Influence

 the shape of leadership

El pastor digno de confianza

La credibilidad debe ganarse, no darse por sentada

Scott Wilson on January 26, 2022

Qué oyen las personas de nuestra comunidad que no asisten a la iglesia cuando escuchan nuestra voz? ¿Qué ven en nuestras expresiones faciales? ¿Ven que nos acercamos a ellos con amor y compasión, o que nos alejamos con repugnancia? ¿O ven que nos acercamos a ellos con un palo en la mano?

Estas preguntas son relevantes, porque la confianza en los pastores ha estado deteriorándose en los últimos años. En una encuesta de Gallup en 1985, el 67% de los estadounidenses clasificó la honestidad y ética de los miembros del clero como «alta» o «muy alta». Para 2020, el porcentaje había bajado a un 39%. Los encuestados confiaban más en el clero que en los vendedores de coches y miembros del congreso, pero no es nada de qué jactarse.

En el pasado, las personas con frecuencia acudían a los pastores para que les dieran guía moral y les marcaran el curso a través de los tiempos difíciles, pero hoy en día no sucede con tanta frecuencia. ¿Cómo podemos ganarnos esa confianza de nuevo? Yo creo que debemos examinar minuciosamente cómo tratamos a las personas, tanto dentro como fuera de la iglesia.

Dentro

La salud empieza por casa, y la confianza en la comunidad está fundada sobre la confianza dentro de las paredes de la iglesia. En nuestra iglesia, yo he hecho el intento de concentrarme en cinco prioridades:

Primero, sé auténtico. Tal vez la acusación más común que solemos oír los pastores y otros líderes eclesiales es que somos hipócritas. Ven una desconexión entre lo que predicamos y cómo vivimos. Los jóvenes tienen antenas muy afinadas para detectar la autenticidad … o la falta de autenticidad. Cuando se dan cuenta de que no estamos siendo genuinos, más que salir caminando, ¡salen a las corridas!

¿Qué significa ser real? Cuando Martin Lutero clavó las 95 tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg, el primer punto en la lista era el siguiente: «Cuando nuestro Señor y Maestro Jesucristo dijo: ‘Arrepentíos’ (Mateo 4:17), quiso que toda la vida de los creyentes fuera de arrepentimiento».

Somos auténticos cuando llevamos una vida de arrepentimiento … no de propaganda, no de mantener la imagen, y no de juegos de poder. Esto significa que reconocemos nuestros errores y confesamos nuestros pecados. Desde luego que tenemos que ser sabios en cuanto a saber con quién hablamos abiertamente y cuánto decimos, pero tenemos que avanzar más hacia la vulnerabilidad y alejarnos de la autoprotección.

¿Por qué los cristianos — y en especial los pastores — son reacios a confesar y arrepentirse? Puede haber muchas razones, pero en 2 Corintios 7, Pablo distingue entre «la tristeza que proviene de Dios» y la «tristeza del mundo», y explica por qué la clase de arrepentimiento que conduce al segundo tipo de tristeza es tan repulsiva. La tristeza que proviene de Dios produce un arrepentimiento que nos vuelve a conectar con la gracia de Dios; nos recuerda que somos perdonados, amados y aceptados solo por gracia. En marcado contraste, la tristeza del mundo ocurre cuando confiamos en nuestra propia bondad para sumar puntos con Dios. Reconocer que no somos buenos nos aplasta, trayendo auto condenación y vergüenza, lo cual Pablo describe como un tipo de "muerte". Necesitamos experimentar la tristeza que proviene de Dios, y necesitamos enseñarla a nuestra gente.

Cuando somos honestos acerca de nuestros defectos, hablamos con más compasión de los defectos de los demás, y esta honestidad es tierra fértil donde la increíble gracia de Dios puede echar raíces y crecer. Si no tenemos esto, no tenemos nada en nuestro intento de fomentar la confianza dentro y fuera de la iglesia. Todo lo demás está basado en esto.

