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Lo que creemos sobre el bautismo en agua

Una serie sobre la Declaración de Verdades Fundamentales de AD

Allen Tennison on February 28, 2024

La primera vez que bauticé a alguien en agua como pastor, casi mato a un hombre.

Nuestra iglesia tenía un bautisterio empotrado en el que solo cabía una persona. El ministro se situaba fuera del bautisterio y se inclinaba sobre un tabique. Los que serían bautizados se sentaban en una banqueta dentro del agua.

La primera persona a la que bauticé fue un hombre llamado Juan. Medía 6 pies y 6 pulgadas de alto y casi tanto de ancho. Como tenía problemas en su espalda y no podía sentarse solo, Juan estaba nervioso por la idea de ser sumergido en el agua. Le aseguré que yo estaría allí.

Sin embargo, cuando sumergí a Juan en el agua, mi brazo quedó atrapado debajo de él. Su corpulencia me levantó en peso del tabique y no pude hacer suficiente palanca para subirlo a la superficie.

Para cuando logré pararme en firme de nuevo, los feligreses ya habían comenzado a subir corriendo a la plataforma. Finalmente saqué a Juan del agua, jadeaba audiblemente buscando llenar de aire sus pulmones.

La congregación aplaudió y vitoreó porque Juan había sido bautizado, y también porque estaba vivo.

Siempre tenemos un motivo de celebración cuando alguien toma la decisión de ser bautizado en agua. Significa que está espiritualmente vivo y que comienza una nueva vida en Cristo.

El bautismo en agua representa también el morir a todo lo que no pertenece a la vida cristiana. Comprender el significado del bautismo en agua es comprender la vida a la que estamos llamados en Cristo Jesús.

 

El bautismo como una ordenanza

“Las ordenanzas de la iglesia,” Artículo 6 de la Declaración de Verdades Fundamentales de las Asambleas de Dios, cubre tanto el bautismo en agua como la Comunión.

La palabra “ordenanza” estuvo presente en la Declaración de Verdades Fundamentales desde el principio. Esto es significativo porque los protestantes usan intencionalmente “ordenanza” en lugar de “sacramento.”

Entonces, ¿por qué no llamar sacramentos al bautismo en agua y a la Comunión? El término “sacramento” proviene del latín sacramentum, que llevaba consigo la idea de sacralidad y podía referirse a un depósito o incluso a un juramento para demostrar lealtad. Los sacramentos se asociaron con el recitar de credos, que a menudo acompañaban al bautismo en agua.

El Nuevo Testamento latino también tradujo el mysterion del griego como sacramentum. Mysterion, o “misterio,” aparece en los escritos de Pablo, refiriéndose a cosas que permanecerían ocultas a menos que Dios las revelara. Muchos usos se refieren a la revelación de Dios del misterio divino a través de Cristo (Romanos 16:25; Efesios 1:9; 3:4; 5:32; 6:19).

Con el tiempo, sacramentum (o sacramento) pasó a denotar signos o símbolos físicos con significados espirituales en la Iglesia, incluidas prácticas específicas como el bautismo en agua.

La teología sobre lo que ocurría durante un sacramento se desarrolló gradualmente. Al principio, los sacramentos se entendían como signos promulgados que reflejaban la gracia de Dios y marcaban la lealtad o la fe en Cristo.

Con el tiempo, algunos interpretaron que los sacramentos no solo representaban la gracia, sino que la impartían.

Durante la Edad Media, la Iglesia identificó siete prácticas como sacramentos: el bautismo, la confirmación, la comunión, la penitencia o confesión, el matrimonio, la ordenación y la unción de los enfermos.

Los protestantes lo redujeron a dos, el bautismo en agua y la comunión, reconociendo aun la importancia de prácticas como el matrimonio, la ordenación y la unción de los enfermos.

Lo que hace especiales al bautismo en agua y a la Comunión es su reflejo del Evangelio y su relación directa con los mandamientos de Cristo. Como Jesús ordenó estas prácticas, las llamamos ordenanzas. Para los protestantes, este término también hizo más fácil distinguir su teología.

Muchos protestantes negaban que los sacramentos fueran una fuente de gracia, pero los consideraban un medio para apropiarse de la gracia de Dios por la fe. Otros volvieron al sentido anterior de signo o símbolo que representa la gracia, pero no la imparte.

