La gestión de exousia en el liderazgo
Cuatro maneras de gestionar las diferencias de poder
Mientras hacíamos compras con mi hermana, oí de casualidad una conversación tensa en la fila para pagar.
Un cliente había comprado vestidos para su esposa. No estaba contento de que la factura incluía impuestos sobre las ventas. Le dijo a la empleada que la compra debería ser libre de impuestos porque él tenía una organización sin fines de lucro.
Para calmar al hombre, la empleada llamó a su encargada, le explicó la situación, y le preguntó qué debería hacer. Luego, ella trasmitió la respuesta de la encargada: la venta no está libre de impuestos.
El cliente se puso más inquieto y exigió con aspereza hablar directamente con la encargada. Cortésmente, la empleada no se lo concedió. Al final, él cedió y pagó la cuenta y, con disgusto, se marchó con enojo.
Cuando llegué al mostrador, felicité a la empleada por lidiar de esa manera con un cliente difícil. También confirmé que la exención de impuestos se aplica sólo a compras hechas para una organización sin fines de lucro, y no para uso personal.
Ella me agradeció, y luego comunicó las malas noticias: el cliente que discutía era un pastor local.
Poder y privilegio
Como una forma de liderazgo, el ministerio supone autoridad y privilegio. El Nuevo Testamento usa la misma palabra griega para ambos términos: exousia.
Marcos 3:14–15 describe la autoridad espiritual que Jesús les dio a sus discípulos: «Designó a doce, a quienes nombró apóstoles, para que lo acompañaran y para enviarlos a predicar y ejercer autoridad [exousia] para expulsar demonios».
Pablo identificó ciertos privilegios que recibieron los apóstoles, y preguntó: «¿Acaso no tenemos derecho [exousia] a comer y beber? ¿No tenemos derecho a llevar con nosotros una hermana por esposa, como hacen también los otros apóstoles, los hermanos del Señor y Cefas?¿O sólo yo y Bernabé no tenemos derecho [exousia] a no trabajar?» (1 Corintios 9:4–6).
Estos pasajes de la Escritura indican que ni la autoridad ni el privilegio son en sí inmorales. Pueden utilizarse para bien o para mal. Lo que importa es cómo los utilizamos.
Jesús advirtió a los discípulos contra usarlos para fines egoístas: «Los reyes de las naciones oprimen a sus súbditos, y los que ejercen autoridad sobre ellos se llaman a sí mismos benefactores. No sea así entre ustedes» (Lucas 22:25–26).
El pastor contencioso es un ejemplo de cómo no tenemos que ejercer la exousia. Él trató de tiranizar a la empleada a través de su postura agresiva, sus emociones y el tono de su voz. Y trató de sacar ventaja de su posición de líder de una organización sin fines de lucro para beneficiar económicamente a su familia.
Por el contrario, Jesús demostró cómo manejar bien la autoridad y el privilegio. En Filipenses 2, Pablo exhortó a los creyentes a tener «la misma actitud que tuvo Cristo Jesús» (versículo 5). «No hagan nada por egoísmo o vanidad», escribió Pablo. «Más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás» (versículos 3–4).
Jesús da el ejemplo de este servicio humilde a través de la encarnación y la cruz. Aunque era «por naturaleza Dios», Jesús «no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse» (versículo 6). En vez de eso, «se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos» (versículo 7). Jesús encarnó la humildad.
La cruz demostró la magnitud del interés de Cristo por nuestro bienestar. Jesús «se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz» (versículo 8).
En otro lugar, Pablo escribió: «En él [Cristo] tenemos la redención mediante su sangre» (Efesios 1:7). Jesús respondió a nuestras necesidades para la salvación.
Se supone que todos los cristianos, en especial los líderes cristianos, deberían tener «la misma actitud que tuvo Cristo Jesús». Así como Cristo, deberíamos usar cualquier autoridad o privilegio que tenemos desinteresadamente, y no interesadamente.
La exousia del ministerio cristiano, por tanto, es la autoridad y el privilegio de servir a otros.
El carácter es lo que hacemos cuando creemos que nadie nos está observando. Es cómo tratamos a los menos poderosos cuando nadie está alrededor más que
ellos y nosotros.
El ejercicio correcto de la exousia
Como ministros, sabemos que deberíamos liderar como lo hizo Jesús, pero en vez de eso somos tentados a hacerlo como reyes sin escrúpulos. A continuación, hay cuatro maneras de manejar apropiadamente nuestra autoridad y privilegio.