Segundo, satisface las expectativas y supéralas con creces. Una parte de ser honesto es fijar objetivos y plazos que tengan visión de futuro y que sean alcanzables. Si nuestras metas son poco realistas, frustramos a la gente, la cual nos ve como fracasados. Si apuntamos muy bajo, no inspiramos a que nadie vuele alto.

Cuando no satisfacemos las expectativas de los demás, su respeto por nosotros disminuye. El manejo de las expectativas no fomenta el respeto, pero contribuye a que no disminuya. La solución no es evitar los objetivos, plazos o una visión para algo mejor. Fomentamos el respeto cuando fijamos objetivos claros y alcanzables, comunicamos el progreso, y los alcanzamos.

Esto no significa que nuestro trabajo sea estar a la entera disposición de todos y que nuestro llamado sea satisfacer todas sus necesidades. A medida que crecen nuestras iglesias, deberíamos delegar sabia y apropiadamente y comunicar con claridad a nuestros líderes y a nuestra gente cómo está evolucionando nuestra función.

En un momento, caí en la cuenta de que estaba demasiado ocupado. En una reunión de la junta directiva, les pedí a todos que escribieran las responsabilidades que consideraban más importantes para mí como su pastor. Después de unos minutos, junté los papeles. A medida que leía las responsabilidades, le pedí a alguien que escribiera estas obligaciones sobre la pizarra blanca. Para cuando la lista tocó las 25, algunas personas se rieron. Cuando llegamos a las 39, todos se estaban riendo ... excepto yo. Sabía que el peso de sus expectativas me aplastaría porque nadie podía cumplirlas todas.

Fui por la lista, deteniéndome en cada obligación, y les pregunté: «¿Soy yo la persona que tiene que cumplir esta expectativa?»

Los miembros de la junta en seguida comprendieron que otra persona aparte de mí podía ocuparse de los puntos en la lista. Después de pasar por este proceso, quedaron solamente cuatro responsabilidades que solo yo podía asumir:

  • Visión: Proveer dirección para la iglesia.
  • Financiamiento: Asegurarme de mantener a la iglesia dentro del presupuesto.
  • Personal: Gestionar a todo nuestro personal.
  • Predicación: Ser el comunicador principal los fines de semana.

A veces, recuerdo un suceso y pienso: Señor, no tenía ni idea de lo importante que sería esto, ¡pero Tú me salvaste de un mundo de problemas guiándome a hacer eso!

Si nuestra junta no hubiera participado en esa conversación, hubiera habido muchísimos registros de logros. Todos los que estaban presentes en la sala hubieran tenido su propia serie de expectativas. Si hubiera tratado de cumplirlas todas, hubiera satisfecho a algunos y decepcionado a otros. Hubiera fluctuado en prácticamente cada decisión tomada en base a sus aprobaciones y desaprobaciones. Tener un solo registro de logros con expectativas claras me dio la oportunidad de ganarme el respeto de la junta.

Con eso en orden, pude enfocarme en exceder sus expectativas, entregando más de lo que esperaban, algo mejor de lo que esperaban, y más rápido de lo que esperaban. El respeto que otros te tienen se corroe cuando no satisfaces sus expectativas. Cuando sí las satisfaces, el respeto es relativamente constante. Es más, aumenta a tal punto que excede sus expectativas.

No basta con solo informar a las personas influyentes de tus decisiones. Tienes que incluirlos en el proceso de la toma de decisiones. Si ni siquiera hablas con ellos antes de hacer un anuncio, puedes esperar un serio retroceso. Si les informas pero no los invitas a participar en las deliberaciones, tal vez acepten tu decisión a regañadientes, pero no te darán su respaldo absoluto. Pero si tomas el tiempo para reunirte con ellos antes de hacer un anuncio — y abres tu corazón, escuchas sus aportes y ajustas tu plan en base a su contribución sabia — casi seguro te brindarán su apoyo. Si esto te suena a algo que va a llevar demasiado tiempo, no te dejes engañar. Apagar incendios lleva muchísimo más tiempo ... y el melodrama hace que disminuya el respeto que te tienen.

