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 the shape of leadership

La defensa de los misioneros

Respuestas a las críticas actuales a la luz de los mandatos bíblicos

Por qué vas allí cuando aquí hay tanta necesidad?

Los misioneros llevan décadas escuchando esta pregunta. Pero en los últimos años, ha habido una creciente corriente de voces que cuestionan la labor misionera transcultural.

En un mundo cada vez más plural, ¿por qué seguimos enviando obreros a narrar la historia de Jesús a personas que tienen sus propias religiones?

Sencillamente, Dios nos ha dado la misión de predicar el Evangelio hasta los confines de la tierra. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, la narrativa de las Escrituras nos llama a participar en la misión global de redención de Dios. Como escribió el apóstol Pablo: «Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron» (2 Corintios 5:14, rvr1960). Cuando consideramos el sacrificio de nuestro Señor, no podemos hacer menos que enviar y apoyar a aquellos a quienes Él llama como misioneros.

Los esfuerzos misioneros humanos nunca han estado exentos de problemas. El único misionero perfecto fue Jesús, que vino a revelar a Dios y a lograr nuestra salvación mediante su muerte y resurrección.

Sin embargo, la tarea misionera no es una invención humana. Es el plan del Dios vivo, que actúa a través de personas imperfectas para darse a conocer entre todas las naciones, tribus y grupos lingüísticos.

A medida que los desafíos a la misión de Dios surgen tanto desde dentro como desde fuera de la Iglesia, debemos mantener una misiología sólida que refleje el corazón de Dios.

 

Críticas externas

Para muchos no cristianos, la idea de que los estadounidenses vayan a otras sociedades y culturas para persuadir a la gente de que siga a Jesús es arrogante y moralmente repugnante.

Algunos desestiman la religión como universalmente ignorante, divisiva y peligrosa. Otros adoptan una visión más caritativa, y reconocen la utilidad social de la religión pero ven todas las creencias como igualmente válidas o salvíficas. Para ellos, todas las religiones apuntan a la misma verdad, pero llegan a ella de diferentes maneras. Sugerir que un sistema de creencias es mejor que otro parece elitista, erosivo cultural y profundamente ofensivo.

La escritora estadounidense y profesora de estudios religiosos Rita M. Gross calificó las afirmaciones exclusivas de la verdad «entre las ideas más peligrosas, destructivas e inmorales que los humanos hayan creado».

En este entorno relativista, muchos ven las misiones cristianas como una pérdida de tiempo, en el mejor de los casos, y detestable, en el peor.

Estas críticas surgen principalmente de una visión del mundo que trata la Biblia como un documento humano sin autoridad, al mismo nivel que los textos sagrados de cualquier otra religión. Desde este punto de vista, no hay una gran historia que creer ni una buena noticia que predicar. El objetivo no es proclamar la verdad entre las naciones, sino simplemente llevarse bien.

Irónicamente, algunas corrientes de pensamiento cristiano contribuyen a esta visión secular del mundo. Perfeccionar nuestra comprensión de la Biblia es un esfuerzo digno. Sin embargo, perdemos el rumbo cuando la necesidad de actualizar nuestra teología socava la autoridad de las Escrituras.

Una visión reducida de las Escrituras conduce a una preocupación reducida por las misiones. Si no somos responsables ante la Palabra de Dios, la obediencia es opcional. Compartir el Evangelio ya no es urgente, ni global ni localmente.

Para influir en nuestro mundo para Cristo, debemos seguir tan comprometidos con la lectura de la Biblia y la obediencia de ella como lo estaban los primeros cristianos. Como escribió N.T. Wright, estos creyentes se veían a sí mismos como «viviendo bajo la Escritura», la cual los llamaba y capacitaba «para ser la iglesia en misión, enviados al mundo con la buena noticia del Reino de Dios a través de la muerte y resurrección de su Hijo y en el poder de ese mismo Espíritu».

Varios eruditos cristianos se han opuesto a las afirmaciones populares de que el cristianismo es intolerante con el multiculturalismo o supresor de las culturas autóctonas. El gambiano Lamin Sanneh, profesor de la Yale Divinity School, hizo esta observación:

El cristianismo es la religión de más de dos mil grupos lingüísticos diferentes en el mundo. Más personas oran y adoran en más idiomas en el cristianismo que en cualquier otra religión en el mundo. Además, el cristianismo ha sido el impulso detrás de la creación de más diccionarios y gramáticas de los idiomas del mundo que cualquier otra fuerza en la historia. [...] Obviamente, estos hechos de pionerismo cultural y lingüístico entran en conflicto con la reputación del cristianismo como un acto colosal de intolerancia cultural.

En muchos casos, los misioneros cristianos han trabajado para preservar la lengua y honrar la cultura en medio del efecto homogeneizador de la globalización. Las personas que llegan a la fe en Jesús y crecen en la cosmovisión de la Biblia tienen un sentido de pertenencia a una familia de fe diversa y mundial.

