Anclas en la tormenta
Lo esencial para navegar en tiempos difíciles
Hechos 27 narra el viaje marítimo que Pablo hizo desde Cesarea hasta Roma como prisionero a causa del evangelio.
La travesía dio un giro dramático cuando se desató una feroz tormenta. Para evitar que el barco se estrellara contra las rocas, la tripulación echó las anclas.
Aunque nunca experimentemos una tormenta literal en el mar, sin duda nos encontramos con tormentas metafóricas en la vida y el ministerio. Cuando las olas se agitan y los vientos rugen, nosotros también necesitamos anclas que nos protejan de ir a la deriva hacia el desastre.
Las cuatro anclas que figuran a continuación son esenciales.
El ancla de la estabilidad
La cultura del liderazgo suele tratar la estabilidad como una debilidad, no como una virtud. Liderar el cambio requiere flexibilidad, agilidad y voluntad evolutiva.
Sin embargo, avanzar en nuestra propia sabiduría es una invitación a los problemas.
Antes de zarpar, Pablo dijo a los marineros: «Señores, creo que tendremos problemas más adelante si seguimos avanzando: naufragio, pérdida de la carga y también riesgo para nuestras vidas» (Hechos 27:10, NTV).
De todas formas, zarparon.
Durante los tiempos difíciles, necesitamos discernimiento espiritual y consejo piadoso. Sobre todo, necesitamos la guía de la Palabra de Dios.
Isaías 43:1,2 dice, «No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo» (RVR1995).
Deja que la Palabra de Dios te recuerde Su presencia y Sus promesas en medio de las tormentas de la vida.
El ancla de la amistad
Algunos estaban tan desesperados por escapar que pensaron adueñarse de un bote salvavidas.
Sin embargo, Pablo advirtió: «Si estos no permanecen en la nave, ustedes no podrán salvarse» (Hechos 27:31, NBLA). En otras palabras, nadie sobreviviría a menos que todos permanecieran juntos.
Solidarizo con los marineros. En su peligrosa situación, «sálvese quien pueda» parecía más razonable que «todos los hombres a cubierta».
Sin embargo, Pablo sabía que para sobrevivir era necesario permanecer juntos.
Esto también es cierto en el ministerio. Cortar los lazos para arreglárselas por uno mismo durante las dificultades solo empeora las cosas.
La compañía es un ancla esencial en el ministerio. Todo el mundo necesita amigos piadosos que sean responsables, fieles, sinceros y dignos de confianza.
Un pastor que conozco me contó que durante una época oscura de su ministerio, cuando estaba a punto de renunciar, canceló una cena programada con algunos amigos. Mientras estaba sentado en el porche de su casa, pensando en presentar su dimisión, aparecieron esos amigos, con un pastel.
Ese simple acto de amistad ayudó al pastor a cambiar su mentalidad y le devolvió al buen camino.
Todos necesitamos amigos así. Es más, necesitamos ser amigos como esos.
El ancla de la renovación
Los compañeros de Pablo estaban tan concentrados en combatir la tormenta que estuvieron dos semanas sin comer. Entonces, Pablo los animó a comer.
Es más, Pablo preparó la comida: «Así que tomó un poco de pan, dio gracias a Dios delante de todos, partió un pedazo y se lo comió» (Hechos 27:35, NTV).
Esto es reminiscente de lo que Jesús hizo y dijo cuando alimentó a 4,000 hombres y sus familias (Mateo 15:36); sirvió la Última Cena (Lucas 22:19); y compartió la cena con dos discípulos después de Su resurrección (Lucas 24:30).
Necesitamos alimento para vivir. También necesitamos nutrición espiritual.
He conocido a demasiados ministros que intentan librar batallas espirituales sin la preparación espiritual adecuada. En consecuencia, se vuelven susceptibles al agotamiento.
Deja que la Palabra
de Dios te recuerde
Su presencia y Sus
promesas en medio
de las tormentas de
la vida.
Después de 41 años en el ministerio a tiempo completo, sé lo fácil que es sentirse estancado: un lugar de rutina monótona donde hay poco fervor y la eficacia no se puede medir. Es en esas etapas de estancamiento donde los ministros se queman.
La renovación espiritual es lo que nos ayuda a salir de esos lugares. Las acciones de Pablo en Hechos 27:35 restauraron la fuerza física de quienes estaban con él, pero también apuntan a aspectos de renovación espiritual.
