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Pastoreando en la era del desempleo

El desafío pastoral es ayudar a la gente a redescubrir su propósito específico en el Reino usando los dones y las habilidades que Dios les ha dado.

Jame Bolds on September 23, 2020

A principios de este año, recibí una llamada de un médico agobiado que estaba despidiendo al personal por falta de pacientes. Ese mismo día, me reuní con una angustiada propietaria de un restaurante que me pidió que orara sobre unas hojas de cálculo de su negocio, después de que se cerrara como resultado de la pandemia. Entonces otro creyente, un director ejecutivo, me dijo que había quedado desempleado.

Esta es la realidad del ministerio en el 2020.

Según el Departamento de Trabajo de los Estados Unidos, casi 31.8 millones de estadounidenses estaban recibiendo subsidios de desempleo a principios de julio, en comparación con los 1.7 millones que lo recibieron al mismo tiempo en 2019.

La revista FORTUNE, que informa de 42.6 millones de solicitudes de desempleo entre el comienzo de la pandemia y el final de mayo, señaló que esta cifra es mayor que la población combinada de los 22 estados más pequeños de Estados Unidos.

Piensa por un momento en estos números. Representan a personas reales, nuestros amigos, familiares, vecinos y congregantes, muchos de los cuales estaban bien antes de que la COVID-19 afectara todo.

Como pastores, nos enfrentamos a una situación aleccionadora. No solo estamos atravesando por una pandemia, sino que también estamos liderando en una era de desempleo masivo. El impacto que ha tenido en los miembros de nuestra iglesia va mucho más allá de las finanzas.

Pérdida y lamento

El desempleo no es solo una pérdida de ingresos. Muchos han perdido las relaciones profesionales, un canal para sus habilidades, y un sentido de claridad vocacional.

Una definición para la palabra «vocación» es «llamado». A cada seguidor de Jesucristo se le ha confiado un conjunto único de dones y talentos para invertir en el servicio a Dios y a los demás (Romanos 12:1-8; Efesios 2:10).

Los pastores no son los únicos que han sido «llamados». Dios también llama a los creyentes a servir en áreas como la educación, el derecho, la medicina, empresas y el gobierno. Los creyentes que conocen su lugar de servicio tienen claridad vocacional. Pero cuando el desempleo golpea, puede hacer que se detengan y reevalúen su llamado.

El desafío que tenemos por delante es ayudar a nuestro pueblo a lamentarse y luego redescubrir su propósito en el Reino, al encontrar un lugar para usar sus dones y habilidades dados por Dios.

La realidad es que algunos de esos trabajos nunca volverán. Algunas personas tendrán que volver a entrenarse, reubicarse o reinventarse. Cualquiera que sea el futuro, necesitarán apoyo y orientación pastoral.

Podemos discipular a nuestra gente para que sea fiel a su llamado, pero flexible en cuanto a su trabajo. Antes de que nos involucremos en estas cosas, primero debemos tomar tiempo para lamentarnos con ellos y ofrecerles un cuidado compasivo.

En latín, la compasión significa literalmente «sufrir junto a» o «sufrir con». Inmediatamente después de una pérdida no es el momento de tratar de arreglar las cosas para aquellos que están sufriendo. Es tiempo de «llorar con los que lloran» (Romanos 12:15). Nuestra teología americana suele pasar por alto el dolor, el sufrimiento y la pérdida. Sin embargo, estas cosas son parte de la experiencia humana, por lo que debemos crear espacio para ellas.

Al acompañar a la gente a través de este valle, es importante que nos demos cuenta de que no hay una solución única para todos.

Como pentecostales, confiamos con razón en el Espíritu para que nos empodere para hacer lo imposible. Sin embargo, la palabra griega para el Espíritu Santo, Paraklētos, comienza con la preposición para, que significa «estar al lado».

El Espíritu Santo es uno que ayuda al consolar, animar o mediar en nuestro nombre. Juan 14:26 lo llama el «Abogado Defensor» (ntv), «Consolador» (rvr1960, nvi). Podemos seguir el ejemplo del Espíritu acercándonos a los que están sufriendo.

Para hacerlo bien, debemos redescubrir cómo orar y lamentar. En Dark Clouds, Deep Mercy: The Grace of Lament [Nubes oscuras, misericordia profunda: La Gracia del lamento], Mark Vroegop sugiere un marco simple: una queja honesta, una petición audaz, y una decisión de confiar. Vroegop usa el Salmo 13 para ilustrar lo siguiente.

El salmista comienza con una queja honesta (versículos 1-2, ntv):

Oh Señor, ¿hasta cuándo te olvidarás de mí?
¿Hasta cuándo mirarás
hacia otro lado?
¿Hasta cuándo tendré que luchar
con angustia en mi alma,
con tristeza en mi corazón día tras día?
¿Hasta cuándo mi enemigo seguirá dominándome?

