¿Hasta qué punto es inclusivo su ministerio a los niños?
Cinco claves para acoger a todos los niños
Era el Día de los Padres y nuestra manualidad para niños consistía en hacer tarjetas para los padres. Sin embargo, Jordan, de siete años, se quedó allí, jugueteando con una barra de pegamento. Finalmente, me acerqué para preguntarle si necesitaba ayuda.
Con lágrimas en los ojos, Jordan dijo en voz baja: «No tengo papá. Está muerto».
Jordan era nuevo en nuestra iglesia. Hasta ese momento, no sabía nada de la trágica pérdida que había golpeado a su familia unos meses antes. Este desgarrador incidente me hizo tomar mayor conciencia de la necesidad de pensar de manera inclusiva.
Como líderes del ministerio de niños, queremos asegurarnos de que los niños se sientan bienvenidos, seguros y amados. Nuestro objetivo es crear espacios donde cada niño pueda encontrarse con Jesús, independientemente de su origen, vida familiar o situación socioeconómica.
Sea que te des cuenta o no, tu ministerio con los niños es diverso. Muchos de los niños que asisten a la iglesia no proceden de hogares cristianos biparentales. Algunos dividen su tiempo entre padres divorciados con custodia compartida. Otros viven con adultos que no son sus padres biológicos.
Los niños también tienen distintos estilos de aprendizaje. Y algunos tienen necesidades especiales.
A menos que ministremos intencionadamente a los niños como individuos, excluiremos inadvertidamente a algunos. Esto podría impedirles establecer una relación con Dios.
Jesús fue el mejor al incluir. Atendió a personas de todas las clases sociales, llegando a muchos que la sociedad pasaba por alto o marginaba. Deberíamos esforzarnos por seguir su ejemplo.
A continuación se presentan cinco claves para desarrollar un ministerio para niños más inclusivo.
1. Relaciones
Es fácil quedar tan atrapados en nuestras rutinas ministeriales que queda poco espacio para las personas a las que Dios nos llamó a discipular.
Planeamos lecciones, asistimos a reuniones, gestionamos voluntarios, almacenamos material y preparamos manualidades. Pero ¿cuánto tiempo dedicamos a conocer la vida de los niños y a entablar relaciones auténticas con ellos y sus familias?
Ministrar a personas de las que no sabemos nada es difícil. Incluso un médico suele preguntar sobre el estilo de vida y los hábitos del paciente antes de determinar un plan de tratamiento.
El discipulado sin relación es como lanzar cien flechas al azar y esperar que una caiga en el blanco. En la medida que llegamos a conocer a los niños que servimos, nos volveremos más eficaces a la hora de guiarlos hacia la fe.
El primer paso consiste simplemente en estar presente y disponible cuando los niños entran a la sala. Tome tiempo para interactuar con ellos antes de que empiece el servicio. Esto le ayudará a ganar su confianza y puede dar lugar a conversaciones más profundas durante los tiempos en el altar y los grupos pequeños.
Invirtamos también en las relaciones fuera del contexto de la iglesia. Por ejemplo, invite a una familia a tomar un helado. Asista a eventos deportivos y obras de teatro escolares. Estos gestos pueden ayudar mucho a demostrar a los niños y a sus familias que a usted le importan.
Durante estas interacciones, llegará a conocer las historias de los niños en su ministerio. Esto le ayudará a evitar situaciones que puedan hacerles sentir excluidos.
2. Representación
Desde el lenguaje que utilizamos hasta los carteles que colgamos en las paredes de nuestras aulas, la representación importa. ¿Refleja nuestro ministerio la diversidad de nuestra congregación y comunidad?
Esto incluye la diversidad racial y étnica, pero también hay otras consideraciones. Por ejemplo, si la imagen de «hogar» es siempre una casa de dos plantas en los suburbios, puede que los niños que viven en complejos de apartamentos urbanos no se sientan identificados con ella.
