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 the shape of leadership

Pastorear después de la COVID

La perspectiva de una iglesia pequeña sobre lo que sigue.

Karl Vaters on January 7, 2021

Como pastor de tercera generación en las Asambleas de Dios, he tenido toda una vida de maravillosas experiencias en los servicios de la iglesia. Este año, tuve otra gran experiencia. Ocurrió durante nuestro primer servicio dominical en el edificio de la iglesia después de que la pandemia de 2020 nos obligara a realizar los cultos, únicamente en línea, durante seis domingos. Ha sido un momento que recordaré por el resto de mi vida.

Donde vivo, en California, la respuesta inicial a la pandemia de la COVID-19 ocurrió rápidamente. Un domingo estábamos en la iglesia en persona como de costumbre. Habíamos escuchado lo suficiente sobre este extraño nuevo virus como para hacer una ligera referencia a saludarnos con abrazos y saludos aéreos en vez de apretones de manos y abrazos de verdad.

Entonces todo cambió. En un par de días, los templos, restaurantes, estadios deportivos, cines, salas de conciertos y más cerraron. La mayoría de los edificios comerciales quedaron en silencio, ya que todos, excepto el personal de emergencia, tuvieron que trabajar desde casa.

Como miles de otras iglesias, teníamos un par de días para crear un plan para cómo poner nuestro servicio dominical en línea. Para las iglesias que ya tenían una opción de transmisión en vivo, esto era un desafío, pero factible. Para las iglesias más pequeñas como la nuestra que anteriormente no ofrecían servicios en línea, la tarea se sentía insuperable.

Afortunadamente, tenemos un puñado de voluntarios extraordinarios que lo resolvieron rápidamente. Diseñaron un servicio de adoración en línea de alta calidad y maravillosamente íntimo, se grababa todo de antemano. Luego lo veíamos desde nuestra casa el domingo por la mañana a través de YouTube Premiere, junto con el resto de la congregación.

Las iglesias que han sobrevivido, prosperado y han sido una bendición para los demás durante esta crisis tienen una cosa en común más que cualquier otra: la unidad en torno a Cristo y su misión.

Finalmente, California se abrió lo suficiente como para que pudiéramos reunirnos de nuevo dentro del edificio de nuestra iglesia, siguiendo las normas de distanciamiento, el uso de las máscaras y la limpieza.

Esa primera mañana en Cornerstone Christian Fellowship (AD), la sensación de alegría y compañerismo fue incontenible. Cuando la banda comenzó a dirigirnos en la adoración, casi me eché a llorar. Mi reacción me impactó. Al principio, traté de detenerla. Luego cedí al momento.

Estábamos, por primera vez en casi dos meses, sentados en el edificio de nuestra iglesia con gente que conocemos y amamos, cantando canciones de adoración a Jesús. No me di cuenta de cuánto lo necesitaba hasta que tuve que prescindir de ello.

Los servicios en persona duraron sólo dos domingos antes de que todo se cerrara de nuevo. Los casos de Coronavirus en California habían aumentado, y no se permitía que nadie se reuniera en salones en grupos de más de diez personas.

Técnicamente, sabíamos qué hacer esta vez. Pero emocionalmente, la segunda vez que tuvimos que cerrar el edificio fue más difícil que la primera. Era obvio que ahora estos cambios no serían sólo por unas pocas semanas. Durarían meses, tal vez incluso años.

En nuestra reunión de personal por videoconferencia de esa semana, reconocimos que nuestra trayectoria hacia el futuro había cambiado. Lo que no había cambiado era nuestra determinación de seguir adelante. Independientemente de lo que nos deparara el futuro, estábamos juntos, confiábamos en Jesús, y la misión no se vería obstaculizada.

La iglesia pequeña en una pandemia

Durante esta temporada, nuestra iglesia ha sido dirigida con gracia, sabiduría e inspiración por nuestros pastores principales, Gary y Ami García. Ahora soy el pastor de enseñanza en Cornerstone, pero serví como el pastor principal durante veinticinco años, y Gary fue mi pastor de jóvenes.

Si esta pandemia nos hubiera golpeado hace tres años, me habría tocado a mi guiar a la iglesia a través de esta serie de crisis únicas en la vida. En cambio, mi esposa, Shelley, y yo hemos tenido el honor de participar con nuestro equipo de liderazgo de la iglesia, ya que nos han llevado a través de algunas de las decisiones pastorales más difíciles que hemos enfrentado.

