Pastora innovadora

Esther Meléndez Gámez abrió puertas para las mujeres hispanas en el ministerio

Ruthie Edgerly Oberg on July 28, 2023

Aunque el corpus de literatura sobre la influencia de las mujeres en el pentecostalismo es cada vez más extenso, las importantes contribuciones de muchas mujeres hispanas continúan siendo poco conocidas. Una de esas mujeres es Esther Meléndez Gámez.

Gámez nació en 1929 y creció en Torreón, Coahuila, México. Su padre murió cuando ella aún era un bebé, y Gámez vivió con su abuela hasta que su madre contrajo segundas nupcias. Su padrastro era panadero y proporcionaba una vida modesta a la familia, que pronto llegó a tener once miembros.

De niña, Gámez fue una católica devota que encendía velas en la misa todos los domingos. A pesar de ser incapaz de entender el servicio en latín, se sentía intrigada por todas las cosas que veía en la iglesia.

Cada domingo, Gámez pasaba frente a un expositor de Biblias y se preguntaba qué secretos albergarían. Cuando finalmente le hizo la preguntó al sacerdote, este exclamó: «¡No! ¡No! ¡Solo los sacerdotes pueden leer ese libro!».

 

Felicidad en Cristo

A la edad de diez años, Gámez asistió a un servicio de Pascua en la iglesia de su tía, Misión de las Asambleas de Dios. La niña quedó maravillada al escuchar un sermón en español, prestó atención y entendió cada palabra.

El mensaje llevaba por título «Felicidad en Cristo». La palabra «felicidad» capturó la atención de la joven. Sin embargo, lo más destacado del servicio para Gámez fue recibir una Biblia en español, la cual podría llevar a casa para leer.

Esa noche, Gámez se sentó en su cocina a leer la nueva Biblia. No comprendía todo lo que leía, por lo que se detuvo y pidió a Dios que la ayudara a entender los secretos en este valioso libro.

Gámez salió y miró el cielo nocturno, imaginando la palabra «felicidad» escrita entre las estrellas. De vuelta en casa, tomó la Biblia y leyó Salmos 8: «Cuando veo tus cielos ... la luna y las estrellas ... ¿qué es el hombre, para que tengas de él memoria?» (vv. 3-4).

Una sensación abrumadora se apoderó de Gámez, quien comenzó a llorar.

Oró de nuevo: «¿Eres tú, Jesús? Si lo eres, quiero esta felicidad de la que habló el hombre. Por favor, perdona todos mis pecados y hazme tuya».

Gámez lloró, oró y leyó toda la noche hasta que llegó el momento de ir a la escuela.

Desde entonces, Gámez acudía a la casa de su tía todos los fines de semana para asistir a la iglesia, sin decir nada a sus padres católicos. En Navidad, cuando toda la familia fue a la iglesia Asambleas de Dios por invitación de la tía, se sorprendieron al ver a la joven Gámez subir a la plataforma junto con los demás niños de la congregación.

Gámez comenzó a orar y a ayunar por su familia. Finalmente, logró llevar a sus padres, abuela y hermanos a la fe en Cristo. El pastor de la iglesia Asambleas de Dios, Alberto Torres, bautizó a Gámez junto con los miembros de su familia.

 

Respuesta al llamado

Aunque no veía a otras mujeres predicando en su iglesia, Gámez experimentaba un creciente deseo de estudiar la Biblia y compartirla con los demás.

Cuando Gámez tenía quince años, un médico de la comunidad reconoció su potencial intelectual y se ofreció a financiarle los estudios de medicina. No obstante, Gámez se sintió llamada al ministerio y elaboró un plan para trabajar en la oficina de una escuela bíblica local con el fin de costearse las clases allí.

En aquel entonces, Torres invitó a Gámez a hablar durante un servicio dominical en la noche. La adolescente ayunó durante toda la semana mientras oraba, estudiaba y escribía. Después de su sermón, muchos respondieron al llamado al altar. Gámez comprendió que esto era lo que debía hacer con su vida.

En 1945, Gámez se convirtió en ministra licenciada por las Asambleas de Dios. Deseaba asistir a la reunión de distrito en Chihuahua, pero no contaba con dinero para comprar el billete de autobús ni las medias que las mujeres debían llevar en aquella época. Su madre solicitó un préstamo para ayudarla con estos gastos.

«¿Eres tú, Jesús?
Si lo eres, quiero
esta felicidad de la
que habló el hombre.
Por favor, perdona
todos mis pecados
y hazme tuya».

