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Lo que creemos sobre hablar en lenguas

Una serie sobre la Declaración de Verdades Fundamentales de AD

Allen Tennison on October 23, 2024

Sólo una vez en mi vida he entendido un mensaje en lenguas sin interpretación.

Mientras visitaba una iglesia en el extranjero, oí a una persona que no hablaba inglés orar en inglés. No era inglés contemporáneo, sino más bien inglés medio. Aun así, entendí lo suficiente como para reconocer que el mensaje glorificaba a Dios.

En otra ocasión, una mujer japonesa que visitaba mi iglesia dijo haber escuchado un mensaje en lenguas en su lengua materna. Era la primera vez que asistía a una iglesia pentecostal, y venía desesperada por escuchar algo de parte de Dios.

La mujer no sólo recibió el aliento que necesitaba, sino que también se sorprendió al oír que otra persona traducía el mensaje al inglés.

Cuando terminó el servicio, intentó sin éxito conversar en japonés con las dos personas que habían dado el mensaje y la interpretación. Fue entonces cuando se enteró por primera vez de que ellos hablaron en lenguas.

Después de eso, la mujer asistió fielmente a cada servicio, con la esperanza de escuchar otro mensaje en lenguas para ella.

Este tipo de historias se han contado en todo el movimiento pentecostal. Sin embargo, distan mucho de ser la norma.

Mientras que las lenguas habladas pueden a veces ser reconocibles para los oyentes, en general son ininteligibles, especialmente para el que las habla. De hecho, los pentecostales pueden reconocer el hablar en lenguas debido a su ininteligibilidad.

Para los pentecostales, hablar en lenguas es primero una comunicación con Dios, quien reconoce todo tipo de lenguaje, y luego con la comunidad. Incluso si todo lo que se comunica es la recepción del don del Espíritu Santo, esa es razón suficiente para que los pentecostales valoremos las lenguas.

Lo único que mucha gente sabe de los pentecostales es que hablamos en lenguas. Desde el principio, esta práctica ha distinguido al pentecostalismo, lo que a veces ha provocado el desprecio de los que observan desde fuera.

Es difícil sobrestimar la importancia de las lenguas para el movimiento pentecostal. Sin embargo, es posible hacer demasiado de las lenguas teológicamente, particularmente cuando la práctica se convierte en el punto principal en vez de una forma de comunicación que apunta a algo más grande.

 

En las Escrituras

La práctica de hablar en «otras lenguas» u «otros idiomas» aparece en tres libros del Nuevo Testamento: el Evangelio de Marcos, el Libro de los Hechos y 1 de Corintios.

En Marcos 16:17, «hablar en lenguas» figura entre las señales que acompañan a los creyentes, junto con los exorcismos, las sanidades y tomar serpientes en las manos (esta última señal mencionada es posiblemente una referencia a Hechos 28:3).

Un puñado de versículos en Hechos 2, 10 y 19 mencionan el hablar en lenguas. Cada referencia es parte de una narración sobre el derramamiento del Espíritu Santo sobre los creyentes para dotarlos de poder (Hechos 1:8).

En Hechos 2:4, ciento veinte seguidores son llenos del Espíritu y comienzan a hablar en otras lenguas conforme el Espíritu los facultaba.

La multitud de Jerusalén se maravilló de poder oír las alabanzas a Dios en su propia lengua (2,7–12). Los espectadores hicieron la pregunta pertinente: «¿Qué quiere decir esto?» (versículo 12, NVI).

En cada lugar donde los discípulos hablan en lenguas, hay una respuesta a esta pregunta.

El día de Pentecostés, Pedro dijo a la multitud: «esto es lo que fue dicho por medio del profeta Joel» (2:16, NBLA). Conectó la experiencia de hablar en lenguas con la promesa del derramamiento del Espíritu sobre toda carne.

En Hechos 10:46, Pedro, junto a otros creyentes judíos, reconoce que Cornelio y su familia alaban a Dios en lenguas después de oír el Evangelio. ¿Qué significa esto ahora que los gentiles hablan en lenguas?