Además de mi posición pastoral en Cornerstone, he pasado los últimos ocho años escribiendo y hablando sobre el valor del ministerio de la iglesia pequeña. En ese tiempo, me he conectado con miles de mis compañeros pastores de iglesias pequeñas y líderes laicos. Son algunas de las personas más dedicadas, piadosas, apasionadas y sabias que he conocido.

Con tanto asesoramiento de nuestros líderes de la iglesia desde la perspectiva de los ministerios más grandes, tenemos que reconocer que hay algunas diferencias importantes en la manera en que funcionan las iglesias pequeñas. Eso es cierto en casi todos los aspectos del liderazgo de la iglesia, y esas diferencias se han intensificado por la pandemia.

Las pequeñas iglesias han enfrentado diferentes desafíos con respecto a la tecnología, las finanzas, las instalaciones... lo que sea. Y la mayoría han respondido bien a los cambios necesarios.

Ahora que los cambios iniciales han quedado atrás, es hora de mirar a la siguiente fase. ¿Cómo preparamos a nuestras iglesias para salir del modo pandémico?

La iglesia pos pandémica

Los últimos meses han sido un recordatorio constante de dos verdades simultáneas: No sabemos lo que sigue, pero Dios lo sabe. Entrar en la pandemia fue como apagar un interruptor de luz. Un domingo, estábamos en el culto como de costumbre y al siguiente domingo, no estábamos.

Pero salir de la pandemia no es como volver a encender el interruptor. Es más bien como pasar por una terapia física: un largo y lento proceso de reentrenamiento para usar los músculos que pueden haberse atrofiado y que harán actividades que no habían hecho antes.

Esto será difícil. Y llevará tiempo. Pero seguiremos adelante con la misión.

Bajo la dirección del Espíritu Santo, las posibilidades que se presentan son mayores que los desafíos. En mis conversaciones con más de cien pastores en los últimos meses, he descubierto tendencias que son a la vez desafiantes y esperanzadoras.

A través de este proceso, he identificado cuatro principios que debemos tener en cuenta al anticipar una recuperación y una nueva temporada dinámica de ministerio. En resumen, nuestras iglesias necesitan adaptarse, descansar, reconocer y conectarse. Estos principios pueden ayudar a toda la congregación—pastores, líderes de equipo y miembros de la iglesia—a prepararse para lo que sigue.

Pastores

Adaptarse. Cuando comenzó la pandemia, todos los pastores que conozco tuvieron que adaptarse rápidamente a una nueva realidad. La mayoría de nosotros lo hicimos acelerando un poco nuestro ritmo. Tuvimos que encontrar nuevas y creativas maneras de realizar los cultos... ¡y hacerlo rápidamente!

Pero ese tiempo ya ha pasado. Ha sido obvio durante meses que esto ya no es una carrera de velocidad, sino una maratón. Nadie corre una maratón como se hace en una carrera de velocidad. El ritmo de una maratón es más lento. La estrategia incluye tomar agua y nutrirse, y a veces detenerse a descansar. Así que, mi primer consejo para los pastores en este momento es muy simple: Vayan más lento.

Al igual que descubrimos cómo acelerar el ritmo cuando todo esto empezó, necesitamos adaptarnos de nuevo, esta vez a un ritmo más lento para poder recuperarnos emocional, espiritual y físicamente.

Si no te has adaptado del ritmo de carrera de velocidad al ritmo de maratón, hazlo ahora. Es la única manera de terminar bien.

Descansar. Para la mayoría de los pastores descansar no es algo fácil. Y nos está matando, y a veces, de manera literal.

El descanso no nos distrae de la eficacia en el ministerio. Es un elemento esencial del ministerio, especialmente a largo plazo.

Pastor, toma una siesta. Si no eliges tomar un descanso con una siesta ocasional y un día de descanso regular, tu cuerpo te obligará a tomar un descanso por enfermedad o agotamiento. Todos estamos lidiando con los efectos de la pandemia, los cierres, la política, los trastornos sociales y otras cosas. Esto crea un trauma, y nadie es inmune a él. El trauma exige descanso.

Esta es una de las muchas razones por las que el Señor nos dio el día de reposo, no como una sugerencia, sino como un mandamiento. Es un día tanto para la adoración como para descansar. Los pastores tienden a adorar bien, pero muchos de nosotros no descansamos bien. Como tal, nuestros días de reposo están incompletos.

El día de reposo es sobre la adoración y el descanso. Los que adoran, pero no descansan deshonran el reposo tanto como los que descansan, pero no adoran.

