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 the shape of leadership

Ser buenos vecinos por el bien común

En medio de todo el bullicio, los cristianos estamos particularmente formados y llamados a ser una nota elegante y amable de amor.

Don Everts on September 2, 2020

Si bien la división de nuestro momento actual en los Estados Unidos puede ser lamentable y fatigosas, también representa una oportunidad extraordinaria para los cristianos. En medio de todo el bullicio, los cristianos estamos particularmente formados y llamados a ser una nota elegante y amable de amor. Pero perderemos nuestra oportunidad si no hacemos nada más que agregar al rencor.

Como líderes de la iglesia, nuestra labor no es solo ayudar a los cristianos a reconocer las tentaciones a las que nos enfrentamos, sino también a destacar otro camino: un camino de amor al prójimo que puede detener los gritos y apuntar a otros a la belleza del evangelio.

La escritura, la historia de la Iglesia y las últimas investigaciones confirman que este camino esperanzador de amor al prójimo es posible, y es lo ideal para nuestro momento cultural.

La triple tentación

Antes de llegar al camino de la esperanza, debemos enfrentarnos con honestidad a nuestras tentaciones. Hoy, los cristianos en Estados Unidos enfrentan la triple tentación de responder a nuestro momento actual, no con el amor al prójimo, sino con un amargo antagonismo.

Primero, estamos en una temporada política. Cada ciclo de las elecciones presidenciales trae consigo un nivel elevado de discursos que a menudo es cualquier cosa menos amable. Cada cuatro años, los estadounidenses se vuelven un poco más bulliciosos, un poco más nerviosos, un poco más extremos en su retórica. Como revelan las publicaciones de las redes sociales, a veces los cristianos se lanzan a la lucha con más hostilidad que humildad, y más veneno que virtud.

En segundo lugar, un cambio cultural influye en la manera en que las personas hablan entre sí. [En la conversación: una historia de un arte en decadencia] In conversation: A History of a Declining Art, Stephen Miller sugiere que el arte de la conversación cortés, históricamente nutrida y celebrada en el Occidente ha estado erosionando durante décadas.

Pete Carlson observó en el Washington Post que cada vez más nuestra era es una de «discursos largos, el despotrique, la diatriba, la jeremiada, el alegato, la ponzoña y el sermoneo incandescente».

Los gritos se han convertido en la norma. Este cambio de la conversación a la diatriba está bien documentado y sin duda afecta tanto a los cristianos como a los no cristianos.

Los cristianos no solo que no son inmunes a las tentaciones que vienen con tal ambiente, sino que en realidad estamos predispuestos a ceder ante ellas debido a una tercera tentación que es única para nosotros: Cada vez nos sentimos más como exiliados en nuestro propio país.

Querer devolver el golpe

A medida que nuestra nación ha ido pasado de la modernidad a la posmodernidad en los últimos años, la iglesia cristiana se ha movido del centro de la sociedad a los márgenes. Como resultado, los cristianos, que durante mucho tiempo han disfrutado de una especie de ventaja en el campo de juego, empiezan a sentirse más como un equipo visitante.

Nuestra situación en los EE. UU. no es menos precaria y peligrosa como la que enfrentan otros creyentes en muchas áreas del mundo hoy en día. Sin embargo, el cristianismo en nuestro país ha entrado en una temporada más difícil de lo que se ha visto desde hace bastante tiempo.

Según el Grupo Barna, hoy, muchos cristianos estadounidenses se sienten incomprendidos (65 %), perseguidos (60 %), marginados (48 %), silenciados (46 %), y con miedo a hablar (47 %) debido a su fe.

El suelo está cambiando debajo de nuestros pies, y muchos de nosotros lo estamos sintiendo. Más allá de la sensación de desplazamiento, algunos se sienten personalmente heridos por estos cambios. Esto puede llevar a estar a la defensiva y a la amargura, y al deseo de unirse a los gritos. En resumen, podemos querer «devolver el golpe» a los cambios postmodernos, a los cambios en la cultura, a los influyentes no cristianos, a la gente que publica mensajes anticristianos en las redes sociales, e incluso a nuestros compañeros de trabajo y vecinos no cristianos.

Jesús una vez citó dicho popular de su época: «Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo» (Mateo 5:43). Esto captura la postura que muchos cristianos están tentados a asumir en nuestra actualidad. A veces odiar a tu enemigo se siente tan bien como la lluvia.

