Volver a encontrar la Palabra de Dios
Necesitamos llamar a los creyentes de vuelta a la Biblia
Una de mis experiencias más preciosas como joven cristiano fue aprender a escuchar la voz de Dios.
Una amiga, a la que llamaré Brenda, también estaba ansiosa por escuchar a Dios. Pero después de un tiempo, ella dejó de leer la Biblia.
«Los personajes de las Escrituras oyeron a Dios», explicó Brenda, «y yo también. Puesto que puedo oír a Dios por mí misma, ¿por qué necesito leer sobre lo que ellos oyeron?»
Mi preocupación por esta situación se intensificó cuando Brenda vino a verme un día con su última revelación, en la que afirmaba que los cristianos se convertirían algún día en el cuarto miembro de la Trinidad.
Dejando a un lado los problemas aritméticos, yo sabía que la afirmación era teológicamente peligrosa.
«Eso no está en la Biblia», objeté.
«Claro que no», dijo Brenda. «Apenas fue revelado la semana pasada».
Para mi alivio, Brenda acabó dándose cuenta de que estaba equivocada. En primer lugar, ignorar la prioridad de las Escrituras fue lo que le permitió violar sus límites doctrinales.
Aunque aprendamos de la experiencia, las tradiciones y los líderes espirituales, las Escrituras deben seguir constituyendo nuestro fundamento.
Cuando Josías, de 8 años, se convirtió en rey, siguió a Dios (2 Reyes 22:1-2). Pero Josías no conocía la Ley de Dios, a pesar de que el rey debía estudiarla todos los días (Deuteronomio 17:18–20).
Aunque Dios había dado a Israel el privilegio especial de tener Su Ley, el pueblo la había olvidado durante el largo y pecaminoso reinado de Manasés.
Cuando Josías tenía 26 años, ordenó reparar el templo. En la antigüedad, se guardaban documentos fundacionales en los edificios públicos, incluidos los templos.
Durante las restauraciones, el sumo sacerdote descubrió el libro de la Ley. Cuando el escriba real se lo leyó a Josías, el rey se dio cuenta de que Judá había estado desobedeciendo a Dios. ¡Las maldiciones de la Ley condenaban claramente a Judá!
Incluso entre quienes leen la Biblia con regularidad, ¿cuántos se sienten conmovidos con lo que leen?
Josías por su parte, rasgó sus vestiduras en señal de duelo. Realmente creía en las advertencias de Dios. Y la forma en que Josías honró las Escrituras cambió el curso de la historia.
Al igual que la generación de Josías, la Iglesia de hoy necesita volver a la Palabra de Dios. La proporción de adultos estadounidenses que interactúan personalmente con las Escrituras fuera de la iglesia disminuyó 15 puntos porcentuales en la última década, del 53% en 2014 al 38% en 2024, según la American Bible Society (ABS, disponible solo en inglés).
Subrayando la necesidad de un nuevo despertar, Joseph Castleberry se lamentaba en el número de invierno de 2025 de Influence: «Muchos cristianos desconocen los fundamentos de las Escrituras y rara vez las leen por iniciativa propia».
Palabra Santa
El rey Josías escuchó la Ley (2 Reyes 22:10), reconoció sus implicaciones (versículo 11), y luego buscó una comprensión más completa mediante la percepción profética (versículos 13–20).
Jesús se enfrentó a los líderes religiosos de su tiempo que ignoraban las Escrituras para defender sus tradiciones (Marcos 7:9).
Después de rasgar sus vestiduras, Josías envió a sus siervos a preguntar a la profetisa Hulda. Ella confirmó lo que Josías ya sospechaba: El juicio estaba en el horizonte (versículo 16). Pero como Josías se había tomado tan en serio el mensaje de Dios, ese juicio no llegaría durante su vida (versículos 18–20).
Seamos como Josías y otros que tiemblan ante la revelación de la Escritura.
Esdras dirigió una oración de arrepentimiento tras reunir a «…todos los que temblaban ante las palabras del Dios de Israel…» (Esdras 9:4, NTV).
Aunque perseguido, el salmista declaró: «…mi corazón tiembla únicamente ante tu palabra» (Salmo 119:161, NTV).
El Señor dijo a Isaías: «Bendeciré a los que tienen un corazón humilde y arrepentido, a los que tiemblan ante mi palabra» (66:2, NTV).
Las Escrituras nos invitan a meditar en la verdad de Dios día y noche (Josué 1:8; Salmos 1:2). Muchas voces compiten por nuestra atención, pero nada se compara con la Palabra de Dios. ¿Por qué querríamos meditar en otra cosa?
