¿Ansiedad por el arrebatamiento o la esperanza bienaventurada?
Por qué la teología del fin de los tiempos debería convertirnos en optimistas incurables
Una pregunta que despierta esperanza en algunos y ansiedad en otros es, ¿volverá Jesús en 2023?
¿Cómo puede producir ansiedad la idea del regreso de Jesús? Las historias de «ansiedad por el arrebatamiento» recibieron gran atención mediática en 2022. Algunos «exevangélicos» –personas criadas en hogares cristianos que ahora cuestionan las doctrinas evangélicas tradicionales, a menudo debido a experiencias traumáticas– dicen que la enseñanza del arrebatamiento o rapto les causó ansiedad.
Como pastor, me duele el corazón por las personas que sufren traumas a causa de sus experiencias eclesiásticas. ¿Debe ser la doctrina una fuente de ansiedad? En ninguna manera.
El Artículo 13 de la Declaración de Verdades Fundamentales de las Asambleas de Dios dice acerca de la ESPERANZA BIENAVENTURADA: «La resurrección de los que han muerto en Cristo y su arrebatamiento junto con los que estén vivos cuando sea la venida del Señor es la esperanza inminente y bienaventurada de la Iglesia».
El arrebatamiento debería calmar a los cristianos ansiosos en lugar de causar ansiedad. No importa cuán mal se pongan las cosas, ¡sabemos que nuestra esperanza bienaventurada es inminente!
Nuestra declaración doctrinal enumera cuatro textos sobre el arrebatamiento: 1 Tesalonicenses 4:16-17; Romanos 8:23; Tito 2:13; y 1 Corintios 15:51-52. Una mirada atenta al contexto más amplio de cada pasaje revela cómo el arrebatamiento inspira esperanza.
En 1 Tesalonicenses 4:13-18 (NTV), Pablo se dirige a los cristianos preocupados por la muerte de otros creyentes. ¿Se perderían el regreso de Cristo?
Pablo calma la ansiedad de los tesalonicenses recordándoles que, para los cristianos, la muerte es como dormir. «El llamado de la trompeta de Dios» será el despertador que los despertará cuando Cristo regrese. Los muertos en Cristo resucitarán primero, y luego los que estemos vivos nos uniremos a ellos «en el aire» para encontrarnos con Cristo.
«Entonces estaremos con el Señor para siempre», concluyó Pablo. «Así que anímense unos a otros con estas palabras».
En Romanos 8:18-25, los creyentes estaban preocupados con «lo que ahora sufrimos». Esos sufrimientos no eran meramente personales; eran cósmicos. «Toda la creación gime de angustia como si tuviera dolores de parto».
Pocas cosas nos desesperan tanto como un sufrimiento profundo y persistente. ¿Tiene fin nuestro sufrimiento? Pablo escribió que nuestro sufrimiento termina cuando Cristo regresa y hace manifiesto «nuestros derechos como sus hijos adoptivos, incluido el nuevo cuerpo que nos prometió».
Pablo añadió inmediatamente esta declaración crucial: «Recibimos esa esperanza cuando fuimos salvos».
Como cristianos, no vivimos entre una y otra ansiedad. Vivimos entre la gracia y la esperanza.
La esperanza aparece de nuevo en Tito 2:11-14 (RVR1960). De hecho, el versículo 13 da título al Artículo 13 de la Declaración de Verdades Fundamentales: «La esperanza bienaventurada».
En este pasaje, lo que causaba ansiedad a los creyentes era el pecado, que Pablo describe como «impiedad», «los deseos mundanos» e «iniquidad».
La venida de Cristo al mundo iluminó con un rayo de esperanza a la humanidad pecadora. «Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres», escribió Pablo. Mientras tanto, los creyentes deben esforzarse por llevar una vida piadosa mientras aguardan «la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo».
Fíjese el tiempo gramatical que usó Pablo: «Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres», hace referencia al tiempo pasado. Nuestra espera, la bendita esperanza, es la manifestación de su gloria» apunta al futuro. Como cristianos, no vivimos entre una ansiedad y otra. Vivimos entre la gracia y la esperanza. Esa es nuestra realidad actual.
