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No somos inmunes

Lecciones de una crisis de salud mental

Matthew D Kim on May 3, 2023

En 2022, estuve a punto de morir, dos veces. La primera vez fue durante una batalla contra la neumonía COVID. La segunda ocurrió varios meses después, cuando el insomnio crónico se convirtió en una espiral de depresión, psicosis e ideación suicida.

Nunca en mi imaginación más salvaje preví dos hospitalizaciones en un año, y mucho menos una estancia prolongada en un pabellón psiquiátrico.

Mirando al pasado, me doy cuenta de que mi colapso físico y mental llevaba años gestándose. Como muchos líderes, no invertí en el cuidado personal. Este descuido casi me cuesta todo.

Si usted cree que es inmune, lo animo a que considere mi historia y evalúe cuidadosamente su estilo de vida y sus hábitos.

 

Mi recorrido

Estuve mucho tiempo en la escuela. De hecho, me senté en esos rígidos asientos de plástico de las aulas desde los cinco hasta los veintiocho años.

Después de terminar mi doctorado, una carrera agotadora hacia la meta académica, pasé sin descanso a dirigir una pequeña iglesia que había experimentado recientemente un éxodo masivo de sus miembros.

Durante mi tiempo como pastor, recibí dos semanas de vacaciones al año. Sin embargo, nunca pude utilizar esas semanas consecutivamente porque no podía faltar dos domingos seguidos.

Trabajar bajo presión con poco tiempo de descanso le pasó factura a mi mente y a mi cuerpo. Mantener mi horario con una dieta de comidas para llevar y comidas chatarra tampoco me ayudó.

Aunque pastoreé y prediqué lo mejor que pude, ahora me doy cuenta de que debería haber hecho algunas cosas de otra manera. Uno de mis mayores errores fue no hacer amigos íntimos dentro o fuera de la iglesia. Mientras entregaba mi vida a la construcción de una comunidad para los demás, ignoraba mi propia necesidad de compañerismo.

Después de seis años de servir en este pastorado, acepté un puesto de profesor a tiempo completo en un seminario de la zona de Boston. Como antes, nunca me tomé un descanso durante este tiempo de transición. Para cuando empaqué, me mudé, desempaqué y preparé los nuevos cursos, la escuela estaba empezando.

Una carga docente completa consistía en seis cursos al año. Pero el costo de vida en la zona hacía necesario tomar alrededor de diez cursos al año durante los primeros años para llegar un poco más cerca al fin de mes. Más tarde, acumulé funciones administrativas y también saqué tiempo para publicar artículos para obtener ingresos adicionales.

No tenía ninguna conexión real con la iglesia local más allá de la asistencia dominical. Como profesor de predicación y ministerio pastoral, sentía que se levantaban barreras emocionales cada vez que le contaba a un pastor a qué me dedicaba. Porque temía que los líderes de la iglesia me vieran como una amenaza, me mantuve en los límites de la comunidad cristiana, con pocas amistades, poca rendición de cuentas y ninguna oportunidad de vulnerabilidad.

Mis instintos introvertidos se apoderaron de mí mientras buscaba consuelo y gratificación en esfuerzos académicos solitarios. Me escondía en mi despacho de la escuela o trabajaba desde casa, publicaba todo lo posible en vez de compartir la vida con la gente de mi seminario, iglesia o comunidad.

No hay nada malo en ser productivo, por supuesto, pero perseguir la erudición no es el segundo Gran Mandamiento. ¿Cómo podemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos si nunca pasamos un tiempo significativo con ellos?

Entonces llegó la pandemia. Al igual que les ocurrió a muchos otros, el aislamiento forzoso me desvinculó aún más socialmente. Se hizo más fácil permanecer tras muros de separación, retirándome incluso de las reuniones de culto en persona.

La desesperación que rodeaba a esta crisis mundial hizo que afloraran también otras luchas interiorizadas. Todavía estaba en un lugar oscuro emocionalmente tras la pérdida de mi hermano menor, Tim, que fue asesinado en Manila, Filipinas, en 2015. Entre mi carga de trabajo y la frustrante búsqueda de justicia de nuestra familia, nunca había sido capaz de procesar mi duelo de manera saludable.

Aunque aún no me daba cuenta, los elementos para un colapso mental ya estaban en su lugar: estrés, trauma, ansiedad, aislamiento social, desesperanza, una agenda implacable y falta de descanso.

