diciendo:
Las Asambleas de Dios han definido los límites de su escatología con la formulación de la Declaración de Verdades Fundamentales. Sin embargo, la Declaración de Verdades Fundamentales no establece los límites para ser cristiano. Reconocemos que los cristianos pueden tener desacuerdos en temas que no son esenciales para la salvación, incluso si se trata de la interpretación de las Escrituras. La escatología es importante, pero no todos los cristianos tienen las mismas creencias al respecto. Dios ha llamado a todos los cristianos a mostrar bondad unos a otros por lo que somos en Cristo Jesús, a pesar de nuestros desacuerdos. Los premilenialistas, los posmilenialistas y los amilenialistas todos pueden tener fe y proclamar el regreso de Jesús y la resurrección de todos los creyentes.
Allen Tennison, Ph.D., es consejero en teología del Concilio General de las Asambleas de Dios y preside el Comité de Doctrinas y Prácticas.
Este artículo aparece en la edición de otoño de 2025 de la revista Influence.
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