Las Asambleas de Dios identifican el bautismo en agua y la Comunión (o Cena del Señor) como ordenanzas que simbolizan la gracia que ya hemos recibido, declaran nuestra fe y nos recuerdan las buenas nuevas.

Como ordenanzas, el bautismo en agua y la Comunión no son opcionales. A través de ellas, participamos física y espiritualmente en la historia de Jesús. Vemos, tocamos y saboreamos representaciones tangibles del Evangelio.

La comunión involucra elementos que sostenemos, mientras que el bautismo tiene lugar en un elemento que nos sostiene. A través de estas ordenanzas, abrazamos el Evangelio y somos abrazados por él.

La administración de las ordenanzas combina elementos y ceremonias en un evento comunitario que cumple los mandamientos de Cristo, proclama el Evangelio y une a la Iglesia.

A lo largo de la historia, los cristianos han considerado las ordenanzas como prácticas esenciales para la adoración de la Iglesia. Como acto de adoración, las ordenanzas celebran la provisión redentora de Dios a través de Cristo y anticipan su promesa restauradora a través del Espíritu. En la adoración corporativa, las ordenanzas nos unen como miembros de una familia que comparten un viaje común a través del agua y la cena.

 

Base bíblica

El párrafo sobre el “Bautismo en agua” del artículo 6 adopta tres posturas. Primero, “Las Escrituras establecen la ordenanza del bautismo en agua por inmersión.” Como ordenanza, el bautismo en agua es un mandamiento para todos los creyentes.

Jesús mismo fue bautizado, en sumisión a la voluntad del Padre, y después recibió el Espíritu Santo (Mateo 3:15–17). En este acto, Jesús se identificó con el pueblo de Dios.

Comprender el significado del bautismo en agua es comprender la vida
a la que estamos llamados en Cristo Jesús.

Para muchos estudiosos, el bautismo en agua de Jesús y su posterior tentación son una recreación de la experiencia de Israel desde el Mar Rojo hasta el desierto. Donde los hijos de Israel fracasaron, Jesús triunfó.

El bautismo en agua de Jesús también provee un ejemplo para la Iglesia.

En Mateo 28:19-20, Jesús envió a sus discípulos a hacer discípulos de todas las naciones al ir, bautizar y enseñar.

Al oír la buena nueva de Jesús el día de Pentecostés, la multitud preguntó: «¿qué debemos hacer?» (Hechos 2:37). Pedro respondió: «— Cada uno de ustedes debe arrepentirse de sus pecados y volver a Dios, y ser bautizado en el nombre de Jesucristo para el perdón de sus pecados. Entonces recibirán el regalo del Espíritu Santo» (versículo 38).

A medida que la Iglesia se extendía en el relato de los Hechos, los que recibían el Evangelio eran bautizados en agua (Hechos 8:12–13; 9:18; 10:47–48; 16:15,33; 18:8; 19:5). El mandato de Cristo, la exhortación de Pedro y el ejemplo de Jesús y de la Iglesia subrayan la necesidad del bautismo en agua.

 

Fórmula bautismal

Según las Escrituras, el bautismo en agua implica tanto el uso de palabras como un elemento físico.

En palabras. La Gran Comisión llama a bautizar «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mateo 28:18–20). Sin embargo, muchos ejemplos de bautismo en agua en Hechos simplemente mencionan el nombre de Jesús (2:38; 8:16; 10:48; 19:5). Algunos han debatido la fórmula del bautismo en agua a la luz de esta aparente discrepancia.

¿Tiene la Gran Comisión prioridad al contener las palabras de Jesús? ¿O deberíamos seguir la descripción que hace Lucas de la práctica de la Iglesia en Hechos?

En los primeros días de las Asambleas de Dios, algunas personas se sometían a un nuevo bautismo en agua porque dudaban de la suficiencia de un bautismo anterior que utilizaba una fórmula diferente.

El párrafo sobre “Bautismo en Agua” no responde a la pregunta sobre el uso de las palabras a utilizar, pero la Declaración de Verdades Fundamentales rechaza cualquier enseñanza que niegue la Trinidad o la deidad de Jesús como miembro de la Trinidad.

Los creyentes en el Libro de los Hechos fueron bautizados en el nombre de Jesús como una profesión de fe cristiana (distinguiendo el acto de otros tipos de bautismos).

