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Caminos de renovación

Cómo y cuándo liderar el cambio en su iglesia

Justin Irving on August 7, 2024

Para bien o para mal, vivimos en un mundo en constante cambio. Y el ritmo del cambio parece ir en aumento, tanto dentro como fuera de la Iglesia.

Liderar procesos de cambio es parte del ministerio. La cuestión no es si una congregación cambiará, sino cuándo y cómo sucederá.

Algunos cambios son rápidos e inesperados, como la transición a los servicios en línea que muchos pastores afrontaron durante la pandemia de COVID-19.

Otros cambios son graduales y deliberados. Por ejemplo, añadir un servicio o pasar a una estructura multisitio requiere tiempo y planificación.

En cualquier circunstancia, los líderes de la iglesia deben reconocer cuándo el cambio es apropiado y desarrollar estrategias para guiar a la gente en el proceso.

Esto no es nada nuevo. Desde el primer libro de la Biblia, Dios ha estado llamando a Su pueblo a cambiar.

En Génesis 12:1, el Señor le dijo a Abraham: «Deja tu tierra, tus parientes, la casa de tu padre y ve a la tierra que te mostraré».

A esta orden siguió una serie de proclamaciones de bendición:

«Haré de ti una nación grande
y te bendeciré;
haré famoso tu nombre,
y serás una bendición.
Bendeciré a los que te bendigan
y maldeciré a los te maldigan;
¡por medio de ti serán bendecidas
todas las familias de la tierra!» (vv. 2–3).

Las promesas de bendición de Dios comenzaron con un cambio cuando llamó a Abraham a vivir en otro lugar, en una nueva comunidad y con un nuevo estilo de vida.

En respuesta, «Abram partió, tal como el Señor le había ordenado» (v. 4). Por la fe, Abraham adoptó y emprendió la visión de cambio de Dios, a pesar de las incertidumbres (Hebreos 11:8).

Aunque es comprensible el deseo de no cambiar y seguir caminos que hemos recorrido muchas veces, no es una expectativa realista. El cambio es parte de la vida. También es un aspecto importante del seguimiento de Dios.

Cuando el pueblo de Israel experimentó dificultades durante su viaje a la Tierra Prometida, buscó pecaminosamente volver a la familiaridad de Egipto. Sin embargo, este no era el plan de Dios (Números 14:1–4).

Josué dio un paso adelante con una perspectiva diferente. Él tuvo una visión de un futuro mejor al que Dios los estaba guiando:

«La tierra que atravesamos y exploramos es increíblemente buena. Si el Señor se agrada de nosotros, nos hará entrar en ella. ¡Nos va a dar una tierra donde abundan la leche y la miel! Así que no se rebelen contra elSeñorni tengan miedo de la gente que habita en esa tierra. ¡Ya son pan comido! No tienen quién los proteja, porque elSeñor está de parte nuestra. Así que, ¡no les tengan miedo!» (Números 14:7–9).

Josué vio la Tierra Prometida con ojos de fe. Confiando en Dios para emprender el viaje, se negó a permitir que el miedo paralizara el progreso.

 

Una base para el cambio

Seguir a Dios significa ir adonde él nos guíe, y a veces eso implica aventurarse en lugares nuevos o desconocidos.

Porque Dios es el mismo en cada generación, podemos estar seguros de que Él no nos dejará donde estamos: ni a nosotros, ni a nuestras congregaciones. Nos esperan cosas nuevas.

Como en la historia del peregrinaje de Israel por el desierto, la perspectiva del cambio puede generar miedo e incertidumbre. Sin embargo, los creyentes tenemos un fundamento de fe y esperanza. Pertenecemos a un reino inconmovible y servimos a un Dios que no cambia.

Malaquías 3:6 proclama, «Yo, el Señor, no cambio». Hebreos 13:8 nos dice que, «Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por siempre».

Aquel que trae renovación y cambio a nuestra vida y a nuestras comunidades es constante en su naturaleza y carácter.

A lo largo de las Escrituras, Dios conduce a su pueblo por caminos redentores, transformando corazones, situaciones y paradigmas. Los Salmos invitan al pueblo de Israel a cantar «un cántico nuevo» (Salmos 96:1; 98:1).