Dormir es una necesidad que a menudo me ha eludido durante la última década más o menos debido a una afección médica crónica. Pero el insomnio que experimenté en 2022 no tenía precedentes para mí.

Acababa de aceptar un puesto de profesor en el Seminario Teológico George W. Truett de la Universidad Baylor en Waco, Texas. Todavía me sentía agotado por mi grave ataque de neumonía, y el proceso de mudanza resultó ser especialmente estresante. En uno de tantos momentos exasperantes, la empresa de mudanzas nos canceló la reserva cinco días antes de la fecha prevista para recoger nuestras pertenencias.

El estrés acumulado, la tensión física, la falta de autosupervisión y la escasez de amistades cristianas sanas acabaron por implosionar sobre mí. Ya no podía dormir. Como un interruptor atascado continuamente en la posición «encendido», mi cerebro se negaba a apagarse. Durante cinco meses, parecía que lo único que podía hacer era acostarme por la noche y mirar fijamente al techo.

Esta vigilia constante no tardó en doblegarme. En pocas palabras, perdí la cabeza. Ya no podía hablar con frases completas, pensar con claridad o incluso caminar. Me sentía enfadado todo el tiempo y arremetía contra mi esposa y mis hijos de maneras que estaban completamente fuera de lugar.

Mi esposa, Sarah, tampoco dormía mucho. Sin embargo, hizo todo lo posible por mantener unida a nuestra familia mientras yo me sentaba en el sofá y me preguntaba cómo había llegado mi vida a esto.

Con la intervención médica y psiquiátrica y mucha oración y apoyo, finalmente superé esa época y encontré mi camino hacia la sanidad. Sin embargo, sigo compartiendo esta historia como una historia con moraleja. ¿Se reconoce en alguno de los detalles?

¿Trabaja muchas horas sin descanso? ¿Tiende a descuidar su salud mental y física mientras cuida de los demás? ¿Se encuentra aislado en el ministerio, sin una red de amigos y mentores cristianos cercanos? ¿Ha perdido el disfrute en las pequeñas o grandes cosas? ¿Se desvela por la noche o experimenta frecuentes interrupciones del sueño? ¿Está luchando con sentimientos de tristeza o desesperanza?

Esto no es lo que el Señor quiere para sus seguidores. Jesús dijo: «Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia» (Juan 10:10).

No espere a llegar a un punto de crisis. Hay tres cosas que puede hacer ahora para invertir en su bienestar - y perseverar en su vocación.

 

1. Diga «No»

En No is a Beautiful Word, [No es una hermosa palabra] el autor y pastor Kevin Harney señala la necesidad de decir «no» a algunas cosas para poder decir «sí» a las mejores.

He oído a ministros decir: «Voy a consumirme por Jesús. Podré descansar cuando llegue al cielo».

Puedo apreciar la pasión que hay detrás de tales sentimientos. Queremos entregarnos por completo a seguir a Jesús y hacer discípulos. Después de todo, Jesús dijo: «Si alguno de ustedes quiere ser mi seguidor, tiene que abandonar su propia manera de vivir, tomar su cruz y seguirme» (Mateo 16:24, ntv).

Sin embargo, esto no significa que debamos vivir en un estado de desequilibrio que ponga en peligro nuestra salud, nuestras familias y nuestros ministerios.

Tanto como pastor y profesor, a menudo sentí la presión de hacer cualquier cosa y todo por la causa de Cristo y para mantener a mi familia. Mis intenciones eran buenas, pero la falta de voluntad para decir «no» me llevó a un horario insostenible, que contribuyó a mi deterioro integral.

Como descubrí, la falta de autocuidado puede ser especialmente problemática durante las épocas de cambio. Las transiciones –tanto grandes como pequeñas– causan más tensión de la que a menudo nos damos cuenta. Pruebe a realizar el vital Inventario de estrés de Holmes-Rahe para averiguar cómo pueden estar afectando ciertos acontecimientos a su salud. ¿Hay indicios de que ya se encuentra en una situación vulnerable?

El estrés acumulado, la tensión física, la falta de autosupervisión y la escasez de amistades cristianas sanas acabaron por implosionar sobre mí.

Independientemente de nuestras razones para hacerlo, consumirnos por Jesús es una misión equivocada. Podemos tener la actitud correcta con la ejecución equivocada. Incluso Jesús se tomó descansos y animó a sus discípulos a hacer lo mismo (Mateo 14:13; Marcos 6:30-32; Lucas 4:42).