Cada persona influyente tiene dos baldes metafóricos: uno está lleno de agua y, otro, de gas. Cuando los pequeños fuegos de descontento empiezan después del anuncio de una nueva estrategia, las personas influyentes tomarán uno de los baldes. El que elijan tomar dependerá de cuánto los has incluido en el proceso. Si no confían en ti, el gas que derramen sobre la situación creará un infierno virulento.

Tercero, crea un proceso saludable para la toma de decisiones. Después de muchos años de prueba y error (más que nada de error), aprendí que deben implementarse tres cosas para que yo pueda tomar buenas decisiones: datos precisos, asesoramiento profesional y un grado de aceptación de personas influyentes clave.

Yo reúno a mi equipo y simplemente pregunto: «¿Qué datos necesitamos para poder tomar una buena decisión?» He aprendido que el tiempo que se invierte para recibir asesoramiento de gente sabia y cristiana bien vale la pena. Y he encontrado que cuando las personas influyentes clave no se sienten incluidas se distanciarán, o peor aun, llegarán a ser antagonistas. La confianza crece cuando la gente se siente valorada en las decisiones más importantes.

Cuarto, nunca dejes de crecer. Cuando un líder está creciendo, otros tendrán ganas de unirse y contribuir, y la organización casi seguro crecerá. Los líderes estancados no causan entusiasmo, no promueven la visión ni fomentan la confianza.

Quinto, soluciona tus problemas. Esto retoma la autenticidad. Todos tenemos problemas. Tú lo sabes, y tu gente lo sabe. Pero ellos están preguntando: «¿Ves tus problemas como yo los veo?»

Somos auténticos cuando llevamos
una vida de arrepentimiento …
no de propaganda,
no de mantener la
imagen, y no de
juegos de poder.

Establece una cultura donde la gente se sienta cómoda dando retroalimentación sincera. Pierdes su respeto cuando ellos creen que tú no eres consciente de tus problemas, que no puedes hacer nada al respecto, o que no estás dispuesto a lidiar con ellos. No hacer nada respecto de problemas evidentes compromete la credibilidad y la honradez.  

Fuera

Una cultura de confianza dentro de la iglesia da a los pastores credibilidad y seguridad para alcanzar a la gente que no es religiosa. En el clima político actual, me temo que demasiadas personas conciben que la iglesia (y sus pastores) está más afiliada a un partido político que a Jesús. Corremos el riesgo de perder a una generación que se aleja, repugnada, porque parecemos estar más interesados en la política que en el reino de Dios, o por lo menos ésa es su percepción. Antes de que me des por perdido y des vuelta la página, déjame asegurarte de que tengo creencias profundas acerca de lo que Norteamérica debería ser y puede ser, así que concédeme la honra de leer el resto de lo que tengo para decir.

Tengo tres filtros que determinan lo que digo y cómo lo digo:

1. Dios me ha llamado a alcanzar a los perdidos ... a todos los perdidos. No me ha llamado a alcanzar solo a aquellos que se inclinan por mis opiniones políticas. Me ha llamado a alcanzar a gente de color y a gente blanca, a gente gay y a gente heterosexual, a los de adentro y a los de afuera, a demócratas y a republicanos. Cuando demostramos compasión genuina por todas las personas, les llamará la atención a nuestras comunidades.

Sin duda, recibiremos duras críticas de otros cristianos. Si eso sucede, estamos en buena compañía. En la escena inicial de Lucas 15, Jesús pasaba el rato con los cobradores de impuestos y pecadores. Los cobradores de impuestos colaboraban con los romanos, así que eran muy despreciados por ser traidores, y el término «pecadores» se aplicaba a cualquiera que no estuviera a la altura de los principios morales de los líderes religiosos.

