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Desanimados, pero no vencidos

El desánimo en el ministerio es inevitable, pero superarlo es vital.

Jeffery Portmann on October 12, 2022

El desánimo es un delincuente de igual oportunidad. Nada le impide experimentarlo –ni su educación, su apariencia, su edad, su nacionalidad, su posición financiera, su matrimonio, o su ministerio.

A los cuatro años de pastorear nuestra iglesia en Puyallup, Washington, me encontré con un inesperado ataque de desánimo. Nuestro ministerio iba viento en popa. Acabábamos de lanzar nuestro cuarto campus. Era el mejor de los tiempos para nuestra iglesia, pero fue el peor de los tiempos para mí.

Me despertaba por la noche y luchaba con pensamientos que me distraían. Daba vueltas en la cama, mientras repasaba las decepciones del pasado y pensando en mi creciente lista de tareas pendientes. Cada mañana, cuando sonaba el despertador, me levantaba de la cama sintiéndome inquieto, intranquilo y profundamente desanimado. Sabía que algo tenía que cambiar.

No fue hasta que tomé en serio las palabras del apóstol Pedro que pude aquietar mi alma, descansar un poco y superar esa temporada de desánimo: «Pongan todas sus preocupaciones y ansiedades en las manos de Dios, porque él cuida de ustedes» (1 Pedro 5:7, ntv).

Del mismo modo, el rey David escribió en Salmos 55:22: «Entrégale tus cargas al Señor, y él cuidará de ti; no permitirá que los justos tropiecen y caigan».

Al leer las historias de los héroes bíblicos, es fácil suponer que no experimentaron contratiempos y dificultades como nosotros. Si no tenemos cuidado, podemos salir con una comprensión inexacta de su realidad. En cuestión de minutos, leemos un capítulo o dos que describen su vida, y olvidamos que en tiempo real, estos capítulos se desarrollaron durante meses, años e incluso décadas.

Lo que descubrimos al mirar honestamente a las personas retratadas en las Escrituras es que tú y yo tenemos algo en común con cada una de ellas. Además de todos los milagros e hitos, ellos experimentaron desilusiones, desánimos y retrasos.

Pensemos en José, el patriarca del Antiguo Testamento. Una de las cosas que más aprecio de la historia de José es que es real y cruda. José podría haber escrito un libro sobre el desánimo.

Ya habría sido bastante duro lidiar con el trauma del desplazamiento de su hogar después de que los hermanos de José lo vendieran como esclavo. Pero entonces, justo cuando parecía que las cosas empezaban a ir a su favor, José se encontró con otro terrible apuro.

¿Conoce esa sensación? Los arranques y las paradas repentinas pueden ser increíblemente desalentadores. Es fácil dar por sentados los días de paz y productividad hasta que uno entra en un momento de crisis y obstáculos. Usted se está ocupando de sus asuntos, dirigiendo una tarea, cuando de repente ocurre algo inesperado.

Pablo nos recuerda que si nos mantenemos firmes, incluso cuando nos enfrentamos al desánimo, experimentaremos cosas que solo llegan a través de la perseverancia fiel.

Para José, una nueva temporada de problemas comenzó con las insinuaciones no deseadas de la esposa de su jefe. Génesis 39:6-7 dice así: «José era un joven muy apuesto y bien fornido, y la esposa de Potifar pronto comenzó a mirarlo con deseos sexuales.

—Ven y acuéstate conmigo—le ordenó ella».

José hizo lo correcto y huyó. Sin embargo, la mujer de Potifar hizo falsas acusaciones que llevaron a José a la cárcel.

Por supuesto, Dios estaba obrando de una manera que José nunca podría haber visto en ese momento. Lo mismo ocurre con usted.

¿Puede alguien andar en el favor de Dios y no experimentar el favor de la gente? La dolorosa respuesta es . El favor de Dios y la aprobación humana a menudo se oponen.

El apóstol Pablo sabía algunas cosas sobre el desánimo. Entre otras dificultades, Pablo fue golpeado, naufragó y fue apedreado (2 Corintios 11:24-26). Sin embargo, escribió 13 de los 27 libros del Nuevo Testamento.