En 1 Corintios 15:50-58 (NTV), la muerte vuelve a ser causa de ansiedad. Pocas cosas nos preocupan tanto como nuestra propia mortalidad, por no hablar de la de nuestros seres queridos. Pensamos en la muerte como el fin de la vida, pero no es así.
«Pero permítanme revelarles un secreto maravilloso», escribió Pablo. «¡No todos moriremos, pero todos seremos transformados! Sucederá en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando se toque la trompeta final. Pues, cuando suene la trompeta, los que hayan muerto resucitarán para vivir por siempre. Y nosotros, los que estemos vivos, también seremos transformados».
Para los que ponen su fe en Cristo, la muerte no es el fin de la vida, pues Jesús da la vida eterna.
Y así, volvemos a la pregunta: ¿Debe ser el arrebatamiento una fuente de ansiedad? Si dejamos que la Biblia nos enseñe doctrina, la respuesta debe ser no. El pecado, el sufrimiento, la muerte, son fuentes de ansiedad. Por el contrario, la venida de Cristo por sus santos es siempre una fuente de esperanza.
Me encanta lo que dijo el antiguo Superintendente General de las Asambleas de Dios, G. Raymond Carlson, sobre el vínculo entre la venida de Cristo y la confianza cristiana:
La esperanza del cristiano se centra en una Persona y en la soberanía y el triunfo final de esa Persona. Por eso, el cristiano es la persona más optimista del mundo. Sabe que el caos de hoy fue predicho por nuestro Señor como precursor de la segunda venida de Cristo. Es consciente de que los santos propósitos de Dios se cumplirán y Cristo saldrá victorioso. Creer en la venida de Nuestro Señor nos convierte en optimistas incurables.
Si el arrebatamiento es una fuente de esperanza, ¿por qué algunas personas experimentan ansiedad acerca de él? Permítanme concluir sugiriendo tres razones y un remedio pastoral para cada una de ellas.
En primer lugar, hay demasiada especulación. Tal vez recuerden al creyente que publicó un libro titulado 88 razones por las que el Rapto será en 1988. Cuando no ocurrió, publicó ediciones revisadas en 1989, 1993 y 1994. En los cuatro casos, sus predicciones fueron erróneas.
No debería sorprendernos. Al fin y al cabo, Jesús dijo: «Nadie sabe el día ni la hora en que sucederán esas cosas, ni siquiera los ángeles en el cielo ni el propio Hijo. Solo el Padre lo sabe. Y, ya que ustedes tampoco saben cuándo llegará ese tiempo, ¡manténganse en guardia! ¡Estén alerta!» (Marcos 13:32-33).
Si ni siquiera Cristo sabía el día o la hora de su regreso, nosotros tampoco. Perjudicamos a los demás (y a nuestra propia reputación) cuando pretendemos saber más de lo que podemos.
En segundo lugar, demasiadas malas noticias. ¿Recuerda la película de suspenso de 1972 Un ladrón en la noche? Esta película enfatizaba los horrores de la Gran Tribulación que ocurrirá después de que Cristo arrebate a la Iglesia.
Cuando hacemos demasiado hincapié en las malas noticias de la Gran Tribulación, la gente no escuchará las buenas noticias de la venida de Cristo por sus santos. Nuestra predicación y enseñanza no deben limitarse a pintar un cuadro oscuro de la condición humana, sino que también deben hacer brillar la luz de la gracia de Dios.
Tercero, demasiado legalismo. Las Escrituras enseñan claramente que somos salvos por gracia mediante la fe, no por obras (Efesios 2:8-9). Tito 2:11-14 nos anima a vivir piadosamente a la luz de la gracia que se ha manifestado y de la esperanza que se manifestará. Así pues, nuestra motivación para vivir piadosamente es la gracia y la esperanza, no el temor al juicio.
La esperanza es una necesidad fundamental de las personas. Todo el mundo necesita algún tipo de esperanza. Si tienes una relación personal con Cristo, entonces el mensaje del arrebatamiento es sobre la esperanza de ser hallado. Asegurémonos de que nuestra predicación sobre el final de los tiempos llene a la gente de «la esperanza bienaventurada».
DOUG CLAY es superintendente general de las Asambleas de Dios de Estados Unidos.
Este artículo aparece en la edición de invierno 2022 de la revista Influence.
Influence Magazine & The Healthy Church Network
© 2025 Assemblies of God