No hay sustitutos
El autor de Dios no está muerto, Rice Broocks, me dijo en broma que el cristianismo desvinculado de la Biblia es como el cliché de la lucha libre profesional en el que el luchador malo pretende que noquea al árbitro para que no haya más reglas.
Durante la Edad Media, pocas personas sabían leer y la mayoría no poseía libros. Los cristianos tenían que confiar en lo que los ministros les decían sobre las Escrituras.
En la actualidad, el 77% de los estadounidenses posee al menos un ejemplar de la Biblia, según la ABS. Incluso podemos acceder a las Escrituras en los dispositivos electrónicos que la mayoría de nosotros llevamos en el bolsillo. Sin embargo, demasiados cristianos siguen dependiendo de otros (predicadores o, peor aún, de las redes sociales) para que les digan lo que dice la Palabra de Dios.
En lugar de aprovechar las grandes oportunidades de leer la Biblia por sí mismos, muchos creyentes están descuidando las Escrituras. Después de todo, ¿quién necesita leer la Biblia cuando hay tantas figuras públicas que se ofrecen a hacernos un resumen de ella?
Regresar a las Escrituras nos desprende de las autoridades alternativas, de la experiencia personal y de las opiniones humanas.
Juan Wesley se apoyaba en la experiencia, la tradición y la razón, pero las juzgaba todas a la luz de las Escrituras, su principal autoridad.
Las Escrituras nos invitan a abrazar la experiencia del Espíritu (por ejemplo, Hechos 15:4,7-8,12,14). Pero la Biblia, donde prácticamente todos los cristianos podemos encontrarnos y trabajar a partir de una base común, también establece límites divinamente ordenados para interpretar la experiencia.
Lamentablemente, algunos maestros carismáticos utilizan hoy el nombre del Espíritu para socavar las Escrituras, valorando su «revelación» del significado de un texto por encima de lo que el tercer miembro de la Trinidad inspiró al autor bíblico a decir en su contexto.
Incluso los profetas bíblicos a veces malinterpretaron a Dios (por ejemplo, 1 Samuel 16:6-7; 2 Samuel 7:3-4; Hechos 21:4,11–14), pero la Biblia no es solo una colección de lo que comprendieron algunas personas. Es un canon, un término que significa vara de medir. Así es como evaluamos cualquier otra afirmación sobre la revelación.
Hubo muchos falsos profetas en Judá antes de que Jerusalén cayera en manos de los babilonios, pero Jeremías pronunció el verdadero mensaje de Dios.
Aunque la generación de Jeremías lo rechazó en gran medida, pronto se hizo evidente quién había profetizado la verdad (2 Crónicas 36:22; Esdras 1:1; Daniel 9:2). En consecuencia, los escritos de Jeremías se incluyeron en la Biblia, mientras que las palabras de los falsos profetas cayeron en el olvido.
Las profecías requieren una prueba (1 Corintios 14:29; 1 Tesalonicenses 5:20–22). Y la primera prueba de la profecía es si concuerda con lo que Dios ya ha revelado en las Escrituras.
Toda la Escritura es inspirada por el Espíritu y beneficiosa para todo tipo de buenas obras que deben hacer los ministros, como enseñar y corregir (2 Timoteo 3:16–4:2). Esto es aún más importante en la era de la posverdad, en la que los consumidores religiosos siguen a quienes les dicen solo lo que quieren oír (4:3-4).
Los críticos del Primer Gran Despertar denunciaron las expresiones emocionales presentes, como el llanto o las caídas. Jonathan Edwards respondió que éstas no descalificaban el verdadero avivamiento. Edwards insistió, sin embargo, en que las marcas distintivas del verdadero avivamiento incluyen vidas transformadas que guardan conformidad con la Palabra de Dios.
Muchos de los primeros pentecostales creían que el suyo sería el último avivamiento para evangelizar el mundo antes del regreso de Cristo.
Amar las Escrituras es una expresión de amor a Dios.
Smith Wigglesworth, conocido por su ministerio de sanidad, estaba entre ellos. Sin embargo, hacia el final de su vida, a Wigglesworth le preocupaba que muchos de sus compañeros pentecostales se centraban tanto en las experiencias espirituales que descuidaban la Biblia.
Uno de sus asociados recuerda que en 1947, Wigglesworth profetizó su expectativa para el futuro. Algún día, el pueblo de Dios combinaría la Palabra y el Espíritu, y eso produciría un avivamiento como el mundo nunca había visto.
El Espíritu da testimonio de la Palabra, que Él mismo inspiró. Y la Palabra nos invita a escuchar al Espíritu. No podemos abrazar verdaderamente a uno sin la otra.