Por supuesto, sabemos que no es así. Después de todo, Jesús continuó diciendo: «¡Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen!». Pero ¿cómo navegamos por la vida como exiliados? ¿Deberíamos protegernos a nosotros mismos y esperar a que las cosas cambien? ¿Se supone que debemos gritar más fuerte que los demás para hacer llegar nuestro mensaje? Resulta que hay otro camino, más esperanzador que el de los cristianos exiliados que vinieron antes de nosotros.

Al igual que nosotros

Considera a los cristianos del primer siglo en Asia Menor, apenas unas décadas después de que la Iglesia fue establecida. Estos hermanos y hermanas vivían en una época de creciente hostilidad hacia los cristianos.

Incluso antes de que comenzara una ola de persecución violenta, los cristianos soportaban regularmente los insultos, la difamación del carácter y el abuso verbal, todo lo cual era particularmente doloroso en una cultura de honor y vergüenza. También hubo consecuencias económicas para los cristianos.

Tal vez los vientos cambiantes de la hostilidad no deberían haber sido sorprendentes. Después de todo, Pablo le había dicho a Timoteo que el evangelio a veces estaba «a tiempo» y otras veces «fuera de tiempo» (2 de Timoteo 4:2, rvr1960). A veces el viento soplaba favorablemente para los cristianos y su mensaje; otras veces, soplaba duro y hostil.

¿Cómo respondieron estos cristianos a este cambio de clima? Ciertamente, algunos sintieron la tentación de mezclarse con su cultura. Otros lucharon con la urgencia de devolver el golpe a la hostilidad, a sus enemigos, incluso a sus vecinos no cristianos. Esto, en parte, es por lo que Pedro escribió su primera carta.

Uno de los temas principales de 1 de Pedro es que los cristianos pueden sufrir a causa de su fe. En el primer versículo, Pedro dirige la carta «los elegidos por Dios que viven como extranjeros». A lo largo de la carta, trata de frente el tema del sufrimiento.

Según Pedro, los cristianos de Asia Menor necesitaban reorientar su autocomprensión y aceptar su condición de exiliados en sus propias ciudades.

Pedro dice que los seguidores de Cristo deben esperar tiempos de sufrimiento: «Queridos amigos, no se sorprendan de las pruebas de fuego por las que están atravesando, como si algo extraño les sucediera» (ntv).

Según Pedro, también deberíamos ser conscientes de las tentaciones únicas que vienen con tales temporadas.

Superar la tentación

Los primeros cristianos fueron tentados a devolver el golpe. Es por eso Pedro escribe su carta cuando lo hace: para detener la mano amarga de ellos y recordarles el deseo de devolver el golpe puede ser innatamente humano y muy comprensible, pero no es una opción para los cristianos.

Pedro es claro en este sentido: «No paguen mal por mal. No respondan con insultos cuando la gente los insulte. Por el contrario, contesten con una bendición. A esto los ha llamado Dios, y él les concederá su bendición» (1 de Pedro 3:9, ntv).

La instrucción de Pedro puede parecer al revés, pero es el camino de Jesús. Pedro señala al propio Jesús como el ejemplo de esta refrescante e inesperada respuesta a la hostilidad: «Pues Dios los llamó a hacer lo bueno, aunque eso signifique que tengan que sufrir, tal como Cristo sufrió por ustedes. Él es su ejemplo, y deben seguir sus pasos. Él nunca pecó y jamás engañó a nadie. No respondía cuando lo insultaban ni amenazaba con vengarse cuando sufría. Dejaba su causa en manos de Dios, quien siempre juzga con justicia» (1 Pedro 2:21-23, ntv).

Estas palabras tienen profundas implicaciones para los exiliados. Es natural que la gente devuelva el golpe cuando se siente atacada, difamada o incomprendida. Es natural que las personas que se encuentran en un entorno hostil eleven su furia como respuesta. Es natural que el odio florezca en el corazón de los maltratados.

Sin embargo, Pedro invita a estos primeros cristianos exiliados a tomar un camino muy diferente. Propone que den una sorprendente, elegante y amable nota de amor al vecino.

Por el contrario, bendice

Pedro no solo prohibió el camino de la venganza en su carta: «No paguen mal por mal» sino que señaló una alternativa amable: «Por el contrario, contesten con una bendición. A esto los ha llamado Dios».

Una cosa es pedir a los que sufren por su fe que no contrataquen. Otra cosa es llamarlos para que bendigan a sus vecinos. Pero eso es exactamente lo que hace Pedro.

Luego a estos hermanos y hermanas él les hace una pregunta fascinante: «¿Quién querrá hacerles daño si ustedes están deseosos de hacer el bien?» (1 Pedro 3:13, ntv).

