Un ministerio a los jóvenes financieramente inclusivo
Superemos las barreras a la participación
Un adolescente con talento musical que vive en una polvorienta ciudad de la frontera quiere competir en el próximo concurso de Bellas Artes del distrito, pero su familia no tiene vehículo y no puede permitirse un viaje y la estadía para pasar una noche en otra ciudad.
El grupo de jóvenes al que pertenece el adolescente talentoso se moviliza para ayudarlo: lavando automóviles, vendiendo galletitas horneadas y reuniendo el dinero suficiente para alquilar un vehículo y cubrir el costo de una habitación de hotel.
Cuando el adolescente recibe una calificación superior y una invitación al Festival Nacional de Bellas Artes, se llena de alegría. Sin embargo, su entusiasmo se convierte rápidamente en decepción al darse cuenta de que un viaje tan largo está fuera de su alcance económico. Ninguna venta de pasteles podría salvar esa distancia.
El talento innegable y divino del adolescente se queda estancado en la ciudad fronteriza, limitado por falta de recursos económicos.
Como pastores en El Paso, Texas, mi esposo y yo nos hemos encontrado con este tipo de situaciones más veces de las que podemos contar.
Barreras financieras
Para muchos jóvenes de nuestras iglesias y comunidades, la pobreza es una realidad cotidiana. Se enfrentan a una vida definida por limitaciones.
Las experiencias normales de las que disfrutan otros estudiantes (unirse a equipos deportivos, asistir a clases de música o participar en viajes fuera de la ciudad) pueden parecer a los pobres menos como oportunidades y más como obstáculos insuperables.
Cuando detalles como el transporte, las cuotas de inscripción y el costo de los equipos se interponen en el camino, el potencial de estos estudiantes queda desaprovechado.
La pérdida de actividades que desarrollen las habilidades sociales y fomenten el crecimiento personal perpetúa un ciclo de desventaja, limitando aún más las posibilidades de liberarse de las dificultades económicas.
Y cuando los jóvenes se pierden las experiencias en la iglesia, las pérdidas pueden tener implicaciones eternas.
Según la Oficina del Censo de los Estados Unidos, el 15.3% de los estadounidenses menores de 18 años vivían en la pobreza en 2023.
El umbral de pobreza en Estados Unidos en 2024 para una familia de cuatro miembros con dos hijos era de 31.812 dólares. Es probable que en su iglesia haya familias que se ajusten a esa descripción.
Los índices de pobreza son más elevados entre la población negra, hispana y nativa americana o nativa de Alaska. En particular, el 44% de los miembros de las Asambleas de Dios se identifican como minorías raciales o étnicas.
En Un Marco Para Entender La Pobreza, Ruby K. Payne identifica 15 subculturas que ilustran cómo las clases económicas operan bajo reglas diferentes.
Payne explica que, dentro de la subcultura del tiempo, los pobres dan prioridad al presente, la clase media valora el futuro y los ricos ponen el acento en las tradiciones y la historia.
Las necesidades básicas inmediatas, como la alimentación, la vivienda y la seguridad, dominan la atención de los pobres.
El mandato bíblico
Muchos cristianos llegaron a la fe siendo niños o adolescentes. Estos años son fundamentales para formar a la próxima generación de creyentes.
Actividades como campamentos, conferencias juveniles, viajes misioneros y retiros ofrecen experiencias transformadoras en las que los jóvenes pueden encontrarse con Dios, entablar relaciones y crecer espiritualmente.
Sin embargo, esas oportunidades suelen conllevar un costo financiero prohibitivo para las familias de menores ingresos, lo que deja a sus hijos al margen. Esto crea una división sutil pero real, a pesar de los llamados de las Escrituras a la unidad y la armonía en el cuerpo de Cristo.
Un ministerio a los jóvenes que sea financieramente inclusivo no es solo una necesidad práctica. Es una prioridad bíblica que refleja el corazón de Dios.
La Biblia revela sistemáticamente la preocupación de Dios por los pobres y marginados, un tema que debería conformar todos los aspectos de la vida de la iglesia, incluido el ministerio a los jóvenes.
La Biblia revela sistemáticamente
la preocupación de Dios por los pobres
y marginados, un tema que debería conformar todos los aspectos de la vida de la iglesia, incluido el ministerio a los jóvenes.
Dios ordenó a Israel que cuidara de los necesitados y vulnerables (Levítico 19:10; 25:35; Deuteronomio 14:28-29; 15:7,11; 24:12–15).
Además de promover la justicia y la compasión, estos principios garantizaban que todos tuvieran la oportunidad de participar en la vida de la comunidad y celebrar las bendiciones de Dios (Deuteronomio 16:14).