En Isaías, el Dios «que abrió un camino en el mar» y una «senda a través de las aguas caudalosas» anticipa que hará «algo nuevo» (43:16,19). La historia del éxodo fue gloriosa, pero no fue el último acto de la narrativa redentora. Con Dios, siempre hay nuevas maravillas en el horizonte.

Jeremías habla de «un nuevo pacto», una profecía que Jesús cumplió en última instancia (Jeremías 31:31; Lucas 22:20; Hebreos 9:15).

Ezequiel ve a Dios transformando corazones de piedra, dando a su pueblo un «espíritu renovado» y un «corazón de carne» (Ezequiel 11:19; 36:26).

En el Evangelio de Juan, Jesús emite y demuestra «un mandamiento nuevo…: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros» (Juan 13:34). Este nuevo paradigma testifica que somos sus discípulos (v. 35).

Tras su drástico cambio de perseguidor a predicador, el apóstol Pablo da testimonio de la «vida nueva» en Cristo que convierte a cada creyente en una «nueva creación» (Romanos 6:4; 2 Corintios 5:17). No se trata de una experiencia única, sino de un proceso de transformación continuo que dura toda la vida (Romanos 8:29; 2 Corintios 3:18).

Porque Dios es el mismo en cada generación, podemos estar seguros de que Él no nos dejará donde estamos: ni a nosotros, ni a nuestras congregaciones. Nos esperan cosas nuevas. Dios nos está señalando un futuro mejor.

 

Cuándo liderar el cambio

Esto nos lleva a la pregunta sobre cuándo liderar el cambio en el ministerio. Los pastores y las juntas directivas de las iglesias pueden equivocarse si inician el cambio demasiado pronto o demasiado tarde.

Cuando una congregación está en descenso, los líderes suelen posponer la consideración del cambio hasta que la situación es desesperada. En consecuencia, la inercia del movimiento descendente hace que un cambio parezca abrumador y tal vez improbable.

Dios está ciertamente en el negocio de restaurar y renovar cosas que nos parecen imposibles. Aun así, es mejor orar y pensar en el cambio antes de llegar a lo que puede parecer un punto de no retorno.

Por el contrario, un pastor que está ansioso por ver crecer la iglesia puede precipitarse demasiado al cambio. Un cambio prematuro a menudo resulta en una falta de aceptación por parte de los demás, lo que puede dificultar el proceso indefinidamente.

Para evaluar el grado de preparación de los miembros de la congregación antes de lanzar una iniciativa de cambio, durante su tiempo de oración procure responder las siguientes dos preguntas.

En primer lugar, ¿es esta la visión correcta? Con el aporte de consejeros de confianza y miembros del equipo, considere si esta visión promueve la salud y eficacia de la congregación, se alinea con los valores y prioridades bíblicas, y promueve el reino de Dios.

En segundo lugar, ¿es este el momento adecuado? Hace poco leí el libro de Eclesiastés durante mis devocionales matutinos. Me recordó una vez más que los tiempos y las estaciones son importantes.

Como dice Eclesiastés 3:1: «todo tiene su momento oportuno; hay tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo».

Los ritmos son parte del orden creado. Eclesiastés explica que hay tiempos para plantar, desarraigar, construir, desmantelar, hablar y permanecer en silencio.

Del mismo modo, hay momentos para liderar el cambio, estaciones para esperar con anhelo y épocas para disfrutar la serena previsibilidad de las rutinas.

En este punto, ha llegado el momento de presentar la visión a la comunidad más amplia de la iglesia. Tras establecer una visión sólida y convincente con la ayuda de la coalición rectora, compártala con confianza con la congregación.

Busque discernimiento sobre el momento oportuno para cualquier cosa nueva que esté considerando. Evalúe las estructuras y los sistemas para asegurarse de que las piezas necesarias están en su sitio antes de desarraigar o plantar. Considere si usted y su equipo están preparados para asumir el trabajo práctico y emocional del cambio.

La visión correcta no basta por sí sola. Es necesario actuar en el momento oportuno. Si falta una parte de esta ecuación, surgirán problemas.

Responder a las dos preguntas anteriores desvelará mucho sobre el rumbo que está tomando el proceso de cambio.