Pedro responde acogiendo a Cornelio como un hermano en Cristo lleno del Espíritu Santo. Si los gentiles han recibido el Espíritu Santo del mismo modo que los apóstoles, no cabe duda de que hay que recibirlos, mediante el bautismo en agua, como miembros de la Iglesia en plena comunión.

Finalmente, en Hechos 19:6, un grupo de discípulos en Éfeso hablaron en lenguas y profetizaron cuando Pablo los bautizó en agua. ¿Qué significa esto?

La historia ha cerrado el círculo. El Espíritu ha sido derramado sobre los judíos en Hechos 2, sobre los samaritanos en Hechos 8 y sobre los gentiles en Hechos 10. Ahora 12 discípulos de Éfeso provenientes del ministerio de Juan el Bautista (quien ministró al principio de cada evangelio) reciben el bautismo en el Espíritu.

Con los judíos, los gentiles y los discípulos de Juan, la aparición de las «lenguas» significa para el lector que esta es la misma recepción del Espíritu que tuvo lugar el día de Pentecostés.

La misma manifestación espiritual indica que el mismo don del mismo Espíritu es concedido a quienes pertenecen a la misma familia de Dios.

El uso que hace Lucas del hablar en lenguas a lo largo de los Hechos señala una relación especial con el bautismo en el Espíritu Santo. La primera mención del hablar en lenguas se da en el día de Pentecostés. Cada registro posterior ocurre cuando alguien está siendo lleno del Espíritu.

Aunque Lucas no menciona el hablar en lenguas como acompañante del bautismo en el Espíritu de los samaritanos en Hechos 8, algo hizo que el acontecimiento fuera obvio para todos, incluso para un antiguo ocultista.

Para los pentecostales, hablar en lenguas
es primero una comunicación con Dios, quien reconoce todo tipo de lenguaje, y luego con la comunidad.

Aunque Lucas no especifica la razón de ese reconocimiento, el patrón que se establece en Hechos sugiere que hablaron en lenguas.

En Hechos 9, Ananías ora para que Pablo sea bautizado en el Espíritu. La única señal mencionada para Pablo es la pérdida de las escamas de sus ojos (una sanidad necesaria por su experiencia con Jesús). Sin embargo, Pablo testificó más tarde de haber hablado en lenguas (1 Corintios 14:18).

El punto no es que Lucas mencione el hablar en lenguas en cada ocurrencia del bautismo en el Espíritu en el libro de los Hechos (aunque ninguna ocurrencia nombra otra evidencia sin también nombrar las lenguas). Mas bien, cada vez que Lucas menciona hablar en lenguas en Hechos, alguien fue lleno del Espíritu Santo.

Pablo no menciona el bautismo en el Espíritu en 1 Corintios 12–14, que contiene el mayor número de referencias con relación a la práctica del hablar en lenguas. Pablo no está escribiendo acerca del reconocimiento del don del Espíritu, sino que escribe en el sentido de reconocer que todos los dones espirituales tienen una misma fuente: el Espíritu de Dios.

En 1 Corintios 12:10,28–30, Pablo no enumera cada don espiritual porque su objetivo es conectar todo tipo de dones espirituales a su fuente en el mismo Espíritu.

Ningún creyente debe esperar ejercer todos los dones del Espíritu, pero el Espíritu da dones a cada creyente.

Ese es el punto de la pregunta retórica de Pablo de si todos hablan en lenguas (12:30). La respuesta implícita es «no» porque Pablo se refiere al ejercicio de lenguas durante la adoración colectiva, no al hablar en lenguas como evidencia del bautismo en el Espíritu.

En 1 Corintios 13:1–8, Pablo enfatiza que, sin amor ningún don espiritual, incluyendo el hablar en lenguas, tiene sentido. Los creyentes no necesitarán dones espirituales en la eternidad, mientras que el amor permanecerá.

El capítulo 14 defiende la práctica de hablar en lenguas para edificación personal, pero no en detrimento de la edificación pública. Pablo expresa el deseo de que todos hablen en lenguas, aunque no en detrimento de la comunidad.

El que habla en lenguas dirige estas palabras a Dios, mientras que la profecía es una comunicación a la colectividad. La primera edifica al individuo que ora, mientras que la segunda edifica a toda la comunidad.

