Según la regla de Billy Graham, ¿qué?

Límites que favorecen tanto a hombres como a mujeres en el ministerio

Anna R Morgan on February 19, 2025

Como una co-pastora con 25 años de experiencia en el ministerio a tiempo completo, doy gracias a las personas que han invertido en mi llamado.

Cuando comencé como directora de adoración, mi pastor principal se reunía conmigo semanalmente para entrenarme y asesorarme. Me exigía un alto nivel de desempeño y gradualmente me fue dando más responsabilidades.

Este líder fue uno de muchos que me han guiado a lo largo de los años. Mi ministerio hoy sería diferente si estos hombres hubieran seguido la regla de Billy Graham.

Nunca habría escuchado las observaciones que necesitaba para crecer, esas críticas constructivas que son demasiado personales para un entorno grupal. Sin esa orientación, probablemente no habría tenido las oportunidades de desarrollo y progreso que he tenido.

En resumen, las barreras que impiden a muchas mujeres alcanzar el liderazgo ministerial también habrían sido un obstáculo en mi camino.

 

La regla

La regla de Billy Graham, que muchos ministros siguen dogmáticamente, se remonta a 1948.

Ese año, Graham y tres colegas varones se reunieron en Modesto, California, para conversar sobre los valores en el ministerio de evangelismo.

El resultado fue el llamado Manifiesto de Modesto, que incluía tres compromisos principales: transparencia financiera, honestidad en la presentación de informes sobre los resultados del ministerio y una prohibición de que los líderes varones estuvieran a solas con una mujer que no fuera su esposa o un miembro de su familia.

Este tercer principio, conocido como la regla de Billy Graham, obtuvo el apoyo popular de los evangélicos más allá del ministerio de Graham.

La sencillez y aparente virtud de la postura contribuyen a su atractivo. Promueve la loable meta de la integridad sexual y supuestamente protege a los pastores de falsas acusaciones.

Sin embargo, esta regla de 76 años de antigüedad crea más problemas de los que resuelve.

 

Hermanos y hermanas

En medio de una inquietud legítima ante una cultura estadounidense cada vez más promiscua, Graham procuró amparar de la tentación a los miembros de su equipo.

Después de todo, el apóstol Pablo advirtió: «Y no se adapten a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente» (Romanos 12:2, NBLA).

Sin embargo, en lugar de centrarse en el corazón y la mente, la regla Billy Graham simplemente crea una distancia física entre hombres y mujeres.

La segregación de género nunca ha sido una solución para el pecado sexual. Al pasar por alto la necesidad de una transformación espiritual, fomenta el aislamiento social y la marginación de la mujer.

Si respondiéramos a la tentación de la pornografía en Internet de manera similar, prohibiríamos por completo la tecnología digital. Volveríamos a utilizar enciclopedias encuadernadas para la investigación, enviaríamos toda la correspondencia por correo postal y haríamos llamadas con teléfonos de disco.

La regla Billy Graham perpetúa el mito de que los hombres y las mujeres no pueden trabajar juntos sin incurrir en conductas inapropiadas. Trata a los pastores varones como víctimas impotentes de impulsos sexuales irresistibles.

Crear barreras de género que no existen en otras profesiones transmite el mensaje de que los ministros son incapaces de alcanzar la madurez espiritual que esperan de los feligreses.

Más sutilmente, la regla Billy Graham da cabida a la hipersexualización de las relaciones entre hombres y mujeres con la suposición de que todas las mujeres son sexualmente peligrosas.

Esta mentalidad convierte a las mujeres en meros objetos sexuales y en tentadoras. Sugiere que las mujeres son una amenaza a la que se debe temer.

Semejante perspectiva no transforma la cultura. Representa una caricatura de la cultura, ya que refuerza la idea de que los hombres y las mujeres siempre se relacionan de manera sexual.

En lugar de obsesionarnos con la cultura, deberíamos considerar cómo Dios ve las relaciones en la Iglesia y procurar vivir según Su visión.

El Nuevo Testamento provee el marco de una familia sana. Los creyentes son hermanos y hermanas, hijos e hijas. En este contexto, toda relación es inocente.

En lugar de centrarse
en el corazón y la mente, la regla Billy Graham simplemente crea una distancia física entre hombres
y mujeres.

Renovar la mente significa rechazar los pensamientos que no encajan en estas categorías. En lugar de pensamientos sexualizados, nos centramos en la protección, el cuidado y el respeto.

Debemos preguntarnos continuamente cómo ve Jesús a las personas con las que trabajamos y a las que servimos, y tratarlas en consecuencia.