El panorama que se nos presenta es que los marginados se sentían completamente cómodos con Jesús. No se sentían juzgados y tampoco llegaban a la conclusión de que ellos eran Su proyecto del día. Se sentían amados y aceptados. Lucas 15:2 dice: «De modo que los fariseos y los maestros de la ley se pusieron a murmurar: 'Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos'».

Comer con alguien significa aceptación. Las tres historias que Jesús contó eran: la de un pastor que fue a buscar a una oveja perdida, la de una mujer que se quedó en casa para buscar una moneda perdida, y la de un padre que salió corriendo para saludar a su hijo perdido, que estaba regresando a casa. La cuestión es que los líderes religiosos no trataron de alcanzar a las personas a las que Dios amaba. En vez de eso, condenaron a Aquel que sí les extendió una mano.

2. Dios me llamó para hacer más y mejores discípulos. La Gran Comisión nos llama a ir a «todas las naciones». Interpreto que significa todas las culturas, aquellas en las que me siento cómodo y aquellas en las que no me siento en casa. Dios no tiene más preferencia por un grupo de personas que otro.

Jesús se quitó las vestiduras de gloria para ir a las personas de poco mérito, para recibir el castigo que merecíamos, y para amarnos profusa y sacrificialmente. Si la Gran Comisión nos llama a amar a la gente que es diferente de nosotros, tenemos el máximo ejemplo en Jesús. Él nos amó cuando éramos diferentes en todo aspecto, sin absolutamente nada para ofrecerle.

3. Dios me ha llamado a tener «un doble impacto de reino». El evangelio de Mateo nos da la parábola de las bolsas con oro. Cuando el amo puso a tres siervos a cargo de su riqueza, aquel a quien él confió cinco bolsas de oro ganó cinco más, y aquel con dos bolsas ganó otras dos. El amo elogió a ambos siervos cuando regresó a casa. Pero aquel que recibió una bolsa tenía miedo y la escondió en la tierra. No estaba dispuesto a arriesgarse, así que no tuvo ganancia por no haber invertido.

Yo quiero ir a donde «la cosecha es grande, pero los obreros son pocos», a «las calles y los callejones» donde la gente está lejos de Dios y necesita un Salvador (Mateo 9:37, Lucas 14:21). Ahí es donde quiero invertir mis energías y mi corazón.

Nuestra nación se ha polarizado profundamente. No es solo que tenemos diferentes opiniones (ése siempre ha sido el caso), sino que más que nunca deshumanizamos y demonizamos a aquellos que no están de acuerdo con nosotros. No estoy hablando únicamente de la gente extremista; estoy hablando de muchos de nosotros, los pastores.

Conozco a un pastor que recientemente alentó a su congregación a «humillar a los liberales». Él dio por sentado que todos los que estaban ahí eran republicanos, pero ¿cómo se habrá sentido alguien que se inclina a la izquierda durante el servicio religioso? De hecho, él estaba eliminando a la mitad de la nación a la hora de oír el evangelio.

Por favor, no me malinterpretes. No estoy abogando por un estilo de cristianismo sentimental y suavizado. Pero sí estoy abogando por la verdad y el amor, y no la verdad comunicada con dureza que está desprovista del amor y la bondad de Dios. He visto a pastores ponerse tan histéricos ante los reclamos de fraude electoral y los mandatos de usar mascarillas y vacunarse que perdieron la oportunidad de guiar a su gente con sabiduría y gracia.

En su última carta, Pablo le escribió lo siguiente a Timoteo:

No tengas nada que ver con discusiones necias y sin sentido, pues ya sabes que terminan en pleitos. Y un siervo del Señor no debe andar peleando; más bien, debe ser amable con todos, capaz de enseñar y no propenso a irritarse. Así, humildemente, debe corregir a los adversarios, con la esperanza de que Dios les conceda el arrepentimiento para conocer la verdad, de modo que se despierten y escapen de la trampa en que el diablo los tiene cautivos, sumisos a su voluntad (2 Timoteo 2:23-26).