1. Reconoce que existen las diferencias de poder. Si quieres resistir una tentación, tienes que reconocer que existe. Con demasiada frecuencia, no reconocemos que detrás de nuestros ministerios operan diferencias de poder.
La expresión diferencias de poder hace referencia al hecho de que, en una organización, los líderes tienen más exousia que los seguidores. Tenemos autoridad en la toma de decisiones. Los miembros de la iglesia nos conceden autoridad, llamándonos «pastor» o «reverendo». Como líderes, tenemos estatus en la comunidad en general. Recibimos un salario y beneficios por nuestro trabajo.
Existen diferencias de poder cuando el pastor principal lidera la reunión de personal, cuando un pastor de jóvenes lleva a su casa a los jóvenes después del culto del miércoles por la noche, o cuando el consejero pastoral se reúne con un congregante cuyo matrimonio está a punto de desmoronarse.
Reconocer esta dinámica nos recuerda que nuestras elecciones durante cada encuentro tienen el potencial de ayudar o dañar. Y es nuestra responsabilidad manejar éticamente las diferencias de poder, incluso cuando la otra persona no sea consciente de ellas.
2. Note las primeras etapas de hacer concesiones. Nadie que responde al llamado al ministerio se propone «tiranizar» a los demás. El espíritu de dominación empieza siendo pequeño.
Por ejemplo, un pastor paga su alimento personal con la tarjeta de crédito de la iglesia y luego le dice al tesorero que perdió el recibo. Un pastor de jóvenes de unos 20 años le presta demasiada atención a una chica atractiva de la secundaria. Un consejero pastoral deja su mano tranquilizadora demasiado tiempo sobre el hombro de una paciente consternada.
Dice la Biblia que estas pequeñas zorras arruinan la viña (Cantar de los Cantares 2:15).
Es imposible hacer una lista de lo que se debe y no se debe hacer para cada situación que puedas enfrentar. Pero sí es posible el autocontrol, ser respetuoso, y demostrar el amor de Cristo constantemente.
La autoevaluación es crucial para el desarrollo del carácter. El carácter es lo que hacemos cuando creemos que nadie nos está observando. Es cómo tratamos a los menos poderosos cuando nadie está alrededor más que ellos y nosotros.
Simplemente haga una pausa al finalizar cada día y autoevalúase. ¿He tratado mal a alguien o me he aprovechado de mi posición? ¿He tratado a mis colegas o empleados directos con el debido respeto? ¿He sido justo, aun cuando podría haberme salido con la mía con menos? ¿He pedido perdón cuando era necesario hacerlo?
3. Asume la responsabilidad. No hace mucho leí en el periódico acerca de un ministro que afirmaba haber sido víctima de una prostituta. Decía que la prostituta lo sedujo a tener relaciones sexuales contra su voluntad.
Cuando la gente es descubierta haciendo algo malo, su reacción instintiva es culpar a otros o apelar a circunstancias que van más allá de su control. Afirman ser víctimas, no perpetradores. Siempre es la culpa de otra persona.
Los líderes espirituales maduros asumen la responsabilidad por sus acciones y lo hacen de inmediato. Lidian con sus relaciones de manera responsable desde un principio. Como lo expresa el antiguo dicho: «No es mi hermano ni mi hermana, sino yo, Señor, el que necesita orar».
4. Acepta la rendición de cuentas. En mi trabajo he notado que los abusos de poder están en la base de muchos casos de disciplina ministerial. Una comprensión malsana de la autoridad y los privilegios es la raíz de una posible mala conducta. Al principio, las acciones inapropiadas son sutiles; los demás suelen darse cuenta antes de que el líder reconozca que hay un problema.
En el ministerio, como en la carretera, las líneas o rayas son nuestras amigas. La junta de tu iglesia, la constitución y las normas, las medidas y los procedimientos, las prácticas contables uniformes, y los buenos límites en las relaciones interpersonales te protegen a ti y protegen a otros. Encauzan el poder de tu ministerio para lograr buenos resultados.
Por esa razón, los ministros deberían practicar de buena gana la rendición de cuentas externa, incluso mientras desarrollan sus propias pautas morales.
Si los últimos años de escándalos de abusos del clero nos han enseñado algo, es que el mundo está observando cómo lideramos. ¡Asegurémonos de que las personas vean el servicio humilde de Cristo en la manera en que ejercemos nuestra autoridad y usamos nuestro privilegio!
Donna Barrett es secretaria general de las Asambleas de Dios en Springfield, Missouri.
This article appears in the Winter 2023 issue of Influence magazine.
Influence Magazine & The Healthy Church Network
© 2024 Assemblies of God