Saber cuándo pisar el freno requiere el discernimiento que proviene de andar en el Espíritu. Jesús dijo: «Sigue pidiendo y recibirás lo que pides; sigue buscando y encontrarás; sigue llamando, y la puerta se te abrirá» (Mateo 7:7, ntv). No descuide su relación con Dios. Acérquese a Él. Pida, busque y llame para determinar lo que Él quiere que haga –y no haga.

Debido a mi incapacidad para decir «no», asumí un trabajo extra que inclinó mi vida hacia la autosuficiencia, el orgullo, la comparación, la inseguridad, el agotamiento mental y físico, la hipertensión, la mala forma física y el agotamiento.

De hecho, estuve agotado por más de veinte años y no me di cuenta de lo grave que se estaba volviendo. Presioné y presioné hasta el punto de que mi cuerpo se apagó.

Diga «no» al agotamiento por Jesús. Confíe en la sabiduría de Dios cuando considere qué tareas aceptar y cuáles declinar.

Pablo dijo a los tesalonicenses: «Pónganse como objetivo vivir una vida tranquila, ocúpense de sus propios asuntos y trabajen con sus manos, tal como los instruimos anteriormente. Entonces aquellos que no son creyentes respetarán la manera en que ustedes viven, y ustedes no tendrán que depender de otros» (1 Tesalonicenses 4:11-12, ntv).

No hay nada malo en trabajar arduamente. Sin embargo, agotarse no es la manera de atraer a la gente a la fe. Trabaje con diligencia, ejercite la sabiduría, la humildad y la fidelidad. Al mismo tiempo, pídale a Dios que le muestre cuándo debe darlo todo, cuándo tomarse un descanso y cuándo decir «no».

 

2. Reconozca las señales

Autoevaluar los síntomas de la depresión y la enfermedad mental puede ser difícil.

Yo pasaba la mayoría de los días sin pensar demasiado en mi salud mental.

Mis padres me transmitieron una fuerte ética de trabajo. Lo sacrificaron todo para criarnos a mis hermanos y a mí. Como inmigrantes en Chicago, mamá y papá no tenían tiempo para quejarse de lo difícil que era su vida. Trabajaron arduamente. A menudo a costa de su salud mental y física. Yo aprendí a hacer lo mismo.

Con los años, identifiqué algunas áreas en las que tenía dificultades. Por ejemplo, me di cuenta de que sufría un trastorno afectivo estacional, lo que me llevó a orar para que el Señor nos enviara a un clima más cálido. (Nuestra oración fue finalmente respondida por Dios con el traslado a Texas).

Hubo momentos en el pasado en los que no era consciente de que estaba padeciendo una depresión profunda y luchando con una enfermedad mental de diversas maneras.

Tanto en el pastorado como en mi carrera docente, he experimentado innumerables temporadas en las que simplemente no quería salir de la cama por la mañana. Agotado emocional y físicamente, me sentía sin fuerzas incluso después de una noche completa de sueño. A veces derramaba lágrimas sin motivo alguno.

La oración se sentía con frecuencia como una tarea temida en una lista de comprobación más que como una fuente de consuelo. Relacionarme con la gente era igual de laborioso, sobre todo con los que hablaban demasiado y nunca me preguntaban por mi vida.

A veces, me ponía a quejarme sin parar. Como los israelitas en el desierto, me quejaba contra Dios en vez de darle las gracias por el pan de cada día (Éxodo 16; Mateo 6:11). En vez de contar mis bendiciones, solo veía mis defectos y las maneras en que pensaba que Dios y los demás me estaban menospreciando.

Si se siente identificado con estas cosas, es posible que esté lidiando con una depresión no diagnosticada o con problemas de salud mental. Conozca los síntomas de la depresión y las enfermedades mentales. Pida a sus seres queridos que estén atentos a las señales de que puede necesitar ayuda.

No dude en buscar tratamiento de un consejero u otro profesional de la salud mental si sospecha que tiene un problema de salud mental.

 

3. Busque la comunidad

Aquí le presento una verdad sencilla que el enemigo de su alma no desea que usted conozca: como miembro de la familia de Dios, nunca está solo/a. No tiene por qué sufrir en silencio.