Enséñale a tu gente que está bien tener una queja honesta ante el Señor. No hay nada de malo en preguntar: «Señor, ¿por qué perdí mi trabajo? ¿habrá trabajo para mí? ¿Cuál es mi parte en todo esto?».

Por supuesto que la oración no debería terminar allí. A continuación, el salmista hace una petición audaz (versículos 3-4):

Vuélvete hacia mí y contéstame, ¡oh Señor, mi Dios!
Devuélvele el brillo a mis ojos, o moriré.
No permitas que mis enemigos se regodeen diciendo: «¡Lo hemos derrotado!».

No dejes que se regodeen en mi caída.

Podemos pedir a Dios confiadamente en que abra nuevos tipos de empleos o nuevas maneras de usar las habilidades. Podemos orar: «Espíritu, guíame a esa nueva empresa donde puedo glorificar a Dios y ayudar a la gente. Dame la sabiduría y la fuerza para florecer y hacer bien mi nuevo trabajo».

Finalmente, el salmista reconoció su decisión de confiar en Dios (versículos 5-6).

Pero yo confío en tu amor inagotable;
me alegraré porque me has rescatado.

Cantaré al Señor

porque él me ha sido bueno.

Ora con tu gente para que confíen en que el Señor les proveerá nuevas oportunidades para el trabajo y las relaciones. Pídele a Dios audazmente de parte de ellos, y anímalos para que se acerquen a Dios confiadamente.

Fe y trabajo

La pérdida del empleo es un evento traumático. Más allá de las implicaciones financieras, puede tener un costo psicológico, social, físico e incluso espiritual. Al acompañar a la gente a través de este valle, es importante que notes de que no hay una solución única para todos.

Sin embargo, creo que Dios ha colocado a tu iglesia en tu comunidad. Quizás estés en una parte céntrica de tu ciudad con todas las complejidades socioeconómicas. Puedes estar en un área creciente donde los trabajos son un poco más fáciles de encontrar. O tal vez pastorees en una comunidad rural donde el cierre de una sola fábrica es algo devastador. Independientemente de dónde tú vivas, las oportunidades de trabajo cambian, pero la fidelidad de Dios permanece constante.

Considero que la profesión es como un llamado, una vocación y un trabajo. Nuestros llamamientos son divinos, nuestras ocupaciones cambian, y nuestro trabajo depende del lugar donde estamos. Al discipular a la gente, podemos ayudarlos a descubrir lo que Dios los ha llamado a hacer. Esto trae claridad vocacional, una dirección clara y constante del llamado y el propósito de Dios.

Si nuestra gente sabe lo que Dios les ha llamado a hacer y pueden perfeccionar las habilidades para seguir su llamado y aplicarlas en cualquier entorno, la actividad laboral se convierte en una cuestión de localización.

Cada creyente necesita escuchar al Señor acerca de su propósito específico en el Reino. Cada persona tiene dones y talentos únicos. Tenemos un diseño divino que nos beneficia tanto a nosotros como a nuestras familias y a nuestras comunidades mientras buscamos el bien común.

La claridad vocacional aporta dignidad y significado al trabajo, pero va más allá de la situación laboral o de las posiciones. Se trata de quién es nuestra gente en el centro de su ser, ya sea que sean visionarios con una visión amplia, analistas detallados, creadores de relaciones o contribuyentes naturales.

Dentro de ese diseño divino, hay espacio para la flexibilidad ocupacional. Por ejemplo, alguien con una creatividad excepcional podría usar ese talento en la construcción, la resolución de problemas corporativos o el análisis legal. Podría encontrar expresión en la colocación de azulejos, el diseño de hojas de cálculo, la identificación de soluciones financieras, o hacer paisajismo. Se trata de perfeccionar las habilidades prácticas y estar dispuesto a aprender otras nuevas.

La actividad laboral se convierte entonces en una cuestión de localización y preferencia. Es la ubicación y el contexto de qué y dónde la gente quiere pasar su tiempo.

Ayuda práctica

Cuando la gente te da el lugar como pastor para involucrarte en sus vidas, es un privilegio. Es posible que debas entrenar a la gente para solicitar el desempleo, se reubiquen o busquen un nuevo trabajo. En algunos casos, la iglesia puede ayudar con el pago de algunas cuentas o quizás puedas hablar con alguien en la congregación que les ayude a encontrar una posición.