Al igual que la experiencia, la tradición debe ceder ante la autoridad de la Biblia. Muchas tradiciones antiguas y modernas de la Iglesia aportan sabiduría. Sin embargo, las tradiciones nunca deben sustituir a la Palabra de Dios.
Jesús se enfrentó a los líderes religiosos de su tiempo que ignoraban las Escrituras para defender sus tradiciones (Marcos 7:9).
Por supuesto, todos somos vulnerables al error de caer en la tradición. Durante mi tiempo en el Central Bible College, un compañero y yo estábamos debatiendo un punto doctrinal menor.
Al final de la discusión, mi amigo reconoció que su interpretación de lo que decía la Biblia sobre el tema era errónea. Sin embargo, insistió en que seguiría creyendo en esa interpretación errónea porque era lo que siempre había escuchado durante su infancia.
A pesar de que compartíamos la convicción de que la Biblia es la Palabra de Dios, mi amigo se obstinaba en preferir la tradición a la revelación bíblica.
Al igual que la experiencia y la tradición, la razón puede ayudarnos a comprender la Palabra de Dios, pero en última instancia está sujeta a ella.
No faltan ministros que se autopromocionan en Internet y que hacen afirmaciones bíblicamente cuestionables sin reconocer argumentos de lo contrario.
Mientras tanto, algunos teólogos liberales socavan lo que la Biblia enseña sobre cosas como la moral sexual y los milagros.
Pero, como aprendió Job, Dios es infinitamente más inteligente que las personas que creen saberlo todo (Job 38–41).
La Biblia desafía regularmente a nuestra cultura dominante. ¿Qué debemos hacer, por ejemplo, cuando una enseñanza bíblica concreta difiere de la plataforma de nuestro partido político favorito en ese punto? ¿Qué ocurre cuando las Escrituras enseñan algo sobre sacrificarse por Jesús que nadie a nuestro alrededor parece tomar en serio?
La Palabra de Dios nos desafía a todos. A veces nos provoca incomodidad, como cuando leemos la historia del joven rico (Mateo 19:16-30). Muchos comentaristas se esfuerzan más por explicar lo que ese relato no nos exige que lo que sí nos exige.
Las Escrituras también pueden hacernos sentir incómodos al desafiarnos a una fe mayor. Por ejemplo, es fácil criticar a Pedro por hundirse cuando intentó caminar sobre el agua, aunque, como los otros discípulos, la mayoría de nosotros ni siquiera salimos de la barca.
Debemos nutrir al rebaño con delicadeza y asegurarnos de que nuestro modo de hablar esté lleno de gracia. Pero si queremos presentar a nuestros oyentes maduros en Cristo (Colosenses 1:28), no podemos limitar todo el consejo de Dios (Hechos 20:26-27) a sus elementos más comercializables.
Volver a las Escrituras
Como subraya Castleberry, «Hay una necesidad desesperada de predicación y enseñanzas bíblicas eficaces. Tal comunicación requiere pasión por el estudio de la Palabra».
Aunque otros también pueden enseñar la Palabra (Colosenses 3:16), Dios ha asignado esta función especialmente a los pastores (1 Timoteo 3:2; 4:13–16; 2 Timoteo 2:24; Tito 1:9). Y cuando los creyentes no se dedican a las Escrituras, los pastores tienen la mayor responsabilidad de remediar la situación.
Esta es la misma responsabilidad que Dios dio a los sacerdotes del Antiguo Testamento, aunque a menudo fracasaron en asumirla (Levítico 10:8–11; Deuteronomio 31:9–11; Oseas 4:5-6,9).
La autoridad espiritual no significa mangonear a la gente. Más bien, Dios encomienda a los líderes ministeriales la tarea de enseñar a las personas y llamarlas a Su Palabra. Podemos confiar en que Su Espíritu hablará a través de nosotros mientras obedecemos fielmente ese llamado.
El verdadero Evangelio tiene una enorme competencia. Los dispositivos electrónicos distraen continuamente a la gente de lo que más importa. Y algunas enseñanzas en línea se ajustan a la descripción de Proverbios 18:2: «A los necios no les interesa tener entendimiento; solo quieren expresar sus propias opiniones» (NTV).
Nuestra meta debe ser escuchar a Dios más que a la tradición o a nuestros propios deseos.
Incluso la mayoría de los que asisten regularmente a la iglesia escuchan a sus pastores solo una vez a la semana, una dieta espiritual inadecuada de por sí. Por tanto, en nuestra predicación debemos animar a los oyentes a leer la Biblia ellos mismos.
