Influence

 the shape of leadership

Mantener el ritmo

Ocho hábitos que unificarán a un equipo

Rob Ketterling on August 19, 2020

Los dos instrumentos de más importancia en una banda rock son el bajo y la batería. Si el teclista o el guitarrista principal se equivocan, los oyentes pensarán que es un asunto de creatividad. Pero si el bajo o la batería están fuera de ritmo, la gente querrá taparse los oídos con sus dedos. La banda no estará sincronizada y todos lo sabrán. El bajo y la batería establecen el ritmo para todos; el ritmo y la unidad de la banda dependen de estos.

De manera similar, un equipo se fija en el líder para sintonizarse uno con el otro. Si eres líder de un equipo en cualquier nivel, desde ejecutivo hasta un equipo voluntario, tienes la responsabilidad de estar de acuerdo con la visión y con los valores de la organización. Si no tienes ritmo, tu equipo tampoco lo tendrá. Tú marcas la pauta y estableces el ritmo mediante tu actitud y acciones.

Los miembros de tu equipo se fijan en ti para mantenerse unidos en los propósitos y procesos. Lo haces recordándoles de continuo los valores, reforzando la dirección, reiterando la visión, afirmando a los que están contigo y corrigiendo a los que no están sincronizados (de ser posible antes que otros los sigan a ellos).

Los líderes, por lo general, tienen que escuchar con cuidado para detectar las primeras notas que no estén sincronizadas. Por otra parte, a veces es tan obvio que suena como un cañonazo a mitad de una sinfonía.

Hace unos años, dos miembros de nuestro equipo (los llamaré Rick y Scott) estaban irritados el uno contra el otro. En privado me contaron las quejas que el uno tenía contra el otro e intentaron que los miembros del equipo se pusieran del lado de uno o el otro. En nuestras reuniones de personal solían poner sus ojos en blanco o hacían ruidos repugnantes ante el comentario que uno de ellos hacía. Estaban intentando destruirse mutuamente frente a sus colegas.

Terminé una de estas reuniones al decir: «Bien, ya es todo por hoy. Todos pueden salir menos Rick y Scott. Quiero hablar con ustedes».

Después que todos salieron, fijé la mirada en sus ojos y les dije: «Hoy es martes. Tienen hasta el viernes para arreglar sus problemas, perdonarse el uno al otro y encontrar cómo amarse —no solo tolerarse el uno al otro, sino amarse. Y si no lo hacen, serán despedidos».

De inmediato cada uno intentó presentar su caso, culpando al otro. Levanté mi mano y dije: «¡Ya! Ustedes no tienen un problema conmigo. Este es un problema que ustedes tienen uno contra el otro. Necesitan conversar para arreglar esto. Quiero verlos en mi oficina el viernes por la mañana a las nueve. Si para entonces no se quieren entre sí, serán despedidos».

El viernes, a esa hora, los dos entraron en mi despacho sonrientes y dándose palmadas el uno al otro por la espalda. Se habían convertido en muy buenos amigos. Fue obvio que no lo fingían. Ni siquiera tuve que hacer una sola pregunta.

Scott me dijo de repente: «El martes por la tarde nos reunimos para hablar acerca de nuestras diferencias y nos dimos cuenta que habíamos hecho muchas suposiciones injustas. Cada cosita se convirtió en una cosa grande, pero ahora las cosas están arregladas. De verdad, ahora simpatizamos uno con el otro».

Rick agregó: «Pastor Rob, sentimos mucho haberles causado tantos dolores de cabeza a usted y a los demás miembros del equipo. La próxima vez que nos reunamos, queremos tener unos minutos para pedir perdón y decirles a todos que hemos hecho las paces».

Ojalá que todas las confrontaciones se solucionaran como esta.

Unidad del Espíritu

En los años del cristianismo primitivo, las personas que participaban en la iglesia eran de orígenes variados: líderes judíos, antiguas prostitutas que llegaron a la fe en Jesús, ricos y esclavos, los que siempre intentaron obedecer a Dios y los que vivieron en rebeldía, personas privilegiadas y gente marginada, los de la clase alta y otros de la clase baja.