Dios nos diseñó para trabajar y crear. No obstante, ningún trabajo es perfecto. Sin embargo, a veces la gente necesita un trabajo temporal para valerse de una fuente de ingresos, incluso si este no se alinea con sus habilidades y pasión. Cuando se pastorea en una era de desempleo, es importante pastorear a las personas para que empiecen a trabajar. A menudo, es más fácil encontrar un trabajo cuando tienes un trabajo.

A continuación, se muestran cinco cosas que hay que tener en cuenta al ayudar a la gente a encontrar soluciones:

1. Tener una red de contactos. Como pastor, conoces a mucha más gente de lo que crees. Este es el momento de aprovechar esos contactos. Piensa en lo que tu gente hace en su trabajo y cuáles son sus habilidades, e identifica a las personas que conoces fuera de tu iglesia. Tú podrías ayudar a emparejar a los trabajadores con los empleadores potenciales.

Por ejemplo, quizás un miembro de la iglesia extrovertido y talentoso perdió su trabajo de ventas. Con el permiso de esa persona, podrías enviar algunos correos electrónicos a la compañía de seguros de la iglesia, al banco y a otros vendedores para averiguar sobre posibles vacantes.

2. Servicios. Piensa en el talento que tienes en tu iglesia y en las habilidades que otros estén buscando. ¿Tienes algún miembro desempleado en tu iglesia que anteriormente manejaba las cuentas por pagar para una empresa? Tal vez esa persona podría hacer la contabilidad para dos o tres dueños de empresas pequeñas en tu congregación.

3. Hacer intercambios. Yo pastoreo a muchos empresarios, todos los cuales son un poco excéntricos y muy creativos. En vez de que dos empresas se contraten entre sí, a veces hacen un intercambio directo.

Digamos que el dueño de una pequeña empresa de contabilidad necesita remodelar un baño de su oficina. En vez de pagar por ello, la empresa de contratación remodela el baño, y el contador hace la preparación de sus impuestos. ¿Tiene tu gente habilidades que podrían hacer intercambios?

4. Relaciones. ¿Cuáles son las necesidades de tu congregación y qué relaciones tienes tú en la comunidad?

Nuestra iglesia no tiene una despensa de comida. En cambio, apoyamos a los bancos locales de alimentos y tenemos una relación con ellos, lo que hace más fácil remitir a nuestra gente allí para que los ayuden.

5. Benevolencia. Cada domingo de Santa Cena, recoge una ofrenda especial que vaya directamente para la ayuda a los necesitados, ayudándoles con comida, ropa, el pago de facturas de servicios públicos, etc. Como vemos en Hechos 6; deja que los diáconos manejen y supervisen ese ministerio.

Perspectiva bíblica

Colosenses 3:23-24 ofrece una perspectiva del Reino de la obra terrenal: «Trabajen de buena gana en todo lo que hagan, como si fuera para el Señor y no para la gente. Recuerden que el Señor los recompensará con una herencia y que el Amo a quien sirven es Cristo» (ntv).

Cuando todo lo que hacemos es para el servicio de Dios, el trabajo se convierte en un acto de adoración. También beneficia a la economía local, que es un servicio a otros.

Podemos ver una conexión entre el trabajo y la adoración en el Antiguo Testamento en la palabra hebrea avodah. En primer lugar, significa «trabajo de cualquier tipo» en contextos como leemos en Génesis 2:5,15: «…ni había personas que la cultivaran [la tierra]»; y la intención de Dios de que Adán se «ocupara de él [el Huerto del Edén] y lo custodiara» (ntv, énfasis en itálicas añadido). En otras partes, esta palabra significa «adoración»: «Deja ir a mi pueblo para que me adore» (Éxodo 8:1, ntv).

Todo nuestro trabajo puede ser adoración si lo ofrecemos a Dios.

Dios te ha llamado no solo para servir a tu iglesia, sino también a tu comunidad. Esto incluye el ámbito laboral de la gente. ¿Qué pasaría si discipuláramos a la gente para que pensara en el trabajo como adoración y el ganar su ingreso como algo secundario?

¿Qué sucedería si cada miembro de la congregación buscara honrar a Dios dondequiera que estén hoy, ya sea trabajando en un empleo menos que el ideal, aprendiendo un nuevo oficio, cumplir el papel de voluntario, cuidando a los niños en casa o buscando empleo?

Por supuesto, esto no es para desestimar las verdaderas luchas que enfrenta la gente. Pero incluso en tiempos difíciles, podemos confiar en que Dios está obrando en nosotros y a través de nosotros. Cuando Él es el centro, la realización ya no depende de una posición particular. Podemos usar nuestros dones para glorificar a Cristo y llevar a otros a Él en todo lo que hacemos.

Que podamos liderar de manera creativa y con oración al pastorear nuestras iglesias y comunidades en una era de desempleo.

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