Dios creó tanto al hombre como a la mujer a Su imagen (Génesis 1:27). Derramó su Espíritu sobre «hijos e hijas» por igual (Hechos 2:17). No podemos reflejar plenamente el diseño y el llamado de Dios dejando a un lado a la mitad de la Iglesia.

Cuando los hombres y las mujeres crean asociaciones sanas en el ministerio, todos se benefician. Esto llama a establecer límites que apoyen el marco familiar bíblico.

Los buenos límites relacionales no crean distancia. Demasiada distancia destruye las relaciones y conduce a la división. El objetivo de los límites relacionales debe ser fortalecer las relaciones, no alejar a las personas.

Como una estructura ósea sostiene la musculatura en un cuerpo, los límites sanos sostienen la cercanía relacional, promoviendo una interacción saludable. De este modo, reflejamos la cultura del Reino en lugar de reaccionar simplemente a la cultura de nuestro mundo caído.

 

Barreras ministeriales

La regla Billy Graham plantea retos únicos a los ministerios igualitarios.

La segregación legalista de sexos es contraria a las metas de afirmar y equipar a las mujeres que han sido llamadas.

Algunos pastores siguen hoy una versión de la regla Billy Graham que es incluso más extrema que la original. En lugar de simplemente negarse a estar a solas con una mujer que no sea pariente, se niegan a tener cualquier tipo de relación con ella.

He encontrado pastores que rehusaban mirarme a los ojos. Otros no contestaban directamente a un correo electrónico, sino que pedían a su ayudante o esposa que respondiera.

Estos pastores se aíslan completamente dentro de los círculos ministeriales masculinos. Se aíslan con una regla que parece justa y se abstienen de trabajar con líderes femeninas emergentes.

En consecuencia, las mujeres se enfrentan a grandes obstáculos para el ministerio, incluso dentro de tradiciones igualitarias. Las iglesias desaprovechan los dones que Dios les ha dado. Y los líderes masculinos pierden valiosas alianzas en el ministerio.

Los ministros jóvenes necesitan la mentoría de los pastores. La falta de oportunidades de este tipo en muchas iglesias niega el acceso de las mujeres al desarrollo del liderazgo.

La regla Billy Graham fue diseñada por hombres y para hombres. Hoy en día, es utilizada casi exclusivamente por hombres para excluir a la mujer del liderazgo.

Recientemente, como parte de mi investigación de doctorado, entrevisté a más de 100 mujeres líderes de ministerios en Estados Unidos, Canadá y Australia. Sin excepción, estas mujeres afirmaron que nunca se les había pedido una opinión en cuanto a los límites relacionales con colegas masculinos.

Los hombres establecen los límites y las mujeres se sienten obligadas a aceptarlos. Esta falta de representación no solo priva de poder a las mujeres, sino que las subestima.

La regla de Billy Graham asume que los pastores son de alguna manera irresistiblemente atractivos para las mujeres que los rodean, y que si un pastor baja la guardia para tener un encuentro uno a uno, una mujer se aprovechará emocional o sexualmente de él.

Esto simplemente no es verdad. Las mujeres, espiritual y emocionalmente saludables, no convierten a sus pastores en objeto. De hecho, ninguna de las mujeres con las que hablé dijo sentirse atraída sexualmente por los hombres que formaban parte de sus equipos ministeriales.

Las esposas de los pastores a veces promueven la regla Billy Graham como una forma de preservar la fidelidad conyugal. Sin embargo, estas opiniones suelen surgir de la inseguridad personal.

Establecer una relación con la cónyuge de un colega en el ministerio o un alumno es una forma más sana de resolver estas preocupaciones. También ayuda a fomentar el sentido de responsabilidad de todos los involucrados.

A pesar de nuestra inclinación humana de buscar soluciones sencillas y memorables, la regla Billy Graham es demasiado simple. No maneja bien todo tipo de relaciones.

Por ejemplo, esta regla no aborda la atracción hacia personas del mismo sexo, ignora la posibilidad de que se establezca una relación inapropiada entre dos hombres.

Además, si un pastor varón no está casado, la estricta observancia de la regla Billy Graham dentro y fuera de la iglesia garantizaría que permanezca soltero. (Aunque pocos evangélicos apoyarían una aplicación tan extrema, este punto pone de manifiesto una inconsistencia lógica).

 

Alternativas saludables

Creo que la mayoría de los pastores son personas espiritual y emocionalmente maduras que ejercen su llamado con integridad.

Esto no quiere decir que no deba existir ningún límite. Ciertas pautas adecuadas pueden ayudar a proteger a los ministerios de los abusos, la corrupción y la discriminación.