En el Nuevo Testamento, Jesús encarna este principio acogiendo a los marginados, cenando con recaudadores de impuestos y enseñando que el Reino pertenece a los «pobres en espíritu» (Mateo 5:3, NTV).
La «Parábola de la gran fiesta» (Lucas 14:15–24, NTV) confirma esta idea. Cuando los invitados se negaron a venir, el amo mandó a sus siervos que trajeran «a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos», asegurándose de que nadie quedara excluido de la celebración (versículo 21).
La Iglesia primitiva manifestó este espíritu integrador. Hechos 2:44-45 describe que los creyentes «compartían todo lo que tenían. Vendían sus propiedades y posesiones y compartían el dinero con aquellos en necesidad» (NTV): un compromiso radical con la unidad por encima de las diferencias económicas.
Santiago advierte en contra del favoritismo en la Iglesia, preguntando: «Si ustedes le dan un trato preferencial a la persona rica y le dan un buen asiento, pero al pobre le dicen: “Tú puedes quedarte de pie allá o bien sentarte en el piso”, ¿acaso esta discriminación no demuestra que sus juicios son guiados por malas intenciones?» (Santiago 2:3-4; NTV).
Cuando los eventos juveniles excluyen a los estudiantes debido a barreras económicas, corremos el riesgo de crear una versión moderna de este favoritismo, dando prioridad a los que pueden pagar frente a los que no.
Incluir a todos no es solo un gesto amable, sino un mandamiento bíblico que demuestra el carácter de Dios y promueve la unidad de Su cuerpo.
Soluciones inclusivas
Conseguir que las actividades juveniles sean financieramente inclusivas requiere intencionalidad, creatividad y voluntad para replantearse los enfoques tradicionales.
Para empezar, considere las tres soluciones prácticas que se ofrecen a continuación:
1. Becas. Establecer un fondo para becas en el que se puedan recaudar donativos de la iglesia, contribuciones del distrito y patrocinios de empresas locales.
Utilice este fondo para ayudar a los estudiantes a asistir a Bellas Artes, viajes misioneros, campamentos y otros eventos relacionados con la iglesia. Anime a los congregantes a invertir en la próxima generación haciendo contribuciones regulares, e infórmeles sobre lo que Dios está haciendo a través de sus donaciones.
Asegúrese de que el proceso de solicitud para las familias necesitadas sea discreto y sencillo para evitar que nadie se sienta incómodo.
2. Alternativas de bajo costo. Reimagine los eventos caros creando opciones asequibles. En lugar de un campamento de una semana, planifique un evento de tres días.
Durante la próxima excursión de un día, prepare una comida de picnic para el grupo, de modo que todos puedan ahorrarse el tener que comer fuera. Montar un puesto de helados en la zona de estudiantes de la iglesia o en la sala de compañerismo en lugar de desplazarse a una heladería después de la reunión de jóvenes.
3. Opciones diferenciadas. Ofrezca niveles de participación flexibles para los grandes eventos. Junto a un viaje misionero de una semana, ofrezca una opción de fin de semana gratuito o un proyecto de servicio local de un día.
Tener más opciones permite a los jóvenes de todos los orígenes participar a un nivel que sus familias puedan permitirse, manteniendo la inclusión sin comprometer la experiencia.
Asimismo, esto puede facilitar la acogida de familias con actividades en conflicto.
Celebre y honre las contribuciones al ministerio de todos los que participan, independientemente de su nivel de compromiso.
Algunas personas podrían objetar que estas soluciones devalúan los eventos o sobrecargan a los congregantes con peticiones de donativos.
Aborde tales preocupaciones enfatizando amablemente que la inclusión fortalece el ministerio, y que el sacrificio compartido es parte de la comunidad bíblica.
Es posible mantener los valores fundamentales de las actividades juveniles, como el compañerismo y el crecimiento espiritual, y a la vez conseguir que la participación sea asequible.
Un ministerio a los jóvenes que sea financieramente inclusivo no es opcional, sino esencial.
Al dar prioridad a la accesibilidad financiera, podemos ofrecer a todos los jóvenes la oportunidad de experimentar el poder transformador de la comunidad cristiana, independientemente de sus ingresos o necesidades.
Cuando jóvenes de diferentes entornos socioeconómicos adoran juntos, aprenden una lección importante: el Evangelio no discrimina, y nosotros tampoco deberíamos hacerlo.
En una cultura en la que la riqueza a menudo divide, un ministerio a los jóvenes que acoge e incluye a todos es un poderoso testimonio del Reino de Dios, donde todos están invitados y ninguno es rechazado.
Lulu Armenta es directora de KidMin para el Distrito de West Texas & Plains y copastora del Templo La Trinidad (AD) en El Paso, Texas.
Este artículo aparecerá en la edición de primavera de 2025 de la revista Influence.
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