Pida al Espíritu Santo
que le revele sus
puntos ciegos y le
muestre cómo acoger
y llegar a todos los
niños a su cargo.
Del mismo modo, un niño cuyo único tutor es una abuela podría sentirse excluido durante una lección en la que solo se haga referencia a madres y padres.
Utilize gráficos que muestren diversidad y use un lenguaje lo más inclusivo posible. Elegir frases como «los adultos que te cuidan» en lugar de hablar siempre de los padres es una forma de reconocer que los niños proceden de entornos familiares diferentes.
No es necesario incluir todas las variables en la conversación, pero ser consciente de las distintas realidades representadas en la sala le hará más sensible a cómo se sienten los niños incluidos.
3. Respetar
Respetar a los niños y a sus familias lo suficiente como para proteger su dignidad es parte de la inclusividad. Los niños dominan habilidades a edades diferentes. Por ejemplo, algunos aprenden a leer antes que otros. Los niños atendidos por su ministerio nunca deben sentirse excluidos o avergonzados por sus diferencias académicas o de desarrollo.
Usted puede ayudar a que los que no saben leer se sientan cómodos haciendo algunos ajustes sencillos. Por ejemplo, pregunte si alguien quiere servir como voluntario para leer en lugar de poner a los niños en un aprieto. Ofrezca materiales gráficos en lugar de escritos. Y provea espacios para que los niños se expresen verbal o artísticamente en lugar de por escrito.
Tenga en cuenta también las diferencias económicas. Puede que haya niños atendidos por su ministerio cuyas familias no puedan permitirse comprar Biblias. Considere la posibilidad de proporcionar Biblias del aula que cualquier niño pueda utilizar durante los servicios.
También podría reunir una colección de Biblias y otros recursos que los tutores puedan tomar prestados o conservar sin costo alguno. Esto le ayudará a asegurarse de que todas las familias atendidas por su ministerio tengan acceso a herramientas para discipular a los niños en casa.
4. Investigación
Es probable que se encuentre con algunas situaciones que superan sus conocimientos o experiencia.
En nuestra iglesia, tenemos a un niño autista no verbal de cuatro años. Es un niño dulce que quiere participar en nuestro ministerio de niños. Sin embargo, se sobreestimula con facilidad y ocasionalmente se vuelve agresivo. A veces, nuestra única opción es separar temporalmente a este niño de los demás.
He leído varios libros sobre el autismo y he asistido a conferencias sobre el trabajo con niños con necesidades especiales. Aunque no tengo formación profesional en estas áreas, me he propuesto aprender todo lo posible.
Reconociendo que los padres del niño son un recurso valioso, me involucré en conversaciones con ellos desde el principio para saber más sobre los ritmos de su hijo y qué funciona en casa y en la escuela.
También consulté a expertos que me ayudaron a desarrollar estrategias creativas. Como resultado, nuestro personal cuenta ahora con un conjunto de ideas específicas para las necesidades de este niño.
El esfuerzo ha valido la pena. Estos pasos han permitido que este niño siga participando en nuestro ministerio infantil.
5. Confianza en Dios
Por supuesto, puede haber ocasiones en las que las respuestas parezcan difíciles de encontrar. Uno quiere incluir a todos, pero no siempre sabe cómo hacerlo. La Biblia nos anima a buscar la sabiduría de Dios en esos momentos.
Santiago 1:5 dice: «Si necesitan sabiduría, pídansela a nuestro generoso Dios, y él se la dará; no los reprenderá por pedirla» (ntv).
Pida al Espíritu Santo que le revele sus puntos ciegos y le muestre cómo acoger y llegar a todos los niños a su cargo.
Cuanto más inclusivo se vuela su ministerio, más fácil será para los niños conocer — y experimentar — al Dios que los hizo y los ama tal como son.
Lynna Mooney es pastora de niños en Lima First Church (AD) en Lima, Ohio, y directora de BGMC para la Red de Ministerios de Ohio.
Este artículo aparece en la primavera 2023 de la revista Influence.
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