Si no hubiera vivido tantos contratiempos y circunstancias desalentadoras, tal vez Pablo no hubiera escrito tan prolíficamente como lo hizo. En su carta a la iglesia de Galacia, Pablo escribió lo que imagino que sacudió el corazón de ellos y aumentó su determinación: «Así que no nos cansemos de hacer el bien. A su debido tiempo, cosecharemos numerosas bendiciones si no nos damos por vencidos» (Gálatas 6:9).

El desánimo persistente en mi vida me ha hecho, a veces, querer rendirme. El desánimo continuo puede llevarme a preguntarme si el bien que estoy haciendo merece la pena. ¿Y usted?

Pablo nos recuerda que si nos mantenemos firmes, incluso cuando nos enfrentamos al desánimo, experimentaremos cosas que solo llegan a través de la perseverancia fiel.

¿Cuántas veces la mente de José se remontó con pesar a ese momento en el que decidió compartir su sueño con sus hermanos? ¿Cuántos días encerrado en la celda de la prisión se preguntó José si su decisión de hacer lo correcto con respecto a la mujer de Potifar le estaba causando daño?

No sabemos la respuesta, pero sí sabemos una cosa: José no se rindió.

Cuando tomamos la decisión de no rendirnos, la tensión del desánimo pasa de ser de algo que nos debilita a algo que nos desarrolla. Cuando usted decide que, independientemente de lo que tenga que afrontar, soportará, seguirá luchando y se negará a rendirse, esto fortalecerá su espíritu y su mente y reforzará su resolución interior.

A veces solo tenemos que declarar: «No permitiré que los sentimientos temporales de desánimo me alejen de los resultados a largo plazo que producirá la resolución».

Esa decisión puede soplar viento en sus velas y ponerlo en movimiento.

 

Aferrarse al compromiso

A veces puede parecer que el avance que anhelamos es una línea de meta que se aleja. Seguimos corriendo hacia ella, pero se aleja de nosotros.

Saber cuándo cambiarán nuestras circunstancias es un lujo que no tenemos. Lo que sí podemos desarrollar en medio del desánimo es una firme confianza en que Dios no se ha olvidado de nosotros, que sigue obrando para nuestro bien. Su búsqueda y provisión para nosotros es implacable. La naturaleza perpetua de su bondad nos da esperanza.

¿Qué aspecto tiene el desánimo en su mundo? ¿Hay momentos en los que se pregunta si será capaz de seguir avanzando, y llega a descubrir que dentro suyo hay un «tal vez pueda soportar un poco más»?

Al principio del ministerio, mi esposa, Joanne, y yo asistimos a una conferencia de pastores en el sur de California, donde escuché por primera vez a Rick Warren. En parte de su charla, Warren dijo: «No se determina la grandeza de una persona por su educación, apariencia o talentos, sino por lo que se necesita para desanimarla».

Este pensamiento se quedó conmigo, quizás porque es muy sencillo. Muchas de las cosas que constituyen la grandeza nunca llegan a suceder si el desánimo hace que se descarrile.

Entonces, ¿qué hace falta para desanimarlo? No me refiero a los sentimientos momentáneos de decepción cuando las cosas no salen exactamente como uno esperaba. Eso es algo habitual para cualquiera que intente hacer cosas difíciles. Me refiero a esas temporadas que roban el sueño y quitan la paz.

El desánimo amenaza con obstaculizar su crecimiento hacia la grandeza. Pero si usted está lidiando con el desánimo, al menos es un indicador de que todavía puede sentir cosas. No estoy tratando de desestimar su dolor. Solo quiero recordarle que es una prueba de su pasión.

Su compromiso está pasando por un periodo de prueba, pero sigue ahí.

 

Encuentra la alegría

Cuando Joanne y yo nos trasladamos de Washington a Misuri, nuestra familia pasó por meses de tristeza. No fue porque sintiéramos que no habíamos oído la voz de Dios en nuestra decisión o porque deseáramos poder rebobinar las manecillas del tiempo y deshacer la mudanza. Estábamos tristes por lo que tuvimos que dejar.

Habíamos conocido el ministerio y la vida matrimonial, la paternidad y el pastoreado en un solo lugar. Es cierto que solo somos administradores de temporadas, asignaciones y sueños. Pero cuando da su vida a algo o a alguien y luego tiene que soltarlo, a menudo hay dolor.