Pablo alienta el ejercicio de la profecía por encima del hablar en lenguas en las reuniones de la iglesia, excepto cuando hay una interpretación del mensaje hablado en lenguas.

Además, Pablo instruye a la iglesia a limitar el número de mensajes hablados en lenguas durante las reuniones. Pablo no restringe el uso de las lenguas como oración personal, sino como una manifestación del Espíritu que interrumpe las reuniones.

Comprendiendo la tendencia humana a convertir instrucciones específicas en principios más amplios, Pablo advierte a la iglesia que no prohíba a la gente hablar en lenguas (1 Corintios 14:39).

De nuevo, Pablo no aborda la conexión del hablar en lenguas con el bautismo en el Espíritu Santo. En 1 Corintios, Pablo se preocupa por la utilidad de hablar en lenguas en la adoración colectiva de una comunidad ya llena del Espíritu.

El Evangelio de Marcos se refiere al hablar en lenguas como una de las señales que siguen a los creyentes. El Libro de los Hechos establece que hablar en lenguas es la evidencia inicial del bautismo en el Espíritu.

 

En la historia

Marcos, Hechos y 1 Corintios sugieren que hablar en lenguas era una práctica común en la Iglesia del Nuevo Testamento. ¿Cuándo desapareció esa práctica en la historia de la Iglesia? ¿Y qué hay de otros dones espirituales, como la profecía o la sanidad?

Hay pruebas de que las manifestaciones espirituales que hoy abrazan los pentecostales también eran comunes en los primeros siglos del cristianismo.

Durante el segundo siglo, los autores cristianos escribieron sobre los dones espirituales como una expectativa permanente de los creyentes.

Cuando estalló una lucha de poder entre profetas laicos y obispos, la respuesta de los líderes eclesiásticos no fue restar importancia a los dones espirituales, sino destacar sus propios dones espirituales, especialmente el de profecía.

Con el tiempo, los líderes de la Iglesia suprimieron el ministerio laico. En el tercer siglo, líderes como el obispo Cipriano de Cartago reclamaron el monopolio de los dones espirituales, haciendo que los feligreses dependieran del clero para su dirección. Esto limitó la experiencia del Espíritu en la Iglesia.

En el cuarto siglo, los líderes de la Iglesia escribían conscientes de que las manifestaciones espirituales del Nuevo Testamento ya no eran la experiencia común de los cristianos de su tiempo. Agustín argumentó que hablar en lenguas dejó de ser una señal de la actividad del Espíritu.

Dentro del catolicismo medieval, hubo épocas en las que ciertos individuos se hicieron famosos por ejercer dones espirituales, como la sanidad o la profecía, mientras que algunas regiones experimentaron un reavivamiento carismático.

El protestantismo primitivo se dividió respecto a la utilidad y las expectativas de los dones carismáticos. Los carismáticos protestantes, como Thomas Müntzer, enseñaban que los cristianos debían experimentar el Espíritu Santo como lo hicieron los apóstoles, con un bautismo en el Espíritu posterior a la conversión que daba lugar a dones espirituales.

Mientras tanto, tanto Martín Lutero como Juan Calvino rechazaron la noción de que hablar en lenguas estuviera al alcance de los creyentes de su época, aunque acompañara al bautismo en el Espíritu en el Nuevo Testamento.

En el siglo dieciocho, algunos grupos protestantes, como los pietistas luteranos y los metodistas ingleses, experimentaron manifestaciones del Espíritu.

A principios del siglo diecinueve, la Iglesia Católica Apostólica se hizo conocida por hablar en lenguas. El fundador del grupo, el presbiteriano Edward Irving, utilizó el lenguaje de la «señal permanente» para describir la relación especial del hablar en lenguas con el bautismo en el Espíritu Santo. De hecho, algunos de los primeros pentecostales fueron llamados «irvingitas».

Como evidencia, hablar en lenguas significa el bautismo en el Espíritu. Como don espiritual, edifica a los creyentes.

Los avivamientos desde Gales hasta Rusia durante la última parte del siglo diecinueve incluyeron el hablar en lenguas. Algunos en los Estados Unidos también reclamaron la experiencia del bautismo en el Espíritu, acompañado de hablar en lenguas, antes de 1900.