Los que estaban en el barco no tenían hambre por falta de comida, sino porque no la habían sacado de la despensa. Por eso, Pablo tomó el pan y lo distribuyó.
¿Estamos haciendo uso de las provisiones que recibimos de Dios? Necesitamos la oración, la lectura de la Biblia y un tiempo de quietud con Dios cada día. Pero también necesitamos cuidado personal, descanso sabático, tiempo en familia y actividades recreativas.
La gratitud es importante. En el transcurso de un día normal, la mayoría de nosotros experimentamos muchas bendiciones sin detenernos a expresar nuestro agradecimiento.
Practicar la gratitud significa dar las gracias incluso por el pan duro durante una tormenta.
Santiago escribió que el sufrimiento es una circunstancia propicia para el gozo porque la prueba de nuestra fe «produce perseverancia», y el resultado final del sufrimiento es llegar a ser «perfectos y maduros, sin que les falte nada» (Santiago 1:3,4).
Haz un inventario periódico de todas las cosas por las que puedes estar agradecido, incluidas las dificultades que te hacen perseverar y madurar.
Observa que Pablo no acaparó el pan ni se lo comió él solo. Reunió a sus compañeros y compartió el pan con ellos.
Eclesiastés 4:12 resalta el poder de la fraternidad: «A uno que prevalece contra otro, dos lo resisten, pues cordón de tres dobleces no se rompe pronto» (RVR1995).
Finalmente, Pablo empezó a comer, y sus compañeros de viaje hicieron lo mismo. Una ración no se convierte en comida hasta que alguien disfruta el primer bocado.
Si estás estancado, considera qué puedes hacer para dar el primer paso en una dirección positiva. Posiciónate de frente a la renovación espiritual que Dios quiere que experimentes.
El ancla de la perspectiva
El viaje tormentoso de Pablo no terminó con una llegada segura a buen puerto, sino con un naufragio.
Peor aún, los soldados que custodiaban a Pablo y a los demás prisioneros pensaron en matarlos para impedir su fuga. Gracias a la intervención de un oficial benévolo, todos llegaron sanos y salvos a la orilla.
La experiencia de Pablo nos recuerda una sencilla verdad: a nadie se le ha prometido un ministerio libre de problemas. Las tormentas, los contratiempos y las luchas vienen con el oficio.
Dios cumple sus propósitos incluso cuando ocurren cosas malas. De hecho, las tormentas y los naufragios llevaron el evangelio a Malta (Hechos 28:1–10).
Como se ha dicho antes: «Podemos quejarnos porque los rosales tienen espinas, o alegrarnos porque los arbustos con espinas tienen rosas».
En otras palabras, la perspectiva importa. Influye en nuestras acciones, da forma a nuestro pensamiento y, en última instancia, determina cómo vivimos y lideramos.
La efectividad en el ministerio requiere de una perspectiva correcta, una que nos sostenga a través de las tormentas y los naufragios de la vida, no solo a través de sus puertos seguros.
Cuando atravieses momentos difíciles, recuerda que no estás solo. Dios está contigo. Su promesa es cierta: «Nunca te dejaré ni te desampararé» (Hebreos 13:5, NBLA).
Saber que Dios está a tu lado debería llenarte de confianza. Como dijo el salmista, «porque está a mi diestra, no seré conmovido» (Salmos 16:8, RVR1995).
Cuando te sientas inseguro, el Señor te hará «entender y te [enseñará] el camino en que debes andar» (Salmos 32:8, RVR1995).
En los momentos de dolor, recuerda que Dios está cerca de «los quebrantados de corazón y salva a los abatidos de espíritu» (Salmos 34:18, NBLA).
Si no tienes cuidado, las circunstancias pueden distorsionar tu perspectiva de modo que empieces a cuestionarte si Dios está presente. En lugar de eso, busca tu perspectiva en la Palabra de Dios y recuerda que Él está presente.
La esperanza que Jesús ofrece «es un ancla firme y confiable para el alma» (Hebreos 6:19, NTV). Con Él, puedes superar las tormentas de la vida y del ministerio.
Doug Clay es superintendente general de las Asambleas de Dios en EE.UU.
Este artículo aparecerá en la edición de invierno de 2025 de la revista Influence.
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