Si tanto la visión como el momento no son los adecuados, hay que pisar el freno. Presionar para cambiar en estas circunstancias lleva al fracaso.

Cuando se tiene una visión equivocada pero en el momento oportuno, hay que encontrar un lugar seguro donde detenerse y dar la vuelta. Avanzar hacia una visión equivocada conduce a un cambio desorientador. Haga un giro en U, y ponga a la iglesia en marcha en una nueva dirección con la visión correcta.

La visión correcta en el momento equivocado es como una señal de ceda el paso intermitente. La congregación no está preparada para continuar.

Esta suele ser la señal más difícil de identificar y seguir para los líderes. Cuando se sabe que la visión viene de Dios, puede ser tentador llevarla a cabo inmediatamente. Sin embargo, forzar el cambio antes del tiempo de Dios puede traer resultados desastrosos.

La espera requiere paciencia, una fe que presta atención y la voluntad de anteponer las personas a las agendas.

Cuando se tiene la visión correcta en el momento adecuado, se puede avanzar al ritmo apropiado para la comunidad. Este es el camino óptimo hacia el cambio.

 

Cómo liderar el cambio

Saber cuándo liderar el cambio es solo una parte del rompecabezas. Los líderes también deben determinar el mejor curso de acción antes de proceder.

El objetivo no es simplemente llevar a las personas de un lugar a otro, sino guiarlas a través del cambio, manteniendo ante ellas una imagen convincente e inspirada por Dios de un futuro preferible.

Teniendo en cuenta esta prioridad, considere el siguiente modelo, basado en el acrónimo «CAMBIO».

C: Crear urgencia basada en la visión. Aunque lo ideal es que la visión esté relacionada con una perspectiva de futuro convincente, a veces las personas no sienten la urgencia de abandonar lo conocido hasta que se dan cuenta de que están sobre una plataforma en llamas.

Ayude a los miembros de la congregación a comprender y sentir el peso de las circunstancias que exigen un cambio en la iglesia. Esto comienza con la identificación de los puntos de dolor de la congregación.

Por ejemplo, puede que algunas personas no estén de acuerdo con añadir un servicio o renovar la guardería. Pero cuando se enteren de que los que visitan la iglesia por primera vez se van porque no encuentran sitio para sentarse, o que el espacio de la guardería ya no es acogedor para las familias jóvenes, es más probable que acepten el cambio como necesario para llegar a la gente de forma eficaz.

No se trata de fabricar las crisis. Los líderes sabios no inventan problemas. Más bien, se dan cuenta de los asuntos que requieren atención y ayudan a los demás a notarlos.

Cuando se comparte una sensación de urgencia, la gente está más dispuesta a aceptar los riesgos y sacrificios del cambio. Reconocer la realidad del momento presente es el punto de partida del proceso de cambio.

A: Aparejar una coalición rectora para una visión. Me refiero aquí a una visión en lugar de a la visión porque considero que este grupo de personas es esencial para todo el proceso, incluso para ayudar al pastor a identificar la visión adecuada.

Una vez completado el paso de formulación de una visión, la coalición rectora ayuda a desarrollar, perfeccionar y profundizar esa visión.

La coalición rectora debe ser un equipo diverso que represente una variedad de puntos de vista. También deben ser personas de confianza que puedan trabajar con el pastor y entre ellas para alcanzar un objetivo común.

A medida que la visión pasa de la aplicación al reforzamiento, echa raíces en la vida de la iglesia.

Reclute a personas con capacidad de liderazgo demostrada, buena reputación, credibilidad, experiencia e influencia en la congregación y la comunidad. Un equilibrio entre capacidad de liderazgo y de administración permitirá al equipo trabajar con eficacia y eficiencia.

La contribución de la coalición rectora desempeña un papel en las decisiones vitales. Junto con el pastor, este equipo da forma a la visión, asume la responsabilidad del proceso e influye en los demás para que participen.

M: Mayoría alineada con la visión. En este punto, ha llegado el momento de presentar la visión a la comunidad más amplia de la iglesia. Tras establecer una visión sólida y convincente con la ayuda de la coalición rectora, compártala con confianza con la congregación.