Con esta pregunta, Pedro invitó a los cristianos recién exiliados a entrar en esta forma de vivir con entusiasmo y alegría, «deseosos de hacer el bien», ya que el texto griego podía ser traducido: no a regañadientes o a medias.

Esto no es solo una actitud, sino un cambio de corazón que lleva a la acción. Primera de Pedro 4:10 (nvi) dice: «Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas».

Esto es tan práctico como esperanzador, tan cotidiano como refrescante. Pedro llama a estos cristianos sufrientes a responder en medio de los tiempos difíciles que vivían, entre otras cosas, bendiciendo a sus vecinos de manera tangible.

Este llamado de lo alto para amar al prójimo es esencialmente el mismo llamado que Dios les dio a los judíos exiliados en Babilonia. El pueblo odiaba el exilio y solo soñaba con un escape rápido. Pero Dios hizo que Jeremías les escribiera una carta para recordarles su llamado a buscar hacer el bien allí donde estaban. Jeremías escribió: «Además, busquen el bienestar de la ciudad adonde los he deportado, y pidan al Señor por ella, porque el bienestar de ustedes depende del bienestar de la ciudad» (Jeremías 29:7, nvi).

Cuando los exiliados judíos fueron tentados a tan solo contener la respiración hasta que su exilio terminara, Dios los llamó a buscar el bienestar de su nueva ciudad. Cuando los exiliados cristianos en Asia Menor fueron tentados a devolver el golpe, Dios los llamó a usar sus dones para bendecir a sus vecinos.

Parece que no solo hay tentaciones comunes que el pueblo de Dios enfrenta durante las temporadas difíciles, sino también un llamado común: responder con el amor al prójimo en vez de hacerlo con el odio o el retraimiento.

Redescubrir 1 de Pedro

Se ha observado que siempre que los cristianos son una minoría, 1 de Pedro adquiere un significado renovado para la Iglesia. Es una carta ideal para los cristianos que de repente se sienten como el equipo visitante.

Como revelan las publicaciones de las redes sociales, a veces los cristianos se lanzan a la lucha con más hostilidad que humildad, y más veneno que virtud.

En el verano de 1992, estuve en las selvas de Yucatán con un grupo de estudiantes universitarios, y estudiamos juntos esta epístola. La mayoría de los pasajes sobre el sufrimiento nos cayeron casualmente. Como cristianos viviendo en la luz menguante de la era moderna, no habíamos sufrido verdaderamente por nuestra fe. Todavía nos sentíamos como el equipo local.

Claro que ese verano experimentamos molestias sin el aire acondicionado y sin la comida familiar. Pero incluso entonces, sospeché que nuestra forma doméstica de sufrimiento no era lo que Pedro estaba escribiendo.

En los vientos de la posmodernidad, las palabras de Pedro sobre el sufrimiento han cobrado vida para mí de nuevas maneras. Ahora conozco un poco más de lo que entendía entonces, lo que es que los vientos cambien en contra de la fe cristiana. Siento la atracción de mezclarme. Siento la necesidad de devolver el golpe. Me siento predispuesto a meterme en la pelea a gritos, que se hace más fuerte cada año. Parece que es el momento perfecto para que tanto yo como todos los cristianos en EE. UU. redescubran 1 de Pedro y el llamado a que amemos al prójimo.

Hambre de amor al prójimo

Nuestros prójimos están hambrientos de ese amor a ellos. Según Barna, más de un cuarto de los adultos en Estados Unidos viven solos, y no es de extrañarse que la gente no tenga visitas regulares en su casa. Lo que los psiquiatras llaman «la soledad crónica» es común en la vida moderna estadounidense.

El vecindario solía ser un lugar donde la gente podía hallar previsiblemente la amistad en medio de la soledad y la ayuda en tiempos de necesidad. Pero desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, eso ha estado cambiando.

Como Brian Fikkert y Kelly M. Kapic detallan en su libro Becoming Whole [Ser entero], el vecindario local ya no es un lugar donde somos conocidos o donde nos conectamos significativamente. Las personas aisladas ahora adquieren de profesionales el cuidado que las generaciones anteriores recibían de los vecinos.

El momento no podría ser más oportuno para que los cristianos se resistan a ceder al amargo antagonismo y en su lugar escojan el antiguo camino del amor al prójimo en el que los exiliados cristianos, antes que nosotros, anduvieron fielmente.