Miroslav Volf creció en Croacia durante las Guerras de los Balcanes y presenció la muerte de su hermano. Después, tuvo que lidiar con la gracia de Dios y el mandamiento de perdonar. Finalmente encontró descanso en una verdad profunda: la experiencia del perdón lleva a conceder el perdón. En su libro, Exclusion and Embrace (Exclusión y acogida), Volf escribe: «El perdón falla porque yo excluyo al enemigo de la comunidad de seres humanos al excluirme a mí mismo de la comunidad de pecadores».

Efesios 4:31-5:2 dice: «Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados,y lleven una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios».

No estoy argumentando a favor o en contra de una plataforma política. Sencillamente te estoy alentando a que veas a la gente que no está de acuerdo contigo como personas creadas en la imagen de Dios, a quienes Jesús ama tanto que murió por ellas. Son valiosas para Él, y Él se deleita en darles la bienvenida, a pesar de lo que hayan hecho y más allá de lo que crean. Ésa es la razón por la cual los pecadores se reunían con Jesús. Ésa es la razón por la cual sabían que Él los amaba.

¿Oye la gente de nuestras comunidades el amor de Jesús cuando nosotros hablamos? ¿Ven ellos su compasión en nuestros rostros cuando los miramos? Las olas actuales de reclamos y resentimiento están basadas en algunas verdades dolorosas de que las cosas no son como deberían ser, pero nuestro llamado es presentar el amor de Jesús, su sabiduría y poder, muchísimo más que cualquier posición política.

De hecho, me he propuesto evitar completamente cualquier mención de temas políticos en mis prédicas y mi tarea pastoral. Claro que puedo hablar acerca de asuntos particulares, pero quiero anunciar a Jesús a la gente y no a un político o partido político.

Necesitamos saber cuándo es tiempo de cambiar el curso antes de que sea demasiado tarde. Cuando Billy Graham tenía 92 años, un periodista le preguntó si se lamentaba de algo.

Graham dijo que hubiera deseado haber pasado más tiempo con su familia. Y luego añadió: «También hubiera evitado a toda costa la política».

Recordó haber sido un pastor a los presidentes, pero que también había decidido ir más allá del pastorado para avalar la campaña política de Richard Nixon.

«Estoy agradecido por las oportunidades que Dios me dio para ministrar a gente en las altas esferas», dijo Graham. «La gente en el poder tiene necesidades espirituales y personales como cualquier otra, y a menudo no tiene con quien hablar. Pero en retrospectiva, sé que a veces me pasé de la raya, y ahora no lo haría».

A todo nuestro alrededor, la gente — incluso los cristianos — está demandando sus derechos. Pero nuestro Rey renunció a sus derechos, se vació a sí mismo y sufrió por causa de los demás.

Pablo lo expresó así en Filipenses 2:5-8:

Aunque era Dios, no consideró que el ser igual a Dios fuera algo a lo cual aferrarse. En cambio, renunció a sus privilegios divinos; adoptó la humilde posición de un esclavo y nació como un ser humano. Cuando apareció en forma de hombre, se humilló a sí mismo en obediencia a Dios y murió en una cruz como morían los criminales.

Como pastores, podemos ganarnos el respeto de la gente dentro de nuestras iglesias al ser honestos, considerados y responsables, y podemos ganarnos el respeto fuera de nuestras paredes al apoyarnos fuerte en Jesús y alejarnos de posiciones políticas divisivas.

Scott Wilson es el pastor global y fue pastor principal de Oaks Church en Red Oak, Texas. Es el fundador de 415 Leaders (415 Líderes), una comunidad de padres y madres espirituales fructíferos con una visión de que cada pastor debería tener padres espirituales, y ha creado Ready Set Grow, un ministerio para ayudar a las iglesias a experimentar un crecimiento exponencial.

Este artículo aparece en la invierno 2022 de la revista Influence.

RECOMMENDED ARTICLES
Advertise   Privacy Policy   Terms   About Us   Submission Guidelines  

Influence Magazine & The Healthy Church Network
© 2024 Assemblies of God