Al formar discípulos, también estamos llamados a bautizar de una manera que distinga nuestra fe de la de los demás. Al bautizar en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, estamos confesando más acerca de nuestra fe en Jesús, quien fue enviado por el Padre y ahora nos envía el Espíritu. El bautismo en agua en el nombre de la Trinidad es un bautismo en todo el evangelio.

En agua. El artículo 6 especifica la inmersión como método de bautismo. La palabra griega para bautizar, baptizo, significa “sumergir.” En el mundo antiguo, la palabra incluso se usaba para describir ahogamientos o naufragios.

Posiblemente inspirado por la práctica de los gentiles convertidos al judaísmo, Juan el Bautista llamó a la gente al bautismo como señal de arrepentimiento en preparación de la venida del reino de Dios y del Mesías.

El bautismo en agua por inmersión completa era la práctica de la Iglesia del Nuevo Testamento.

Con el tiempo, la Iglesia comenzó a bautizar en agua de otras formas, como la aspersión y el derramamiento. Al principio, se trataba de excepciones a la regla debido a circunstancias inusuales, como personas que pedían el bautismo en su lecho de muerte.

Los padres también empezaron a bautizar a los niños enfermos en previsión de su muerte. La práctica de bautizar a los bebés, llamada pedobautismo, se convirtió con el tiempo en una práctica habitual, al igual que la aspersión con agua.

Una de las primeras tradiciones cristianas consistía en orar para que la gente recibiera el Espíritu en el momento del bautismo. Sin embargo, al hacerse cada vez más común bautizar a los bebés, esta oración se reservó para más adelante. Con el tiempo, surgió la práctica de confirmar a los bautizados, que se convirtió en un sacramento en sí mismo.

Hoy en día, otros métodos (como el derramamiento) se asocian comúnmente con el bautismo de niños, mientras que el bautismo por inmersión se asocia generalmente con el bautismo de creyentes.

Las Asambleas de Dios practican el bautismo de creyentes por inmersión.

 

El bautismo de los creyentes

Al avanzar hasta la Edad Media, los teólogos defendieron el pedobautismo basándose en una concepción sacramental del bautismo y una fuerte visión del pecado original.

Creyendo que todos los recién nacidos heredaban la culpa de Adán y Eva, estos teólogos concluían que solo la gracia impartida a través del bautismo en agua podía asegurar su salvación. Suponían que los bebés no bautizados que morían en la infancia irían al infierno.

Algunos protestantes de entonces y de ahora rechazaron esta enseñanza, pero mantuvieron la práctica del bautismo infantil.

Otros rechazaron totalmente el pedobautismo, no solo por la falta de apoyo directo en las Escrituras, sino también por el modelo neotestamentario del bautismo para los creyentes que se arrepienten y expresan su fe en Jesús.

Los primeros protestantes que adoptaron este último punto de vista fueron llamados anabaptistas. Este nombre provenía de sus críticos, y era revelador. Como los anabaptistas bautizaban a adultos que ya habían sido bautizados cuando bebés, algunos condenaron su práctica como rebautismo, o “anabaptismo.”

Para los anabaptistas, sin embargo, el único bautismo real tenía lugar cuando alguien lo elegía por sí mismo. Si estaban en lo cierto, eso invalidaría los bautismos de todos los que habían sido iniciados en la Iglesia de esta manera cuando eran bebés. Fue una posición amenazadora que costó la vida a muchos anabaptistas.

Bautizar a los creyentes en lugar de a los bebés (una práctica también conocida como credobautismo, o bautismo del creyente) continuó en otras tradiciones, incluidas las iglesias bautistas y pentecostales.

Las Asambleas de Dios rechazan el pedobautismo en favor del credobautismo. El Artículo 6 declara que el bautismo en agua es un mandamiento para aquellos que “se arrepienten y creen en Cristo como Salvador y Señor.” Más que un paso necesario para la salvación, el bautismo en agua está reservado para aquellos que ya se han vuelto a Dios por fe.

Al bautizar en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, estamos confesando más acerca de nuestra fe en Jesús, quien fue enviado por el Padre y ahora nos envía el Espíritu.

Este bautismo de creyente lleva consigo una premisa sobre la naturaleza de las ordenanzas, de la Iglesia, del estado e incluso de la integridad humana.

Si solo se bautiza a los creyentes, la ordenanza es para los que ya han recibido la gracia.