De hecho, muchas de las cartas en el Nuevo Testamento tienen que ver con sanar las relaciones quebrantadas entre los creyentes. Pablo pasó tres años en la ciudad metropolitana de Éfeso, de modo que conocía los puntos críticos de desacuerdo y conflicto entre los creyentes del lugar.

Más tarde, cuando Pablo le escribió a los efesios, les explicó que la experiencia genuina del amor y la gracia de Dios es la única forma en que fluye el amor de nosotros hacia los demás. Les rogó que fueran: «Sean siempre humildes y amables. Sean pacientes unos con otros y tolérense las faltas por amor. Hagan todo lo posible por mantenerse unidos en el Espíritu y enlazados mediante la paz». (Efesios 4:2-3, énfasis del autor).

La unidad es preciada, pero frágil. Pablo sabía que la unidad no se logra por naturaleza. Es una obra del Espíritu. Tenemos que experimentar el amor de Dios antes de poder expresarlo, y tenemos que experimentar la seguridad de su gracia para poder crear una cultura positiva y dinámica.

Si eres un líder, tu responsabilidad es mantener la unidad del Espíritu en tu equipo.

Raíces y alas

Un día, hace años, antes de mis conversaciones con Rick y Scott, oré por nuestro equipo y sentí que Dios me estaba diciendo: «Pastorea como un padre cría a sus hijos».

Entendí exactamente lo que eso significaba. En mis relaciones con mis hijos me esforcé para darles lo que algunos expertos llaman «raíces y alas», un profundo sentido de seguridad en mi amor y el ánimo para volar, arriesgarse sin el temor de ser ridiculizado por los fracasos.

Siempre estoy dispuesto a intervenir cuando siento que uno de mis hijos no está alineado con los valores de nuestra familia porque mi meta es que florezcan. Por otra parte, yo estaba evitando las conversaciones difíciles con los miembros del personal; mi meta en el trabajo era evitar el desorden de un conflicto.

El perdón es el corazón de la fe cristiana y de la unidad.

Sentí que Dios me estaba diciendo: «¿Quieres que los miembros de tu equipo sientan la seguridad que los anima a hacer cuanto puedan para realizar mi visión, o acaso será que lo único que deseas es evitar las conversaciones que te incomodan?»

¡Me dolió! Ese fue un punto decisivo para mí y mi liderazgo. Le dije a Dios: «Está bien, lo haré. Cada vez que vea que alguien no está sincronizado, hablaré la verdad en amor para interesarme más en las oportunidades de su porvenir antes que evitar las conversaciones incómodas en el presente».

A medida que la unidad de nuestro equipo ha ido creciendo, hemos experimentado más fricción, pero es una fricción buena y productiva. La gente se siente más cómoda al tener desacuerdos unos con otros porque el desacuerdo ya no es una amenaza a su sentido de valor personal o a su lugar en el equipo.

Cuando tuvimos menos unidad, éramos corteses, pero estábamos a la defensiva y no éramos sinceros. Ahora nos sentimos más cómodos para ser honestos y sinceros el uno con el otro. ¿Hay más tensiones ahora? Sí, pero es una tensión creativa que está muy distante de un comportamiento destructivo y pasivo-agresivo que plaga muchos equipos.

Hábitos que unen

La unidad no es algo que podamos hacer que aparezca cada vez que la necesitamos. Es algo que debemos edificar al pasar el tiempo mediante los hábitos que practicamos todos los días.

Aquí hay ocho hábitos que ayudarán a unir un equipo:

1. Haz mejores preguntas. Ya no hago tantas suposiciones como solía hacer. Cuando detecto la presencia de un problema, digo con más rapidez: «¡Óiganme! ¿Qué está pasando aquí?»

A medida que se desenvuelve la conversación, he aprendido a plantear mejores preguntas con el fin de llegar al mehollo del asunto. En vez de permitir que la gente esquive su culpa, a menudo pregunto: «Así que, ¿cuál es tu responsabilidad en todo esto? ¿Qué harás para rectificar esto aunque los demás no den ni un paso?»