Deuteronomio 6:5-6 dice: «Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Debes comprometerte con todo tu ser a cumplir cada uno de estos mandatos que hoy te entrego» (NTV).
Amar las Escrituras es una expresión de amor a Dios. El Señor instruyó a Su pueblo a hablar de las Escrituras dondequiera que estuvieran, a cualquier hora del día (Deuteronomio 6:7). Debían rodearse de recordatorios de las verdades de Dios (Deuteronomio 6:8-9).
Si vamos a predicar el compromiso bíblico, debemos modelarlo nosotros mismos. Embutirse el sábado por la noche para el sermón del domingo puede funcionar en un apuro, pero un hábito regular de estudio de la Biblia hace más fácil vivir y predicar la verdad de Dios.
Esdras se dedicó a tres cosas: estudiar, vivir y enseñar las Escrituras (Esdras 7:10). Los líderes ministeriales de hoy deben hacer lo mismo.
Los pastores también pueden ayudar a mejorar la lectura de la Biblia mediante la predicación expositiva, es decir, explicando todo un pasaje a la vez en lugar de centrarse en un solo versículo o tema.
Algunos modelos populares de predicación hacen hincapié en las historias personales. Las ilustraciones pueden ser extremadamente valiosas para comunicar un punto. Sin embargo, en la crisis actual de disminución del compromiso bíblico, necesitamos mantener en el centro la única fuente que sabemos que es verdadera: las Escrituras.
Los predicadores deben prestar atención al contexto. Me parece que incluso muchos seminaristas emplean habitualmente versículos según el uso común en lugar de considerar lo que significan en su contexto.
Los estadounidenses vivimos en una cultura de fragmentos sonoros, de meras pepitas intelectuales recortadas por conveniencia. En la Iglesia, a menudo oímos y utilizamos fragmentos de la Biblia, y subsistimos a base de dietas espirituales blandas que alguien ya ha masticado por nosotros.
Cuando enseño en Nigeria, puedo empezar un versículo y esperar que mis alumnos lo terminen. Pero en Estados Unidos, a veces tengo que explicar que estoy citando las Escrituras antes de que los oyentes reconozcan la alusión.
Seguir un tema a través de un libro bíblico concreto es una forma de predicar por temas sin perder el contexto. Dios inspiró a los escritores bíblicos libro por libro. Los primeros cristianos solían escuchar la lectura completa de un libro, como Marcos o Romanos.
La mayoría de los que asisten a la iglesia hoy en día no se sientan a leer la Biblia durante una hora, pero podemos explicar un pasaje o un tema a la luz del contexto del libro.
A medida que los congregantes utilizan las redes sociales, podemos recomendarles algunos de los recursos en línea más útiles, como Proyecto Biblia, o podcasts y videos de eruditos y expositores sólidos, bíblicamente fieles y guiados por el Espíritu.
Los miembros de la Iglesia con aversión a la lectura pueden escuchar la Biblia, una práctica especialmente atractiva para las narraciones bíblicas.
Escuchar la Biblia es una práctica consagrada en el tiempo. Muchos de los primeros cristianos no sabían leer, y la mayoría carecía de ejemplares personales de las Escrituras, por lo que aprendían escuchándolas.
Sin embargo, algunos argumentos detallados de la Biblia invitan a un estudio minucioso. Esto llama a la disciplina de la lectura atenta. Marcar y anotar las observaciones ayuda a mantener al lector atento y comprometido con el texto. En la interpretación, el contexto siempre importa, y los antecedentes son valiosos.
Por encima de todo, debemos acercarnos a la Biblia con un corazón sincero. Nuestra meta debe ser escuchar a Dios más que a la tradición o a nuestros propios deseos.
Como nos enseñan las Escrituras: El temor (la reverencia) del Señor es el principio del conocimiento y de la sabiduría (Salmo 111:10; Proverbios 1:7; 9:10, NTV).
Dios nos ha encomendado traer a su Iglesia de vuelta a su santa Palabra. Su unción estará a la altura de la tarea. Nuestro anhelo es que esta generación preste atención a la Escritura, como lo hizo Josías, y que como Esdras dediquemos nuestros corazones a entenderla, obedecerla y enseñarla.
Craig Keener, Ph.D., es el Profesor F.M. y Ada Thompson de Estudios Bíblicos de Asbury Seminary en Wilmore, Kentucky, y un ministro ordenado de las Asambleas de Dios.
Este artículo aparecerá en la edición de primavera de 2025 de la revista Influence.
Influence Magazine & The Healthy Church Network
© 2025 Assemblies of God