El bautismo es una representación, no una impartición de la gracia. Si solo los creyentes pueden ser bautizados y solo los bautizados son miembros en plena comunión de la Iglesia, entonces el cristianismo es una elección, no un derecho de nacimiento.

Los anabaptistas sufrieron una fuerte persecución por parte de los católicos y otros protestantes porque su visión del bautismo amenazaba la autoridad del estado y de los líderes eclesiásticos.

Si la Iglesia es una comunidad que se reúne en lugar de ser una comunidad dada, no puede haber una iglesia estatal. El bautismo y la pertenencia a Cristo son cuestiones de creencia, no de ciudadanía terrenal. El credobautismo implica que nuestro propio país no debe considerarse una comunidad cristiana en sí misma porque todos sus ciudadanos no han sido bautizados para formar parte de una comunidad cristiana. Se puede nacer ciudadano, pero para ser cristiano hay que “nacer de nuevo” (Juan 3:3–7).

El bautismo del creyente respeta la decisión individual de seguir a Cristo. Una de las primeras referencias al bautismo infantil procede del teólogo del siglo II Tertuliano, que se quejaba de que tal práctica violaba el mandato de Jesús de dejar que los niños vinieran a Él. Según Tertuliano, el hecho de que los padres eligieran el bautismo para sus hijos les impedía acercarse a Jesús por sí mismos.

Muchas iglesias de AD han permitido que personas que fueron bautizadas de bebés sean bautizadas como creyentes para que puedan elegir el bautismo por sí mismos.

Algunos han cuestionado si el bautismo en agua puede repetirse para aquellos que ya fueron bautizados como creyentes. Las Asambleas de Dios han rechazado enérgicamente el rebautismo de creyentes basado en fórmulas, especialmente si el rebautismo se entiende como un rechazo de la doctrina de la Trinidad.

Los ministros a veces han rebautizado a creyentes que dejaron la fe y regresaron, especialmente si el creyente sentía la necesidad de hacer una nueva declaración pública de compromiso con Jesús.

Sin embargo, los líderes deben tener cuidado de no tratar el bautismo de un creyente como insuficiente para toda la vida. Los creyentes que son sumergidos en el agua la primera vez deben entender que también se supone que será la última vez.

 

El significado del bautismo

El teólogo Peter Leithart dijo lo siguiente sobre el bautismo:

Si se habla de bautismo, enseguida se entra en discusiones. ¿A quién debemos bautizar: a los conversos o a los niños? ¿Cómo debemos bautizar: por inmersión, por derramamiento o por aspersión? ¿Por qué bautizamos: como señal de la afirmación de Dios o como confesión pública de un converso? ¿Qué hace el bautismo: nada, algo, todo? Si hace algo, ¿cuánto dura, un minuto, para siempre? ... La Iglesia tiene un solo bautismo, pues es un solo cuerpo con un solo Espíritu, un solo Señor, una sola esperanza, una sola fe y un solo Padre (Efesios 4:4–6). Sin embargo, la señal de unidad de Dios es un manantial de división.

El artículo 6 prescribe el bautismo en agua por inmersión para todos los que ya se han arrepentido y han creído. También identifica el bautismo en agua como un medio por el cual los creyentes “declaran ante el mundo que han muerto con Cristo y que han sido resucitados con Él para andar en nueva vida.”

Las Asambleas de Dios tienen una posición sobre el bautismo en agua, y por buenas razones, pero entender nuestra posición no es tan importante como apreciar el bautismo en agua en sí.

Antes de que Jesús comenzara su ministerio público, la práctica del bautismo en agua representaba una limpieza o purificación dentro del judaísmo, una imagen que todavía se encuentra en el Nuevo Testamento (Hebreos 10:22; 1 Pedro 3:21).

Como la ceremonia inicial para unirse a una comunidad cristiana, el bautismo en agua encontró un nuevo significado a través de la identificación con Jesús en su muerte, sepultura y resurrección.

El apóstol Pablo describió el bautismo en agua como una unión con Cristo en Su muerte y resurrección (Romanos 6:3–4).

En Gálatas 3:27, Pablo comparó el bautismo en agua con ponerse a «Cristo como si se pusieran ropa nueva»: tomando su vida en lugar de la vieja vida de pecado. Al pasar por las aguas del bautismo, anunciamos nuestra muerte al pecado y nuestra resurrección a una vida nueva en Jesús.