Explique hacia dónde se dirige la iglesia, estableciendo una estrategia clara y factible para llegar hasta allí. Presente verbalmente o por escrito el destino, el camino y la justificación de la visión.

Presente la visión del cambio con claridad, frecuencia y sencillez. Utilice múltiples métodos de comunicación, como sermones, adornos y señalización, anuncios en el sitio web, videos, folletos y boletines informativos.

Al hablar de hacia dónde se dirige la iglesia, dedique tiempo a repasar y expresar gratitud por su historia. Honre y celebre el pasado, despidiéndose adecuadamente de lo que la congregación deja atrás.

Además, proporcione vías significativas de retroalimentación para ayudar a desarrollar el sentido de pertenencia entre los congregantes.

A medida que los líderes aumenten su capacidad de comunicar la visión, la congregación aumentará su comprensión, aceptación y adhesión.

B: Bogar por el curso de la visión. Los pastores no logran producir el cambio en solitario. El proceso requiere una comunidad que trabaje unida en pos de una visión.

Procure equipar y capacitar a otros al eliminar los obstáculos al cambio, al revisar los sistemas o estructuras que socavan la visión, al inspirar la esperanza y fomentar la participación a través de oportunidades de voluntariado y donaciones.

En Leading Major Change in Your Ministry [Cómo liderar cambios importantes en su ministerio], Jeff Iorg esboza lo que los congregantes necesitan durante el proceso de cambio. Los elementos esenciales son una comunicación clara y coherente, recursos para hacer realidad la visión y el reconocimiento de los sacrificios que la gente está haciendo.

I: Impulsar la visión a través de una rutina. Dependiendo de la naturaleza de un cambio, pueden pasar meses antes de que lo novedoso se convierta en lo normal. Sin embargo, rutina no significa aburrimiento. Como afirmó el autor Peter Drucker, las organizaciones necesitan tanto la continuidad como el cambio.

El objetivo no es mantener a una congregación en un estado de cambio perpetuo. Se trata más bien de llevarla de nuevo a un lugar de continuidad y estabilidad. Con el tiempo, lo que antes no era familiar se convierte en una parte consolidada de la vida y la cultura de la congregación.

Apropiarse de la nueva realidad y vivir en ella crea nuevas normas. A medida que la visión pasa de la aplicación al reforzamiento, echa raíces en la vida de la iglesia.

O: Orientar y establecer una cultura de cambio visionario. Aunque el cambio constante no es saludable para ninguna comunidad, es sensato evaluar periódicamente los sistemas y procesos con miras a una mejora continua.

El mejor momento para que las personas adopten esa mentalidad es luego de haber trabajado por un cambio exitoso. Aprovechando este impulso, los pastores pueden ayudar a los congregantes a disfrutar de los frutos de su trabajo, al tiempo que los animan a seguir soñando juntos con el futuro que Dios les tiene reservado.

Los líderes visionarios de la Iglesia sientan las bases para el progreso y la innovación continuos. La voluntad de sacrificar la comodidad y la familiaridad para que la gente pueda encontrar a Cristo y crecer en su fe es un valor que merece la pena transmitir a las generaciones futuras.

Una cultura establecida de cambio visionario crea sendas de renovación. Aumenta la probabilidad de que la influencia de una iglesia local sobreviva a sus líderes actuales.

Liderar el cambio es una parte esencial del ministerio. Pero de lo que se trata realmente es de liderar a las personas.

Cuando la voluntad de seguir a Dios forma parte del ADN de una congregación, esa comunidad de fe estará en condiciones de prosperar, ahora y en los años venideros.

 

Justin Irving, Ph.D., es Profesor de Liderazgo Cristiano “Duke K. McCall” y jefe del Departmento de Liderazgo y Discipulado de El Seminario Teológico Bautista del Sur en Louisville, Kentucky.

 

Adaptado a partir de Healthy Leadership for Thriving Organizations: Creating Contexts Where People Flourish [Liderazgo saludable para organizaciones prósperas: Crear contextos donde las personas prosperen], Baker Academic, una división de Baker Publishing Group, 2023. Usado con permiso.

 

Este artículo aparece en la verano 2024 de la revista Influence.


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