Reconocer. Los pastores también debemos reconocer nuestras propias áreas de debilidad si tenemos alguna esperanza de ayudar a otros a lidiar con las suyas. No es un fracaso o una falta de fe el reconocer que estamos sufriendo.

Ser pastor no significa que no tengamos una carga mental y emocional. Basándome en mis décadas de experiencia en el ministerio pastoral, incluyendo la última década de trabajo con otros pastores, creo que nada causa más problemas a los pastores que negarse a reconocer el trauma que experimentamos.

El descuido de la salud emocional puede conducir a un estrés crónico y a la ansiedad, a enfermedades físicas o mentales y al fracaso moral.

La fe no niega la dificultad. La fe supera las dificultades. Pero no podemos derrotar lo que no reconocemos primero.

Conectarse. Hay demasiados pastores que intentan superar las pruebas del ministerio solos. Le decimos a nuestras congregaciones que necesitan relaciones sanas con otros creyentes para mantener un fuerte andar y testimonio cristiano. Luego nos vamos a casa y nos aislamos de tener esas relaciones en nuestra propia vida.

Pastor, encuentra algunos amigos y pídeles ayuda.

Ahora, más que nunca, nos necesitamos el uno al otro. Encuentra otro pastor en el que puedas confiar. Llama a tu presbítero o a la oficina del distrito.

Si necesitas a alguien más anónimo, haz lo que yo hice hace años al enfrentarme al agotamiento y estar al borde de sucumbir a la tentación: Llamé al 800-867-4011, el número de la línea de ayuda de las Asambleas de Dios que aparece en la parte posterior de mi credencial de ministro, y hablé con un consejero de Emerge Counseling Ministries. La llamada fue gratuita, la conversación fue útil, y la oración y el consejo que recibí me pusieron en el camino hacia la sanidad emocional y espiritual.

Necesitamos a nuestros compañeros en el cuerpo de Cristo. No podrás superar los próximos años desafiantes en el ministerio pastoral si no recibes ayuda durante tu recorrido.

Equipos de liderazgo

Adaptarse. Una de las tendencias más frustrantes que he visto en los últimos meses es el fracaso de algunos pastores e iglesias, especialmente de iglesias pequeñas, de incorporar nuevos voluntarios.

Cuando la crisis golpeó, entramos en modo de emergencia para adaptarnos a la nueva realidad. Debido a que las necesidades eran más obvias que de costumbre, muchos pastores recibieron llamadas de miembros normalmente pasivos de la iglesia preguntando cómo podían ayudar.

Sin embargo, varios pastores me dijeron que no tenían ni idea de qué hacer con estos nuevos voluntarios porque no tenían un equipo al que incorporarlos. Así que las ofertas de ayuda se extinguieron y los pastores se mantuvieron en modo de agotamiento, tratando de hacer todo.

Demasiadas iglesias están operando bajo un modelo de liderazgo no bíblico en el que el personal pastoral hace virtualmente todo el ministerio en la iglesia en vez de construir un equipo de líderes a través del discipulado bíblico. Entonces nos quejamos de que estamos sobrecargados de trabajo. Necesitamos adaptarnos a un estilo de liderazgo más bíblico basado en el equipo.

A medida que avanzamos en la fase de recuperación pos pandémica y más allá, es importante seguir el modelo que Jesús usó con sus discípulos. También es lo que el apóstol Pablo y sus compañeros de ministerio hicieron, y lo que todo el Nuevo Testamento nos instruye a hacer como líderes. Lo vemos más notablemente en lo que he llegado a llamar el mandato principal del pastor en Efesios 4:11-12. En ese pasaje, Pablo dice que Cristo dio a la Iglesia un equipo ministerial de apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros, no principalmente para hacer la obra del ministerio para la Iglesia, sino «a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo» (rvr1960, énfasis añadido).

Nuestro llamado es promover y participar en un modelo de liderazgo en equipo bajo la unción del Espíritu Santo. Dios nos llama a ser un equipo de ministros que entrena al siguiente equipo de ministros.

Descansar. Los mejores obreros de tu iglesia pueden estar agotándose. A los ayudantes y trabajadores les cuesta más frenar que mantenerse ocupados. Incluso pueden llegar al agotamiento porque ven a su pastor que modela estar ocupado.

Esta es otra razón por la que es esencial que los pastores descansen y que los líderes de nuestras iglesias sepan que estamos descansando.

No quemes a la mejor gente que tienes. Examina como están tus obreros. Agradéceles regularmente. Crea descansos intencionados para que puedan tomar un respiro y ser ministrados, no solo ministrar.