¿Y si nosotros también nos negáramos a mezclarnos, a devolver el golpe, y en cambio nos volviéramos celosos para buscar el bien común de nuestros vecinos? ¿Y si los no cristianos que nos rodean comenzaran a ver una ola de cristianos que persiguen humildemente el bienestar de sus barrios y ciudades en vez de unirse a los gritos electorales o a las guerras culturales divisorias?

Sorprendido por el amor al prójimo

Para empezar, nuestros vecinos se sorprenderían. Como revela la investigación de Barna, nuestros vecinos no cristianos no asocian a los cristianos con buenas obras en el vecindario.

Mientras que el 70 % de los cristianos practicantes creen que «la gente de fe y las organizaciones religiosas proporcionan la mayoría de las buenas obras en el país», solo el 27 % de los no cristianos están convencidos de lo mismo. Si los cristianos de todo el país empezaran a mostrar el amor a su prójimo, ¡probablemente llamarían la atención de nuestros vecinos!

Y podrían dar la bienvenida a este amor al prójimo por el simple hecho de que somos sus vecinos. Cuando Barna preguntó a los no cristianos quién podría resolver mejor los problemas de la comunidad, el 42 % clasificó al gobierno como su opción principal, comparado con solo el 7 % que prefiere las iglesias y las organizaciones cristianas.

Parece que la desconfianza hacia las organizaciones cristianas es alta. Sin embargo, el 26 % de los no cristianos eligieron a los «miembros de la comunidad» como la mejor solución para los problemas de la comunidad. Hay más confianza en los que viven en el vecindario.

En la era moderna, la gente confiaba en las iglesias y en las organizaciones cristianas. En la era posmoderna, se sienten más cómodos con los miembros de la comunidad, sus vecinos. ¿Podría esto convertirse en la era de la esperanza del vecino cristiano?

Tal vez esto es parte de la razón por la que en estos días los pastores tienen en alta estima el liderazgo laico. Según Barna, el 92 % de los pastores están de acuerdo o muy de acuerdo en que «prefieren las iniciativas de los laicos que los nuevos programas de la iglesia». Los líderes de la iglesia entienden el poder que tienen los cristianos comunes que viven su fe.

¿Te imaginas lo que sucedería si los cristianos de todo el país redescubrieran el llamado de Dios a los exiliados, no para escapar o pelear, sino para buscar el bienestar de su comunidad? Si la historia es un indicador, los resultados darían gloria a Dios, y llevarían a muchos de nuestros vecinos no cristianos a la fe en Cristo.

El poder del amor al prójimo

Pedro señaló que este resultado esperanzador era una posibilidad cuando escribió: «Procuren llevar una vida ejemplar entre sus vecinos no creyentes. Así, por más que ellos los acusen de actuar mal, verán que ustedes tienen una conducta honorable y le darán honra a Dios cuando él juzgue al mundo» (1 Pedro 2:12). Pedro entendió que el amor al prójimo hablaría más fuerte que cualquier palabra corrosiva que estuvieran tentados a decirles a sus vecinos.

Hay una razón por la que Pedro asumió que sus buenas acciones por último darían la gloria a Dios: Esto fue lo que Jesús le había enseñado durante el Sermón de la Monte. En Mateo 5:16, Jesús dijo: «De la misma manera, dejen que sus buenas acciones brillen a la vista de todos, para que todos alaben a su Padre celestial».

El comportamiento de los cristianos es en sí mismo una especie de mensaje. Este mensaje en acción no solo es inesperado e intrigante, sino que también puede influir en la forma en que otros piensan acerca de Dios.

Pedro entendió que las obras cristianas eran una parte poderosa del testimonio cristiano. Sabía que el amor al prójimo realmente se destaca en una época de hostilidad, y que sus vecinos no cristianos eventualmente tratarían de averiguar por qué estos cristianos se comportaban de manera tan diferente. Naturalmente se preguntarán: ¿Por qué no se defienden ni se amargan?

Por eso Pedro estimuló a los hermanos y hermanas de Asia Menor a estar preparados con una respuesta: «sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros» (1 de Pedro 3:15).

Cuando este amor al prójimo inevitablemente llamó la atención, Pedro quiso que los seguidores de Cristo interpretaran sus acciones con palabras corteses y respetuosas sobre la esperanza que tenían en Jesús.