La solución no es construir muros entre los sexos. Al contrario, necesitamos un nuevo paradigma para los límites relacionales
en el ministerio.

Sin embargo, la solución no es construir muros entre los sexos. Al contrario, necesitamos un nuevo paradigma para los límites relacionales en el ministerio.

Mi indagación consideró las diversas maneras en que los líderes eclesiásticos abordan estos temas. Entre los extremos de la segregación de género y la falta total de barandillas hay dos alternativas moderadas que siguen los equipos saludables.

Estos paradigmas utilizan los límites para facilitar, en lugar de dificultar, la interacción y la cooperación entre hombres y mujeres.

Cada uno de ellos proporciona un marco para desarrollar un conjunto de límites mejor definido que el que ofrece la regla Billy Graham. Aunque los procesos son más complejos, representan tanto a hombres como a mujeres y, en última instancia, crean entornos más saludables.

El primero es el enfoque de límites coherentes. Todos los miembros del equipo siguen las mismas directrices, incluidas las políticas relativas al acoso sexual.

Los límites de proximidad establecen normas para una interacción social saludable. Por ejemplo, la regla de tres personas fomenta las reuniones y mentorías en tríos y no en parejas.

Cuando son necesarias las reuniones uno a uno en una oficina, la política de puertas abiertas añade una medida de seguridad.

Desaconsejar los abrazos entre los miembros del personal y limitar el contacto a apretones de manos crea un tono de profesionalidad.

Los miembros de los equipos ministeriales enfrentarán dinámicas relacionales únicas, en las que las líneas entre la vida de iglesia y familia, y las obligaciones laborales son a menudo difusas. Esta realidad es una razón más para establecer límites de proximidad en los espacios digitales, la oficina, el ministerio y el hogar.

Para proteger la reputación de los miembros de un equipo que trabajan juntos, los líderes también deben tener en cuenta los límites en las relaciones públicas. Estas directrices desalientan la interacción que otros podrían percibir como inapropiada.

Por ejemplo, dos colegas que almuerzan en público pueden ser confundidos con una pareja en una cita romántica. El compromiso del equipo de evitar salir a cenar en pareja (a menos que se trate de un matrimonio) anticipa y evita esta situación.

Lo que resulta, o no resulta, puede variar de un equipo ministerial a otro. Por ejemplo, las directrices que ayudan a un equipo numeroso a trabajar bien juntos pueden ser un obstáculo cuando se trata de un grupo más pequeño.

Establecer límites apropiados y útiles requiere colaboración, flexibilidad, comunicación y una cuidadosa consideración de la cultura y el contexto del equipo.

Un segundo paradigma es el enfoque emocionalmente inteligente. Este marco se centra en la salud espiritual y emocional de los miembros del equipo, animándolos a prestar atención a las señales internas y a las vulnerabilidades personales.

Este enfoque cultiva la autoconciencia y la honestidad. Cuando se percibe una atracción física o emocional inapropiada, los miembros del equipo emocionalmente inteligentes toman las medidas necesarias para alejarse.

Las temporadas de agotamiento o de necesidades insatisfechas llaman a una mayor introspección y cautela.

Los líderes con inteligencia emocional e integridad evitan hacer comentarios o utilizar un lenguaje corporal que otros puedan malinterpretar como sugerente.

La inteligencia emocional aumenta la conciencia de las dinámicas sociales que pueden estar desviándose a lugares inapropiados para redirigirlas a las relaciones saludables.

Por ejemplo, reconociendo que el agotamiento físico puede hacernos vulnerables emocionalmente, una persona emocionalmente inteligente espera hasta el día siguiente para responder a un mensaje que ha recibido de otro miembro del equipo a altas horas de la noche, y que le hace sentir afirmada de manera especial.

La inteligencia emocional es vital cuando un líder está agotado, estresado, desanimado, sobrecargado de trabajo, se siente solo, en conflicto o tiene luchas espirituales.

La autoconciencia del desánimo o el agotamiento debe remitirnos a Jesús para que satisfaga nuestra necesidad de ánimo y apoyo.

Durante las conversaciones con los miembros del equipo, los líderes emocionalmente inteligentes evitan las insinuaciones o conductas que se podrían interpretar como románticas. Cada intercambio debe ser uno que pueda ventilarse públicamente sin que produzca vergüenza.

Si una conversación se desvía en una dirección demasiado personal o incómoda, la inteligencia emocional ayuda a controlar la comunicación y a centrarla en el ministerio.