Esto puede ser especialmente difícil en las iglesias más pequeñas, ya que encontrar una persona dispuesta, puede ser algo bastante difícil de encontrar. Pero esa es una razón más para proteger a los pocos trabajadores que tienes. No puedes permitirte perder a ninguno de ellos.

A veces, esto puede significar el cierre de un ministerio entero durante una semana o más si no puedes encontrar a alguien más para que lo haga. Es mejor perder el ministerio por un período de tiempo que perderlo permanentemente, junto con la valiosa persona que lo supervisa.

Reconocer. Esta pandemia presenta desafíos sin precedentes para todos los miembros del equipo de liderazgo de tu iglesia, incluyéndote. La necesidad constante de aprender, adaptarse y responder a las crisis puede ser abrumadora incluso para el líder más competente y el cristiano más fuerte. A veces los miembros del equipo que parecen menos afectados pueden ocultar sus verdaderas emociones porque no están acostumbrados a sentirse tan indefensos.

En mis años de trabajo con ministros, he notado una tendencia entre muchos pastores líderes a ser amables y amorosos con la mayoría de los miembros de la congregación, pero se convierten en directores de látigo en mano con el personal y los líderes voluntarios. Es probable que esta tendencia aumente a medida que enfrentemos los meses, e incluso los años, de recuperación que tenemos por delante.

Pastor, en este preciso momento los líderes de su iglesia pueden necesitar su presencia pastoral más que sus habilidades de liderazgo.

Si los miembros del personal de la iglesia y los voluntarios sienten que necesitan esconder su vulnerabilidad del pastor principal, el equipo de liderazgo está roto. Si se sienten libres de reconocer sus debilidades y pedir ayuda, el equipo se fortalecerá y la congregación será más saludable.

Conectarse. Si tu congregación es como la que yo sirvo, tus empleados y líderes claves han estado trabajando con mucho esmero en los últimos meses. Si has tenido que aislarte físicamente, puede que hayas realizado tus reuniones de liderazgo en línea. Estoy agradecido por la tecnología que nos permite hacer eso.

Sin embargo, también debemos reconocer que mientras la pantalla de la computadora se siente como una ventana, también crea una pared entre nosotros.

Una de las tareas importantes del pastor principal es facilitar relaciones sanas. Necesitamos pastorear a nuestros líderes con amabilidad y gracia, ayudándolos a mantenerse conectados en su vida espiritual, familiar y social.

Haz un hábito regular de preguntar a tus líderes: «¿Cómo está tu andar con el Señor últimamente? ¿Cómo están tus relaciones? ¿Hay algo que pueda hacer para ayudar a reconectarte, sanar cualquier división, o restaurar cualquier cosa que pueda estar rota?».

Los miembros de la iglesia

Adaptarse. Las iglesias de todo el país han tenido que reducir los ministerios a lo esencial en los últimos meses. En el proceso, muchos han descubierto que sus miembros eran más adaptables de lo que pensaban.

Algunos programas se quedaron inactivos porque las instalaciones estaban cerradas, o porque los participantes habituales estaban en grupos de alto riesgo. Ahora que estamos empezando a volver a algo más cercano a la normalidad, puede ser tentador apresurarse a volver a todos esos programas. Pero eso podría significar perder una oportunidad que tal vez nunca vuelva a suceder.

Uno de los cambios más difíciles y necesarios para muchas iglesias es la simplificación de los horarios de los ministerios. Las iglesias pequeñas en particular tienen una tendencia a asumir demasiado. Si estás pastoreando una iglesia que ha tenido una agenda muy ocupada, haz un balance de lo que es más importante.

Mira todos los ministerios y programas que has tenido que dejar de hacer o que hayas tenido que recortar en los últimos meses, y hazte esta simple pero vital pregunta: «Si no hubiéramos estado haciendo este programa o ministerio antes de la pandemia, ¿comenzaríamos a hacerlo ahora?». Si la respuesta es «no», no lo reinicies.

Al salir de esta temporada desafiante, no intentes volver a ocupar todo el horario de la iglesia con actividades. Mantén las cosas simples por el mayor tiempo posible. Es mejor invertir más tiempo, energía y dones en hacer bien uno o dos ministerios esenciales que restablecer una lista completa de programas y hacerlos con mediocridad.

Determina aprender las valiosas lecciones de esta dura temporada. Nunca habrá un mejor momento para ayudar a tus miembros a adaptarse a un horario de la iglesia más simple, pero más efectivo.