El bautismo en agua sirve también como señal de nuestra incorporación al cuerpo de Cristo. Como creyentes bautizados, todos nos hemos identificado con Cristo de esta manera. Esa experiencia compartida nos vincula como comunidad.

Aunque el bautismo en agua no es salvífico en sí mismo, significa una identidad común en la que todos participamos. El bautismo en agua nos introduce en una comunidad de bautizados que fueron llamados juntos en Cristo Jesús.

Cada bautismo de agua que sigue a la fe y al arrepentimiento es un bautismo de muerte a vida en el seno de una comunidad de fe.

El bautismo en agua significa nuestra muerte a los pecados pasados y reconoce la muerte de Cristo para que recibamos el perdón. Proclama nuestra vida nueva y anticipa nuestra vida resucitada, por la que Cristo resucitó de entre los muertos.

Celebramos el bautismo en agua porque, cuando salimos del agua, ¡estamos vivos!

 

Práctica pastoral

Como ordenanza, el bautismo en agua desempeña un papel central en la vida de la Iglesia. Considere cómo el bautismo en agua impacta cada una de las siguientes áreas de ministerio en su iglesia.

1. La predicación y la enseñanza. Hay tres momentos en los que es esencial enseñar o predicar sobre el bautismo en agua: cuando se explica por qué las personas deben bautizarse, cuando se instruye a los candidatos al bautismo y cuando se celebran bautismos en agua como parte del culto congregacional.

Tal enseñanza debe enfatizar la razón del bautismo en agua como obediencia a Jesús, el significado como identificación con Cristo, el acto como una declaración pública de fe, y el contexto como una comunidad de creyentes bautizados (que ahora ha aumentado en al menos uno).

Los candidatos al bautismo deben entender que Dios ya los ha recibido, pero el bautismo en agua hace que su compromiso sea evidente para todos.

Como ordenanza que significa un compromiso duradero, el bautismo en agua es suficiente para toda la vida. Por lo tanto, la predicación y la enseñanza deben aclarar que los cristianos no necesitan un segundo bautismo.

Enfatice el papel de las relaciones en el bautismo en agua. Existe una relación entre los bautizados y Aquel con quien se identifican. También hay relaciones entre estos individuos y la comunidad de creyentes. Esto incluye al que administra el bautismo y a los que dan testimonio de él.

No debemos esperar que pase mucho tiempo entre la conversión, el bautismo en agua y el bautismo en el Espíritu Santo.

Los creyentes bautizados pertenecen a una comunidad de personas que han hecho la misma declaración pública de pertenencia a Jesús. De este modo, también nos pertenecemos unos a otros.

2. La adoración. El bautismo en agua debe ser una parte establecida de la adoración de su congregación.

No tienen que ser un evento semanal, pero los bautismos en agua deben ocurrir con cierta regularidad.

Algunas iglesias no logran que esta práctica sea habitual porque rara vez tienen conversos a los que bautizar. El compromiso de ofrecer el bautismo en agua con regularidad sacará a la luz la necesidad de una mayor evangelización y alcance. Esto es útil por sí mismo.

Otras iglesias pueden sentirse limitadas por sus instalaciones. Por ejemplo, no todas las iglesias tienen un bautisterio. Sin embargo, a lo largo de los años las iglesias han encontrado muchas formas innovadoras de hacer posible el bautismo en agua.

Las iglesias en hogares pueden utilizar bañeras y piscinas. Algunas iglesias utilizan abrevaderos u otros recipientes portátiles, incluso grandes botes de basura.

Otros han llevado a los feligreses a una masa de agua. Por ejemplo, la Misión de la Calle Azusa en Los Ángeles no tenía bautisterio pero hacía viajes mensuales al Océano Pacífico para bautizar. Si podemos acceder al agua, podemos bautizar a los creyentes.

Algunos pastores no tienen bautismos regulares en agua porque quieren crear un gran evento. Por lo tanto, esperan hasta tener una gran multitud para bautizar.

Es necesario hacer una advertencia. Esperar demasiado para bautizar a los nuevos creyentes les impide dar el siguiente paso bíblico en su fe. En algún momento, podemos estar obstaculizando el camino a personas que están deseosas de honrar y obedecer a Dios (Hechos 8:36).

La ordenanza del bautismo en agua es lo suficientemente importante como para hacer arreglos si hay incluso una persona para bautizar. Puede ser tentador pensar que un evento más grande causará una mayor impresión. Sin embargo, la mejor manera de promover el bautismo es convirtiéndolo en una parte regular de las reuniones de adoración, independientemente del número de personas.