Apologética del amor al prójimo

Resulta que esto es exactamente lo que sucedió. Los cristianos perseguidos de la Iglesia primitiva amaban a sus vecinos. Por ejemplo, sabemos que cuidaron sacrificialmente de los vecinos enfermos y moribundos durante dos pandemias devastadoras. También acogieron y criaron en silencio a bebés que habían sido desechados en el basurero de las afueras de la ciudad por sus vecinos paganos (un comportamiento aceptado en ese momento). Los primeros cristianos, a menudo a un gran costo para ellos mismos, eran celosos del bien común y lo procuraban en el nombre de Jesús.

¿Y cuál fue el resultado de todo este amor al prójimo? En primer lugar, literalmente salvaron vidas y beneficiaron a sus comunidades locales de manera profunda. Su inesperado amor al prójimo también glorificaba a Dios como un mensaje vivo del evangelio.

Su búsqueda del bien común resultó ser una poderosa apologética. El primer líder cristiano Orígenes escribió que el mundo entero era como un teatro lleno de espectadores, observando a los seguidores de Cristo para ver cómo responderían a la persecución. Este era un punto de vista común en la Iglesia de la época.

A la luz de esto, Orígenes entendía la apologética (la defensa de la fe) como una disciplina de obediencia y vida cotidiana más que como una retórica e ideas. Como él decía: Cristo «hace su defensa en la vida de sus discípulos genuinos, porque sus vidas anuncian hechos verdaderos».

Los primeros apologistas no escribieron argumentos sobre la fe o respuestas inteligentes de moda a las preguntas de los paganos. En cambio, como el historiador Alan Kreider observó, ellos «escribieron extensamente sobre el comportamiento debido a su convicción cristiana de que la manera en que la gente vive expresa lo que realmente cree».

¿Y qué pensaban los vecinos no cristianos del comportamiento amoroso de los seguidores de Cristo? En palabras de los escritores de la Iglesia primitiva, estos vecinos estaban «profundamente impresionados» por su «elocuente comportamiento», su paciencia «sumamente llamativa», y su «maravilloso y confesado método de vida».

Como escribió el primer autor cristiano Tertuliano: «Es el cuidado del desamparado, nuestra práctica de la bondad amorosa, lo que nos marca a los ojos de muchos de nuestros adversarios».

El amor al prójimo de los cristianos atrajo la atención de las personas y la gloria de Dios. En última instancia, los paganos de todo el Imperio romano querían unirse a las filas de los cristianos porque sus buenas obras convencían a los paganos de la veracidad de su mensaje. A principios de los años 200, Marco Minuto Félix observó que la «belleza de la vida» de los cristianos animaba a «los extraños a unirse a las filas».

Gracias a Dios, Pedro fue fiel al escribir su carta a este grupo de nuevos cristianos exiliados en Asia Menor. En medio de las tentaciones que ellos enfrentaban, esta epístola llevaba un simple mensaje de amor y esperanza que necesitaban desesperadamente escuchar. El mensaje de Pedro llegó justo a tiempo.

Este es nuestro tiempo

La carta de Pedro también llega a nosotros en el tiempo perfecto. En un tiempo en que algunos de nosotros somos tentados a sentir ira y amargura, las palabras de Pedro llegan para detener nuestros temores e iluminar nuestro camino hacia adelante, recordándonos que debemos buscar el bien común de la gente y del lugar que nos rodea.

¿Podría la división y el rencor de nuestro momento actual representar una oportunidad para el evangelio? ¿Podría ser que este es nuestro momento para exhibir nuestro propio «comportamiento elocuente», como prójimos que no están enfadados o amargados por nuestra reciente situación de equipo visitante, sino que han sido llamados a un camino esperanzador de amor al prójimo?

En una habitación de gente gritando, una elegante nota de amor se destaca. Es probable que la gente se dé cuenta y se pregunte sobre la fuente de tal amor y esperanza. La Palabra de Dios, la historia de la Iglesia y las últimas investigaciones confirman que esto es exactamente lo que sucede cuando los cristianos buscan el bien común.

Pablo escribió que era posible «vencer el mal haciendo el bien» (Romanos 12:21, ntv). ¿Qué te parece si hoy hacemos de esto nuestra estrategia por defecto?

Don Everts es un escritor del [Proyecto barrio esperanzador] Hopeful Neighborhood Project y pastor de enseñanza en Bonhomme, una iglesia de 200 años en el área de St. Louis, Misuri, EE. UU. También ha sido predicador y entrenador de Alpha and InterVarsity Christian Fellowship. Su libro más reciente se titula: The Hopeful Neighborhood: What Happens When Christians Pursue the Common Good. [El barrio esperanzador: que sucede cuando los cristianos buscan el bien común.]

Este artículo aparece en la edición de septiembre/octubre de 2020 de la revista Influence.

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