En los momentos difíciles, recordamos a nuestros hijos que es mejor amar y herir que no tener ningún sentimiento. La tristeza y el dolor de la partida tan solo significan que uno amó profundamente. Y yo elegiría las relaciones profundas que crean dolor que una vida sin emociones todos los días de la semana.

Cada prueba es una oportunidad para fracasar. Pero también es una oportunidad para aprobar. Y a medida que Dios nos desarrolla a través de nuestras temporadas de desaliento, pasaremos más pruebas de las que fallamos.

Joanne y yo nos reímos de vez en cuando y nos declaramos el uno al otro: «Oye, este es mi día de desánimo. Tendrás que esperar hasta mañana». Nuestro objetivo, siempre que sea posible, es intentar no estar desanimados al mismo tiempo. Así, podemos animarnos mutuamente cuando uno de nosotros esté a punto de derribarse.

Estar regularmente cerca de alguien que lucha contra el desánimo puede contagiarnos. Esto es especialmente cierto en el caso de las personas con fuertes dones afectivos. No estoy abogando por poner en cuarentena a las personas desanimadas. Lo que estoy sugiriendo es que hablemos la verdad de la Palabra de Dios sobre nosotros mismos y los demás mientras sentimos la tensión del desánimo, porque hay algo significativo que Dios quiere revelar en medio de él.

Lo que llama nuestra atención determina nuestra dirección y afecto. Lo que buscamos es lo que encontraremos. Esto no significa que debamos ignorar nuestras emociones. Pero, en vez de mirar lo que nos estresa, debemos fijar nuestra mirada en Jesús.

Podemos dejar de centrarnos en los obstáculos y centrarnos en las oportunidades que tenemos por delante, porque Dios ha prometido que veremos una cosecha si no nos rendimos.

Santiago 1:2-4 dice: «Amados hermanos, cuando tengan que enfrentar cualquier tipo de problemas, considérenlo como un tiempo para alegrarse mucho porque ustedes saben que, siempre que se pone a prueba la fe, la constancia tiene una oportunidad para desarrollarse. Así que dejen que crezca, pues una vez que su constancia se haya desarrollado plenamente, serán perfectos y completos, y no les faltará nada».

Aunque nunca elegiríamos las pruebas, tienen el potencial de llevarnos a un lugar valioso. La alegría pura a la que se refiere Santiago no se encuentra en el dolor del momento, sino en el descubrimiento de la presencia de Dios en medio de él.

Cada prueba es una oportunidad para fracasar. Pero también es una oportunidad para aprobar. Y a medida que Dios nos desarrolla a través de nuestras temporadas de desaliento, pasaremos más pruebas de las que fallamos. La prueba de nuestra fe se convertirá en un bloque de construcción para nuestro crecimiento continuo.

 

Mantener el celo

El desánimo es sigiloso. Un día estamos volando alto, y al día siguiente nos arrastramos. Para que la paz impregne nuestros días se necesita resiliencia.

El ministerio ofrece oportunidades regulares para practicar la superación de obstáculos. ¿Habrá algún momento en que el desánimo deje de llamar a la puerta? No lo creo. Después de todo, vivimos en un mundo roto.

Un pasaje de las Escrituras que me ha animado y ha moldeado mi perspectiva en tiempos de desánimo es Romanos 12:11-12: «Nunca dejen de ser diligentes; antes bien, sirvan al Señor con el fervor que da el Espíritu. Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración».

«Nunca dejen de ser» fácilmente podría también expresarse: «Sigue haciendo con pasión aquello a lo cual te has comprometido a hacer».

La diligencia es entusiasmo, fervor o pasión. No es una palabra que la mayoría de la gente utilice a diario. Sin embargo, debe estar presente para que podamos experimentar el objetivo máximo, que es «servir al Señor».

No basta con ser apasionado. Muchas personas tienen un enfoque similar al de los fanáticos de sus equipos deportivos favoritos, sus preferencias políticas o sus pedidos de café.