Descansar. Desde hace unas décadas, la mayor parte de nuestra enseñanza sobre el liderazgo de la iglesia ha sido sobre cómo llevar a cabo el cambio a una iglesia pasiva, cómo motivar a una congregación que está atascada. Se ha convertido en nuestro modo de ministerio por defecto para crear un ambiente donde la innovación, la creatividad y el cambio se producen de forma regular.

Pero ahora, el cambio no es algo que tengamos que crear. Está sucediendo a nuestro alrededor a un ritmo récord. Cuando la gente empiece a volver al edificio de la iglesia, no buscarán el cambio tanto como necesitarán la estabilidad. Es importante darles oportunidades para restablecer las relaciones y renovar las formas familiares de adoración.

Este no es el momento de introducir cambios, sino de navegar sabiamente por lo que ha cambiado.

Esta es una de las lecciones que me golpeó duro en mi regreso a la adoración en persona. Es otra razón para no apresurarse a volver a nuestra vida ministerial demasiado programada. Tenemos que dejar más tiempo de lo habitual para que la gente se detenga, adore, ofrende, confraternice y descanse en la presencia de Dios, entre su pueblo.

Reconocer. ¿Has notado últimamente lo rápido que la gente se enfada? ¿O que estalla en lágrimas? ¿O tiene esa mirada de miedo, así como los venados cuando ven las luces de un vehículo? En muchos casos, el desencadenante de estas respuestas emocionales es tan sorprendente y misterioso para ellos como lo es para las personas a su alrededor.

Podemos ayudar a la gente a lidiar con las causas de estas reacciones, y luego guiarlos hacia la esperanza, la salud y la sanidad a través de Cristo y su Iglesia.

Debemos reconocer que lo que causa gran angustia en una persona puede no molestar en absoluto a la persona que está a su lado, incluso cuando la cuestión es verdaderamente inquietante e importante. Esto se debe a que no están en el mismo lugar emocionalmente, y las personas tratan el dolor y el estrés de manera diferente.

No confundas la pasión emocional con la verdad eterna. Sólo porque alguien sienta algo fuerte no significa que lo valore profundamente. Por otro lado, la falta de reacción no significa que no afecte a alguien.

A menudo, un arrebato emocional es el resultado de esa pequeña y proverbial gota que colmó el vaso. Mientras trabajamos con los efectos de un tiempo traumático, no esperes que las reacciones de la gente sean razonables, equilibradas, o incluso equivalentes al problema que lo provocó. Nuestros desencadenantes emocionales no necesariamente coinciden con nuestro sistema de valores.

Conectarse. Esperamos llegar a una temporada de recuperación de una de las épocas más tumultuosas de la vida y el ministerio que la mayoría de nosotros ha experimentado. Por un tiempo, parecía que las noticias más importantes ocurrían en nuestras comunidades cada semana, si no es que sucedían cada día, y todas eran malas.

Pero, de todas las cosas horribles que hemos presenciado, ninguna me ha roto más el corazón que ver a los cristianos dividirse en vez de unirse. Y no hay duda de que eso también rompe el corazón de Dios.

Por otro lado, las iglesias que han sobrevivido, prosperado y han sido una bendición para los demás durante esta crisis tienen una cosa en común más que cualquier otra: la unidad en torno a Cristo y su misión.

Puede que haya gente en tu iglesia que no esté de acuerdo con la política, el uso de máscaras y otras cosas. Pueden ser de diferentes generaciones, grupos étnicos, razas y orígenes. Pero cuando la gente nos vea unidos, amándonos y sirviendo a nuestros vecinos a pesar de nuestras diferencias, querrán saber por qué.

La respuesta es Jesús. Cuando no estamos de acuerdo en todo lo demás, deberíamos ser capaces de permanecer unidos como seguidores de Cristo. Ahí es donde la Iglesia más debería brillar siempre.

Ahora más que nunca, los que estamos en posiciones de liderazgo en la iglesia debemos ayudar a nuestras congregaciones a enfatizar la misión por encima de todo.

A medida que el pueblo de Dios se reúne de nuevo, ya sea en persona, en línea o en un arreglo híbrido, las respuestas a nuestros problemas actuales no son diferentes de las respuestas a todos los demás problemas que hemos enfrentado: Adorar a Jesús. Amar a la gente. Discipular a los creyentes. Llegar a la gente perdida y quebrantada con las buenas nuevas de Cristo y de su crucifixión. E invitar al Espíritu Santo a moverse entre nosotros y traer la sanidad que solo Él puede proporcionar.

Karl Vaters es el pastor de enseñanza de Cornerstone Christian Fellowship (AD) en Fountain Valley, California,

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