El día de Año Nuevo de 1901, estalló un avivamiento en una escuela bíblica de Topeka, Kansas, con participantes que hablaban en lenguas.

El fundador de la escuela de Topeka, Charles Parham, había presenciado anteriormente el hablar en lenguas en otra escuela bíblica en Maine. Sin embargo, aquellos participantes de Maine no le dieron tanta importancia como Parham.

Buscando en el Libro de los Hechos, Parham definió la experiencia como la «evidencia bíblica» del bautismo en el Espíritu Santo.

Desde entonces, el término «evidencia» se convirtió en la forma más común dentro del pentecostalismo para describir la relación especial entre el bautismo en el Espíritu y el hablar en lenguas.

 

«Evidencia física inicial»

Los primeros pentecostales vieron en el Libro de los Hechos un modelo que la Iglesia debía esperar, experimentar y reproducir. Los Hechos destacan una relación especial entre el hablar en lenguas y el bautismo en el Espíritu. La cuestión era cómo definir esa relación.

La terminología de la «evidencia» de Parham no procede de las Escrituras, sino de una cultura posterior a la Ilustración, cuyo interés era el lenguaje científico.

Algunos pentecostales preferían el término «señal», basado en Marcos 16:17. Sin embargo, la mayoría adoptó el término de Parham y aceptó las lenguas como prueba del bautismo en el Espíritu.

El artículo 8 de la Declaración de las Verdades Fundamentales de las Asambleas de Dios utiliza los términos «evidencia» y «señal», el primero en el título y el segundo en el párrafo. Al incluir ambos, «evidencia» se trata como sinónimo de «señal» en lo que respecta a la descripción de esa relación especial.

Al buscar en el Libro de los Hechos, los pentecostales observaron que el hablar en lenguas comenzó el día de Pentecostés, ocurrió repetidamente durante los bautismos posteriores en el Espíritu, y demostró a los apóstoles que Dios estaba derramando Su Espíritu sobre todo tipo de personas.

E.N. Bell, el primer superintendente general de las Asambleas de Dios, escribió que si el hablar en lenguas convenció a los apóstoles de que los gentiles habían recibido el bautismo en el Espíritu en Hechos 10:46, debería «ser reconocido así por los cristianos» en los tiempos modernos.

Podía ocurrir que hubiera muchas señales internas del Espíritu, pero hablar en lenguas era una experiencia externa que otros presenciaban y confirmaban. En ese sentido, funcionaba comunalmente.

Para algunos pentecostales, la naturaleza física de hablar en lenguas convertía la recepción del bautismo en el Espíritu en una experiencia concreta más difícil de fingir.

William Durham, una importante influencia pentecostal en las Asambleas de Dios, defendió la necesidad de pruebas físicas. De lo contrario, decía Durham, cualquiera podría «arrodillarse unos minutos y levantarse diciendo: “Tengo el Espíritu Santo”».

Conscientes de la posibilidad de fraude o engaño espiritual, los primeros pentecostales especificaron que hablaban en lenguas «según el Espíritu lo concediera». Esto hacía una distinción entre el hablar en lenguas genuino y las falsificaciones, ya vinieran de la carne o del diablo.

Parham introdujo el término «evidencia», pero además definió el hablar en lenguas como la «evidencia bíblica» del bautismo del Espíritu.

Esa terminología fue reemplazada por la frase «evidencia externa», que ganó popularidad en la época del avivamiento de la calle Azusa (aunque este término se originó en Chicago y no en Los Ángeles).

La evidencia externa sugiere que también hay un cambio interno, incluyendo el poder espiritual para testificar. Los primeros pentecostales no querían que la «evidencia bíblica» se interpretara como «único resultado» del bautismo en el Espíritu.

Otra frase, «evidencia inicial», destacó el hablar en lenguas no como el propósito del bautismo en el Espíritu, sino como la primera señal externa de este cambio interior, con más por venir.

La Declaración de Verdades Fundamentales modificó esto a «evidencia física inicial». El adjetivo «física», como «externa», permitía la existencia de evidencias internas o espirituales del bautismo del Espíritu. El término «inicial» fue usado para significar que el hablar en lenguas era solo un comienzo dentro de la vida llena del Espíritu, y no debía ser confundido con la plenitud del don del Espíritu. «Inicial» no solo significaba primero, sino también que había más obras del Espíritu por delante.