La transformación impulsada por el Espíritu lo afecta todo, incluidas las relaciones laborales. Crea en nosotros un deseo de límites apropiados y una mayor inteligencia emocional, para que podamos expresar el amor a Dios y a los demás en todo lo que hacemos.

Esto configura las relaciones de equipo como asociaciones profesionales más que como una amistad.

El enfoque emocionalmente inteligente no consiste simplemente en evitar a las mujeres atractivas.

He vivido momentos en los que he sentido que mis colegas me evitaban, sobre todo cuando era una mujer más joven y soltera en el ministerio. Esto no solo es doloroso y confuso, sino que además es discriminación y es ilegal.

Un enfoque emocionalmente inteligente nos capacita para redirigir nuestros pensamientos y relacionarnos intencionalmente con los miembros del equipo de manera profesional y platónica.

Por supuesto, es erróneo suponer que una mujer atractiva es una tentación para todo hombre, o viceversa. La idea de que todo el mundo actúa por impulsos y sentimientos de atracción es igualmente errónea.

El Espíritu Santo nos ayuda a superar las tentaciones y a manejar las emociones de manera que glorifiquemos a Cristo.

Para los miembros casados del equipo, el límite más importante es dar prioridad a la vida del hogar. Un matrimonio saludable y satisfactorio es la mejor protección contra la infidelidad.

Necesitamos paradigmas prácticos y adaptables para establecer límites adecuados, sin penalizar ni degradar a las mujeres.

 

Cambio de corazón

Los equipos prefieren mayormente un sistema de límites claros en lugar de centrarse en la inteligencia emocional.

Evaluar el comportamiento de las personas es mucho más fácil que examinar el pensamiento. Podemos ver el comportamiento, pero no podemos leer la mente.

Así pues, el reto de un enfoque emocionalmente inteligente es que nadie puede imponerlo. Es un proceso voluntario e interno.

A pesar de lo difícil que es rendir cuentas, el enfoque emocionalmente inteligente es el más importante. El dominio propio es un fruto del Espíritu (Gálatas 5:22,23) y una parte crucial de la formación espiritual.

El verdadero discipulado no consiste en imponer reglas y supervisar el comportamiento. Se trata de un cambio de corazón que lleva a una transformación gradual.

Mediante la renovación espiritual de la mente, los creyentes pueden verificar «cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto» (Romanos 12:2, NBLA).

Como dijo Pablo a la Iglesia de Corinto: «…el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu» (2 Corintios 3:17,18, NVI).

La transformación interior se manifiesta externamente, a medida que el Espíritu Santo inspira y capacita modos de pensar y vivir semejantes a los de Cristo. Solo cuando el cambio de comportamiento sigue al cambio de corazón, llega a ser una parte que perdura de nuestra nueva identidad en Cristo.

Del mismo modo, no podemos simplemente imponer la regla Billy Graham y esperar que inocule nuestros ministerios contra las transgresiones sexuales. La gente vence el pecado rindiéndose a Dios y permitiendo que Él cambie los corazones.

La transformación impulsada por el Espíritu lo afecta todo, incluidas las relaciones laborales. Crea en nosotros un deseo de límites apropiados y una mayor inteligencia emocional, para que podamos expresar el amor a Dios y a los demás en todo lo que hacemos.

Considere las palabras de Pablo a Tito:

«En verdad, Dios ha manifestado a toda la humanidad su gracia, la cual trae salvación y nos enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas. Así podremos vivir en este mundo con dominio propio, justicia y devoción, mientras aguardamos la bendita esperanza, es decir, la gloriosa venida de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien. Esto es lo que debes enseñar. Exhorta y reprende con toda autoridad. Que nadie te menosprecie» (Tito 2:11–15, NVI).

Observe que la capacidad de «rechazar» la impiedad es una obra de la gracia de Dios. Esto no es algo que lograremos por medio de reglas y por nuestra cuenta.

Al discipular a equipos que están creciendo en gracia y piedad, podemos animarlos a tratar «…a los jóvenes como a hermanos; a las ancianas, como a madres; a las jóvenes, como a hermanas, con toda pureza» (1 Timoteo 5:1,2, NVI).

Esto, a su vez, establece un ejemplo para toda la congregación «en la manera de hablar, en la conducta, en amor, fe y pureza» (1 Timoteo 4:12, NVI).

 

Anna Morgan es co-pastora de Word of Life Church (AG) en Springfield, Virginia, vicepresidenta académica de Ascent College, y autora de Growing Women in Ministry: Seven Aspects of Leadership Development [Crecimiento de la mujer en el ministerio: Siete aspectos en el desarrollo del liderazgo].

 

This article appears in the Winter 2025 issue of Influence magazine.

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