Puede que sea un concepto extraño en nuestra cultura individualista, pero nos pertenecemos unos a otros (Romanos 12:4-5). Los miembros de la iglesia debemos amarnos y ayudarnos unos a otros (Hechos 2:42-47; 1 Juan 4:11); soportarnos unos a otros (Colosenses 3:13); y confesarnos nuestros pecados unos a otros (Santiago 5:16).

Cada uno de nosotros forma parte del cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:27). Como tales, debemos servir a los demás (1 Pedro 4:10-11), motivar a los demás creyentes al amor y a las buenas obras (Hebreos 10:24). Siempre que sea posible, debemos adorar juntos, de manera presencial (Salmos 100; Hebreos 10:25).

Pablo dijo: «Sean humildes, es decir, considerando a los demás como mejores que ustedes. No se ocupen solo de sus propios intereses, sino también procuren interesarse en los demás» (Filipenses 2:3-4, ntv). Cuando vivimos de esa manera, no nos faltará comunidad.

Durante mi enfermedad, mi esposa se puso en contacto con personas y líderes de la iglesia, miembros del equipo de oración y antiguos y actuales colegas. Sarah reclutó a varios amigos íntimos y familiares para que anduvieran conmigo en mi viaje de restauración. Investigó y colaboró con otros para ayudarme a encontrar la atención profesional que necesitaba.

Aprovechándose de mi vulnerabilidad, Satanás me convenció de que la vergüenza, la depresión y la psicosis no tenían remedio. Nunca antes había querido morir, pero de repente la muerte parecía mi única opción.

Sin embargo, las personas que Dios puso a mi alrededor me ayudaron a recuperarme del borde del abismo. Si no hubiera sido por sus oraciones, sus ánimos, su apoyo, su compromiso y sus cuidados, probablemente hoy no estaría aquí. Cada miembro de mi comunidad me acercó más al camino de la sanidad.

¿Cuál es mi punto? Nos necesitamos unos a otros. Necesitamos una comunidad cristiana a nuestro alrededor. Ahora puedo decir que nunca he estado más lleno de esperanza, alegría o gratitud, en gran parte gracias a volver a participar en la vida con los demás.

Por supuesto, Dios es el que sana y restaura, pero utiliza a las personas como sus agentes terrenales para movernos hacia la transformación.

Si no está participando en la comunidad cristiana como debería, empiece a establecer esas conexiones.

Ahora tiene tres preguntas que plantearse:

  • ¿Se comprometerá con el autocuidado diciendo «no» a las cosas innecesarias para poder decir «sí» a las mejores?
  • ¿Aprenderá a reconocer los signos de depresión y enfermedad mental y pedirá a los demás que estén atentos a ellos con usted?
  • ¿Creará relaciones y buscará ayuda en la comunidad cristiana?

Todos nos enfrentamos a dificultades, pero los retos de la vida no tienen por qué doblegarnos. Viviendo según los principios bíblicos, podemos glorificar a Dios incluso en medio de las pruebas. Considere las palabras de 1 Pedro 1:6-7 (ntv):

«Así que alégrense de verdad. Les espera una alegría inmensa, aunque tienen que soportar muchas pruebas por un tiempo breve. Estas pruebas demostrarán que su fe es auténtica. Está siendo probada de la misma manera que el fuego prueba y purifica el oro, aunque la fe de ustedes es mucho más preciosa que el mismo oro. Entonces su fe, al permanecer firme en tantas pruebas, les traerá mucha alabanza, gloria y honra en el día que Jesucristo sea revelado a todo el mundo».

Espero que mi testimonio lo anime a seguir por un camino saludable. Tal vez haya estado viviendo como si fuera inmune a los efectos del estrés, el aislamiento y el agotamiento. O tal vez se encuentre ya sumido en la desesperación.

Sea cual sea su situación, ponga su confianza en Dios, encuentre cristianos que lo acompañen en su camino, practique el autocuidado y sepa cuándo es el momento de buscar ayuda profesional.

Incluso cuando camine por el valle más oscuro, Dios está con usted (Salmos 23:4). Él lo ayudará a salir adelante.

 

Matthew D. Kim es profesor de teología práctica y titular de la Cátedra Hubert H. y Gladys S. Raborn de Liderazgo Pastoral en el Seminario Teológico George W. Truett de la Universidad de Baylor en Waco, Texas.

 

This article appears in the Spring 2023 issue of Influence magazine.

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