Si la vida llena del Espíritu produce mayor amor en la vida de un cristiano, por ejemplo, esto no es una evidencia inicial. Sin embargo, tal fruto espiritual es una evidencia más sustancial de la obra progresiva del Espíritu (Gálatas 5:22,23).

Durante la década de 1920, Harvey McAlister explicó la diferencia en la revista Pentecostal Evangel:

Es correcto y apropiado hablar de esta señal sobrenatural [el hablar en lenguas] como la evidencia física inicial de la morada del Espíritu Santo en plenitud dentro del creyente. Prefiero este término en vez del término «evidencia bíblica». ¿Cuál es la diferencia? Si usted cree que el hablar en lenguas sobrenaturalmente es la única evidencia, entonces tan pronto como el Espíritu Santo venga a su interior y hable, sentirá que ya ha alcanzado un clímax; pero, si usted cree que el hablar en lenguas sobrenaturalmente es simplemente la primera evidencia o resultado físico, usted no sentirá, al prorrumpir y hablar en las hermosas lenguas celestiales, que ha alcanzado un clímax. Usted sentirá que solo ha sido iniciado en el reino sobrenatural y naturalmente continuará entregando su vida entera al control del bendito Espíritu Santo y esperará manifestaciones, gracias y dones adicionales.

El concepto de evidencia física inicial describe la relación especial entre la práctica de hablar en lenguas y la experiencia del bautismo en el Espíritu Santo. Este lenguaje no se usa para poner el hablar en lenguas en un pedestal, sino para mantener el hablar en lenguas en su lugar.

La capacidad de hablar en lenguas no es el motivo del don de Dios del Espíritu Santo. Más bien, el bautismo en el Espíritu capacita a los creyentes para proclamar con valentía el evangelio de Jesús en nuestras lenguas conocidas.

Generaciones de pentecostales han dado testimonio de la belleza y la bendición de orar regularmente en lenguas.

El Artículo 8 distingue más a fondo el hablar en lenguas como evidencia del bautismo en el Espíritu del don de lenguas. Aunque son lo mismo en esencia — quien habla u ora lo hace en un idioma que no conoce — no comparten el mismo propósito.

Las Asambleas de Dios no enseñan que el hablar en lenguas como evidencia inicial del bautismo en el Espíritu tiene la misma utilidad que las lenguas como don espiritual.

Como evidencia, hablar en lenguas significa el bautismo en el Espíritu. Como don espiritual, edifica a los creyentes.

En 1 Corintios 14, hablar en lenguas edificaba individualmente a cada creyente que oraba a Dios en el Espíritu (versículos 2–4). Cuando se acompañaba de interpretación en la adoración colectiva, el hablar en lenguas edificaba a la iglesia local ya que la gente entendía el mensaje (versículos 13–19).

 

Práctica pastoral

Los pastores deben abordar el hablar en lenguas con un enfoque equilibrado.

Muchas tradiciones cristianas han prohibido las lenguas en la práctica, aunque no lo hagan en la doctrina.

A la inversa, algunas congregaciones han enfatizado el hablar en lenguas hasta el punto de descuidar o incluso excluir otros dones espirituales.

Debemos evitar ambos extremos.

Cuando va acompañado de una interpretación, el hablar en lenguas puede edificar a una congregación local. Para que esto suceda, los creyentes deben estar dispuestos a hablar, y la congregación a escuchar, en el momento apropiado.

Si los mensajes en lenguas se convierten en acontecimientos raros dentro de nuestro servicio de culto, deberíamos preguntarnos por qué. ¿Sabe nuestra comunidad hablar y escuchar? ¿Invita nuestra adoración a la participación plena? ¿Desalienta nuestra programación los momentos sin libreto?

Al mismo tiempo, los primeros pentecostales nos dejaron advertencias sobre la posibilidad de que el hablar en lenguas se convirtiera en el don espiritual predominante durante la adoración corporativa. Una restauración completa de los dones espirituales es lo único verdaderamente pentecostal.