Bautizar a la gente en agua es lo que hace la Iglesia. No es opcional porque Cristo lo ordena.

3. La formación de discípulos. Como símbolo de morir al pecado y comenzar una nueva vida en Cristo, el bautismo en agua desempeña un papel permanente en el discipulado.

Cuando aconseje y ministre a creyentes que están experimentando dificultades, hágales referencia a su bautismo. Recuérdeles su compromiso público con Jesús y el compromiso de Jesús con ellos. Su bautismo declara que están muertos a las viejas formas de pensar y actuar.

Por ejemplo, he asesorado a creyentes que dejaron atrás un pasado violento. Aunque su vida espiritual cambió, los problemas a los que antes respondían con violencia no desaparecieron.

Les recordé que, cuando se bautizaron, las viejas formas de comportarse quedaron bajo el agua. La violencia ya no era una opción para ellos.

Además, les expliqué que responder como Cristo era una opción. No podían comportarse como Cristo antes de ser salvos, pero que el bautismo simbolizaba la rendición total y una nueva vida en Jesús.

Dado que traté el bautismo en agua con respeto cuando lo enseñé por primera vez a estos conversos, ellos siguieron respetando lo que significaba a la hora de tomar decisiones difíciles. La celebración continua de bautismos en agua en nuestra iglesia reforzaba este compromiso de vivir como Jesús.

Incluso los congregantes que llevan mucho tiempo sirviendo a Cristo pueden necesitar que se les recuerde lo que implica el bautismo en agua y lo que sigue significando para ellos.

Un líder de AD que escribió en el Pentecostal Evangel durante 1919 animó a los lectores a recordar su bautismo en agua porque “es una gran ayuda para la fe mirar hacia atrás al lugar donde fuiste ‘sepultado con Cristo en bautismo para muerte,’ y cuando el enemigo, ‘como un médium espiritista, trata de traer el fantasma de tu viejo hombre,’ como oímos decir a un hermano, puedes señalarle el lugar donde esa cosa fue enterrada. De ahora en adelante, Cristo es nuestra vida, y es más que un rival para el enemigo.”

Al incorporar regularmente el bautismo en agua en la adoración y enseñar a su congregación a valorarlo como una forma de identificarse con Cristo, usted puede establecer esta ordenanza como una piedra de toque para cada creyente.

4. Enfatizar los distintivos pentecostales. Practicar el bautismo en agua también puede conducir a un renovado énfasis del bautismo en el Espíritu Santo.

Como pentecostales, creemos tanto en el bautismo en agua como en el bautismo en el Espíritu. Sin embargo, a pesar de su proximidad en los Hechos, no siempre los apreciamos juntos.

El Libro de los Hechos no presenta una regla fija de orden en cuanto a los bautismos. En muchos casos, el bautismo en el Espíritu vino después del bautismo en agua. Sin embargo, en la historia de Cornelio, el bautismo en agua tuvo lugar inmediatamente después del bautismo en el Espíritu (Hechos 10:47–48).

Muchas iglesias han relacionado la práctica del bautismo en agua con la práctica del bautismo en el Espíritu. Para algunos cristianos de la Iglesia primitiva, la primera oración después del bautismo en agua era una oración pidiendo el bautismo en el Espíritu Santo.

Cuando descuidamos un bautismo como parte de nuestra adoración regular, podemos estar trazando un curso para descuidar el otro. Hay iglesias hoy en día que esperan demasiado para celebrar el bautismo en agua, mientras que también delegan las oraciones por el bautismo del Espíritu a campamentos fuera de las reuniones regulares de adoración.

No debemos esperar que pase mucho tiempo entre la conversión, el bautismo en agua y el bautismo en el Espíritu Santo.

Si renovamos nuestro compromiso de hacer del bautismo en agua una práctica habitual durante el culto, podemos hacer lo mismo para ver a las personas bautizadas en el Espíritu Santo. Cualquiera que se haya arrepentido y haya creído debería experimentar ambas cosas, y la celebración de ambas debería ser algo habitual en nuestras reuniones.

 

Allen Tennison, Ph.D., sirve como consejero teológico del Consejo General de las Asambleas de Dios y preside su Comisión de Doctrinas y Prácticas.

 

Este artículo aparece en de invierno 2024 de la revista Influence.

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