Hace años oí hablar de un admirador de La guerra de las galaxias que estaba tan empeñado en ser uno de los primeros en ver un estreno, que dejó su trabajo como gerente de un restaurante que no le daba las vacaciones ni la baja por enfermedad que necesitaba. Estaba tan entusiasmado con La guerra de las galaxias que estaba dispuesto a dejar su trabajo de tiempo completo para formar parte de los pocos que vieron la primera proyección.

Parece una locura, pero así es como suele verse la pasión desde fuera, y la mayoría de nosotros somos apasionados por o para algo. La pregunta que quiero que usted se haga es la siguiente: ¿Mi pasión es por mis preferencias o por las de Dios?

En Romanos 12:11-12, Pablo proporciona un enfoque de tres aspectos para permanecer en el fervor espiritual.

En primer lugar, alégrense en la esperanza. La esperanza es algo poderoso. Los estudios médicos sugieren que la esperanza mejora el bienestar físico y acelera la sanidad.

La esperanza alimenta la alegría. Si me preguntaran cuáles son los tres dones de Dios que más valoro, los pondría en este orden: la gracia, el amor y la esperanza. La esperanza está entre mis tres primeros porque está encinta de un potencial que no se basa en nada que yo haya hecho en el pasado o que vaya a hacer en el futuro. Se basa en una persona, Jesucristo. Y su obra fue consumada. Todo lo que me queda por hacer es compartir las buenas nuevas y esperar su obra de culminación.

Tenemos razones ilimitadas para la esperanza, incluso en medio de nuestros retrasos.

En segundo lugar, Pablo dice que debemos ser pacientes en el sufrimiento. Esto es difícil para mí.

¿Alguna vez te ha dicho alguien que no ores por la paciencia sino Dios te dará la oportunidad de practicarla? Es una idea algo cómica –aunque teológicamente poco sólida. La cuestión es que todos queremos tener paciencia, pero rara vez acogemos escenarios que la requieran.

La perseverancia en la oración es diferente para cada persona. Sin embargo, el protagonista inamovible de la oración perseverante es un Dios que todo lo sabe y todo lo ama.

La paciencia es una prueba de la presencia y el poder del Espíritu Santo que actúa activamente en nosotros. No es un atributo valorado en nuestra cultura consumida por el apuro, pero la paciencia es un fruto del Espíritu que todos necesitan.

Cuando recibo un consejo de alguien en un momento especialmente difícil, tengo en cuenta la fuente. Y cuando miro la vida de Pablo, con todos sus altibajos, veo una buena razón para seguir su consejo.

En tercer lugar, Pablo nos invita a perseverar en la oración. ¿Cómo describirías lo que es la oración a un niño? Probablemente sería una definición sencilla que se centra en el deseo de Dios de relacionarse con nosotros regularmente. Es una buena práctica mantener la oración simple, especialmente cuando se está luchando.

Algunas de mis oraciones son cortas cuando estoy luchando con la paciencia. Otras veces, podría ser interminable, cuando ventilo mis quejas al Señor. Ambas son formas de oración que Dios acoge.

La perseverancia en la oración es diferente para cada persona. Sin embargo, el protagonista inamovible de la oración perseverante es un Dios que todo lo sabe y todo lo ama.

 

Confía en Jesús

Permítanme terminar hablando directamente a mis colegas líderes de la iglesia que están lidiando con el desánimo. Usted no está solo, incluso si se siente así ahora.

Los sentimientos no son hechos. Aunque los sentimientos son una parte natural de lo que somos, no son una buena base para la toma de decisiones.

Tal vez usted haya dudado en leer este artículo por miedo a que se proponga algún enfoque simplista e inalcanzable para liberarle del desánimo. No hay respuestas fáciles, pero quiero recordarle las últimas palabras de Jesús antes de su ascensión en el Evangelio de Mateo.

Después de invitar a sus seguidores a unirse a Él en su misión de hacer discípulos, Jesús hizo esta declaración: «Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:20, nvi).

No es solo un versículo al que recurrir en el lecho de muerte. Es una promesa de la que puede depender hoy, y todos los días.

 

Adaptado de Delayed Destiny, de Jeffery Portmann.

 

JEFFERY PORTMANN es director de la Red de Multiplicación de Iglesias de las Asambleas de Dios en Springfield, Misuri.

 

Este artículo aparece en la otoño 2022 de la revista Influence.

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