2. Honra en todas las direcciones. En muchas organizaciones el jefe o el pastor recibe la mayoría de los elogios. Esto alimenta el ego del líder, pero tiene efectos negativos en los demás. Algunos estarán motivados a lograr el éxito con el fin de recibir los aplausos. Algunos intentarán sabotear a los que logran llegar más alto que ellos, o pueden darse por vencidos y convertirse en pasivos.

Necesitamos honrar a las personas en todos los niveles, los que son colegas y los que nos rinden cuentas. He llegado a la conclusión de que se crea y se protege mejor la unidad cuando honro a las personas que están en el fondo del organigrama. La contribución de ellos puede pasar desapercibida para la mayoría, pero su fidelidad y destreza son el fundamento de nuestro crecimiento. No podríamos hacer lo que hacemos sin ellos, y quiero que ellos y todos los demás lo sepan.

3. Perdona rápido y por completo. El perdón es el corazón de la fe cristiana y de la unidad. Podemos fomentar un ambiente donde el perdón no sea raro ni incómodo, sino normal y liberador.

El perdón exige honestidad acerca del dolor que hemos experimentado. Pero también significa dejar el resentimiento atrás. Cuando nos pedimos perdón uno al otro, cuando nos disculpamos uno al otro, quedamos unidos, y cuando nos perdonamos uno al otro, quedamos saludables.

4. Sigue al Espíritu. Si sientes un toque interno para afirmar a alguien, pedir disculpas a alguien a quien ofendió u honrar públicamente a alguien, hazlo.

No esperes. No inventes excusas para evitar hacerlo. Hazlo sin dudar.

5. Celébrense uno al otro. El éxito de uno debe ser el éxito de todos. Los celos dañan y dividen. La solución no es apretar los dientes y esforzarse para evitar el sarcasmo. La solución es valorar los talentos y contribuciones de cada persona tanto como las suyas y celebrar cuando otros sobresalen.

6. Desalienta los comentarios privados. Todos lo hemos visto. Un miembro del equipo no está contento con una decisión o directriz, pero en vez de presentar sus preocupaciones al grupo, espera hasta más tarde para reunirse en privado con alguien que pudiera ser tu aliado. Aunque este es un comportamiento común, es una amenaza a la unidad.

7. Ora por cada persona. Jesús oró por la unidad entre sus seguidores. ¿No debemos buscar la unidad de Dios también? Orar de modo significativo por cada miembro del equipo lleva tiempo, pero es una inversión que vale la pena.

8. Debes estar presente. Estamos ocupados. No estoy diciendo que tenemos que estar allí cada minuto de cada día. Sin embargo, es importante estar activamente presente durante los momentos en que estamos reunidos.

La inversión

Hace años, FRAM tuvo un anuncio en la televisión con un mecánico parado al lado de un coche con el capó abierto. En la mano sostenía un filtro de aceite mientras que con una sonrisa decía: «Me puede pagar ahora…». Después, recogíaun pistón y gruñía: «O me puede pagar después».

Era obvio que estaba hablando sobre la diferencia entre el precio de un filtro de aceite y el precio de una revisión completa del motor.

Este es el mismo cálculo para los líderes: Podemos pagar un precio de tiempo y energía relativamente pequeño con tal de edificar la unidad, o podemos gastar mucho más del capital de liderazgo tratando de mantener las cosas en marcha mientras lidiamos con los conflictos, la falta de sincronización, los sentimientos heridos y los esfuerzos desperdiciados.

Valdrá la pena la inversión que hagas hoy a favor de la unidad.

Rob Ketterling es fundador y pastor principal de la Iglesia River Valley (AD) en Apple Valley, Minnesota. Este artículo es una adaptación del libro de Rob: The Speed of Unity [La velocidad de la unidad], (River Valley Publishing, 2020).

Este artículo aparece en la edición de julio/agosto de 2020 de la revista Influence.

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