Pronto, Gámez empezó a predicar en el norte de México y al otro lado de la frontera, en Texas. Sin ingresos fijos, vivía de las ofrendas que recibía. Gámez ayunó mucho durante este tiempo, a veces intencionadamente y otras por necesidad.

Con el apoyo de sus colegas ministros, Demetrio Bazán (padre) y Alice Luce, Gámez también asistió durante un año al Instituto Bíblico Latinoamericano en Los Ángeles.

 

Plantación de iglesias

Cuando Gámez tenía diecisiete años, Torres, siendo presbítero, le solicitó que fundara una iglesia en Carreras, un pueblo de Durango, México.

Anteriormente, un joven había intentado fundar una iglesia allí, pero había abandonado el pueblo rápidamente cuando la gente le disparó y le gritó: «¡No queremos protestantes en nuestro pueblo!».

Esperando que los hombres del pueblo no dispararan a una adolescente, Torres confió la misión a Gámez.

Gámez organizó estudios bíblicos en las casas de algunos miembros de la comunidad que simpatizaban con el evangelio. Dos mujeres del grupo donaron terrenos para la construcción de una iglesia de adobe.

Al cruzar la frontera hacia Visalia, California, trabajó como jornalera, Gámez recogió algodón, uvas y naranjas. Con sus ganancias, contrató a trabajadores para el proyecto de construcción.

Gámez y otros siete adolescentes transportaron agua de un río cercano para fabricar los ladrillos de adobe para la nueva iglesia, el Templo Betania. Una vez finalizada la construcción, Gámez dirigió la congregación como pastora durante casi cuatro años.

La iglesia permanece en pie hoy en día. Gámez predicó durante un servicio que conmemoraba el cincuenta aniversario. Varios miembros del equipo de adolescentes constructores que se convirtieron en ministros asistieron a la celebración.

 

Perseverancia

Durante su estancia en Carreras, Gámez recibió una carta en inglés de los responsables de la iglesia en la que se le pedía que declarara: «¿sobre qué base bíblica está usted pastoreando una iglesia siendo una mujer joven?». (Al escuchar una traducción completa de la carta, se dio cuenta de que lo que más les preocupaba era su juventud e inexperiencia).

Gámez respondió diciendo: «El Señor está salvando a niños y adultos, bautizándolos en el Espíritu con señales y prodigios. Hombres y mujeres están experimentando una liberación espiritual en el altar de la iglesia, que representa un cambio con respecto a las creencias anteriores de la comunidad, que mezclaban el catolicismo con prácticas de hechicería y brujería». Después de devolver la carta a su presbítero para que la enviara por correo, Gámez no supo nada más del asunto.

Gámez llegó a pastorear una iglesia en La Noria, Durango, y dos iglesias en California.

Después de casarse con Mario Gámez en 1954, fue copastora con su marido hasta que se jubilaron, ambos a los ochenta y cinco años. Gámez dice que Mario, fallecido en 2017, fue su mayor apoyo y estímulo en el ministerio, llegando incluso a mecanografiarle los sermones durante sus últimos años juntos.

Gámez también se desempeñó como la primera directora de Ministerios de la Mujer del Distrito del Pacífico Latinoamericano de las AD, estableció convenciones y ministerios para mujeres y jóvenes, alentándolas a abrazar el llamado de Dios en sus vidas.

En 1990, Gámez se convirtió en la primera mujer del distrito elegida para servir como presbítero seccional.

 

Ministerio en curso

A sus noventa y cuatro años, Gámez continúa predicando. Es miembro de la Asamblea de Dios de Visalia, en Visalia, California, donde también imparte una clase de español para personas mayores y sirve en un ministerio destinado a la comunidad judía.

Hace seis años, el Instituto Bíblico Latinoamericano le otorgó a Gámez un doctorado honoris causa en ministerio. Y en 2020, las Asambleas de Dios la reconocieron por cincuenta años de servicio como ministra ordenada, poniendo el broche a setenta y cinco años de ministerio a tiempo completo.

Gámez personifica el espíritu pionero que muchas de las primeras mujeres pentecostales hispanas demostraron mientras perseguían sus llamamientos en lugares poco conocidos. Ellas abrieron el camino para los cientos de mujeres hispanohablantes que ahora sirven como evangelistas, pastoras, misioneras, plantadoras de iglesias y líderes a nivel distrital y nacional.

 

Ruthie Edgerly Oberg es ministra ordenada de las Asambleas de Dios y conferenciante en el Flower Pentecostal Heritage Center in Springfield, Misuri.

 

Este artículo aparece en de verano 2023 de la revista Influence.

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