Debemos alentar la operación apropiada de los dones que implican hablar desde los bancos, incluyendo las lenguas y la interpretación de lenguas. Sin embargo, si confiamos exclusivamente en la interpretación de lenguas, aquellos con una palabra profética esperarán un mensaje en lenguas antes de sentir que tienen permiso para hablar.

La profecía no requiere el don de lenguas. Sin embargo, todos los dones dirigidos a la edificación de la congregación requieren evaluación y discernimiento (1 Corintios 14:29).

Hablar en lenguas también edifica a los creyentes individualmente como un lenguaje de oración. Los pastores deben fomentar esta práctica personal.

Generaciones de pentecostales han dado testimonio de la belleza y la bendición de orar regularmente en lenguas. Ya sea como adoración (1 Corintios 14:2) u oración ofrecida en sustitución de la debilidad de nuestras propias palabras, hablar en lenguas es interacción con Dios, quien está íntimamente presente en nuestras vidas de oración como intercesor y Rey.

También debemos enseñar a las personas que orar en lenguas no está fuera de su control (1 Corintios 14:32). El hablar en lenguas dentro de un ambiente corporativo no debe convertirse en una distracción que impida la oración o la adoración de los demás.

Una persona que habla en lenguas durante el servicio público está sujeta a la corrección de los líderes.

Orar en lenguas edifica a los creyentes, pero no debe reemplazar completamente la oración con nuestro entendimiento. Dios quiere estar en comunión tanto con nuestro espíritu como con nuestra mente (1 Corintios 14:14–15).

Como pentecostales, también creemos que hablar en lenguas proporciona evidencia de la recepción del bautismo en el Espíritu Santo. Los cristianos que oran para recibir el bautismo en el Espíritu deben esperar lenguas.

Los pastores pueden asegurar a los congregantes ansiosos que no hay razón de temer este don. El bautismo en el Espíritu Santo no implica una pérdida del control motor. El Espíritu proporciona un lenguaje, pero el creyente tiene la opción de hablar a voluntad.

Debemos recordarle a la gente que es el Espíritu a quien buscan, no las lenguas. Porque creemos que hablar en lenguas siempre acompaña el bautismo en el Espíritu, no tenemos que empujar a la gente a hablar en lenguas. Podemos simplemente enseñar a los creyentes lo que sucederá y guiarlos a orar expectantes por el Espíritu de Dios.

Además, debemos recordar que el propósito del bautismo en el Espíritu Santo es la investidura de poder para testificar (Hechos 1:8). Las Asambleas de Dios escogieron el lenguaje de «evidencia física inicial» para describir el hablar en lenguas de manera que nunca lo confundiéramos con el don del Espíritu.

Si preguntamos a las personas cómo viven la vida llena del Espíritu, deberíamos preocuparnos por su testimonio público, no solo por sus hábitos privados de oración.

Los artículos 7 («El Bautismo en el Espíritu Santo») y 8 son verdades fundamentales distintas, pero no se debe a diferencias en el peso teológico. Al separarlas, evitamos fundirlas; no damos cabida al pensamiento de que hablar en lenguas es todo lo que existe sobre el bautismo en el Espíritu. Hablar en lenguas es la señal de una obra mayor.

El profesor pentecostal Donald Gee advirtió a los miembros de las Asambleas de Dios sobre este punto en un número de 1930 de la revista Pentecostal Evangel. En cuanto a hablar en lenguas, Gee dijo que «tal doctrina sólo puede calificarse de “fundamental” en un sentido estrictamente relativo».

Gee describió así su punto de vista:

El valor de la «evidencia inicial» sólo existe porque el valor de la experiencia del Bautismo en el Espíritu Santo es incalculable. Un billete para un largo viaje en tren sólo tiene valor para el que lo compra por el viaje que desea hacer. ¿Quién compraría un billete por el billete si no tuviera intención de viajar? Así que no son las «lenguas» en sí lo trascendentalmente importante; sino el hecho de que el creyente esté lleno del Espíritu de Dios.

 

Allen Tennison, Ph.D., sirve como consejero teológico del Concilio General de las Asambleas de Dios y preside su Comisión de Doctrinas y Prácticas.

 

Este artículo aparecerá en la edición de otoño de 2024 de la revista Influence.

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