Sin embargo, las objeciones más comunes a las misiones cristianas – tanto entre los no cristianos como entre un número cada vez mayor de cristianos – son las acusaciones de colonialismo.

En una encuesta realizada en 2020 por el Grupo Barna entre cristianos comprometidos, el 41 % de los adultos jóvenes (de 18 a 34 años) estaban muy de acuerdo o algo de acuerdo en que «la misión cristiana está manchada por su asociación con el colonialismo», al igual que el 32 % de los jóvenes de 13 a 17 años y el 28 % de los adultos de 35 años o más.

Las misiones cristianas comenzaron en tiempos del Nuevo Testamento, cuando los seguidores de Jesús difundieron el Evangelio desde Jerusalén por todo el mundo romano, y continúan hasta hoy.

Entre los siglos XVII y XIX, una oleada de actividad misionera coincidió con un periodo de expansión política, económica y cultural de Occidente conocido como la era colonial. De hecho, las fronteras entre los objetivos misioneros y coloniales llegaron a ser borrosas en ocasiones. Pero también hubo muchos misioneros sinceros que dieron su vida por el Evangelio.

Los misioneros de hoy son diversos y a menudo están más en sintonía con las cuestiones interculturales que sus críticos. Muchos de ellos están altamente capacitados en relaciones interculturales, idiomas, religiones del mundo y contextualización evangélica.

Calificar a las misiones cristianas de coloniales o neocoloniales sugiere que todos los misioneros están motivados por un sentido de superioridad moral, suposiciones racistas, comportamientos explotadores, un complejo de salvador blanco y el excepcionalismo estadounidense.

Esta crítica asume erróneamente que el cristianismo está inextricablemente ligado a las creencias y prácticas coloniales. Presupone que los seguidores de Cristo no pueden evitar presentar el Evangelio de un modo que devalúa y distorsiona la dignidad y la vida humanas. Nada más lejos de la realidad de la buena nueva de Jesús.

 

Crítica interna

La experiencia de algunos colegas misioneros ilustra cómo influyen estas corrientes culturales en los jóvenes adultos.

Varios miembros del personal de Misiones Mundiales de las Asambleas de Dios aceptaron recientemente una invitación para dirigirse a una clase de estudiantes en un campus universitario. Hablaron sobre los esfuerzos de plantación de iglesias entre los grupos étnicos no alcanzados y el proceso de conectar a los creyentes indígenas con las iglesias locales.

Después de compartir, los misioneros se ofrecieron a responder preguntas. Los dos primeros que tomaron la palabra cuestionaron la moralidad de los misioneros que evangelizan a personas de otras religiones. Los estudiantes objetaron que las pretensiones exclusivistas del cristianismo apestan a privilegio occidental y neocolonialismo. Estos jóvenes consideraban loables las obras de compasión, pero se oponían a la idea de que los misioneros hicieran conversos.

Cuando los misioneros intentaron responder, el moderador de la clase puso fin rápidamente al debate y agradeció a los invitados su presencia.

Cabría esperar este tipo de intercambio en un campus laico. Sin embargo, ocurrió en una universidad cristiana. Los estudiantes estaban matriculados en una clase sobre misiones como parte de un programa de formación para el ministerio.

¿Cómo responder a esas críticas desde nuestras propias filas?

Para empezar, invitamos a los creyentes que luchan contra una visión negativa de las misiones a leer ampliamente sobre la historia del cristianismo.

El historiador Philip Jenkins explica en The Next Christendom [La próxima cristiandad] que los misioneros de la época colonial se arriesgaban a la violencia, las enfermedades tropicales y otros peligros, no por objetivos coloniales como el beneficio económico o la conquista política, sino por el singular objetivo de proclamar el Evangelio.

Los misioneros protestantes tradujeron las Escrituras a las lenguas locales y capacitaron a los miembros nativos de las iglesias para asumir el liderazgo.

Los misioneros solían criticar los abusos coloniales, denunciándolos e iniciando cambios. Algunos de estos misioneros se convirtieron en aliados vitales de los movimientos anticoloniales occidentales.

Los nativos conversos crecieron rápidamente en su nueva fe. De hecho, muchos estaban dispuestos a dar su vida por la causa de Cristo.

El rey de Buganda, reino africano situado en la actual Uganda, ejecutó a cientos de lugareños entre 1885 y 1886 cuando éstos se negaron a renunciar a su fe cristiana.

«En un solo día, treinta y dos cristianos fueron quemados vivos», escribió Jenkins. «Con tales ejemplos en mente, era ridículo afirmar que la nueva religión era solo para blancos, y la fe se extendió rápidamente tanto en Uganda como en Madagascar».

En la actualidad, solo la Fraternidad Mundial de las Asambleas de Dios (FMAG) comprende aproximadamente 160 consejos nacionales, 370.000 iglesias y setenta millones de creyentes en todo el mundo. Se trata de iglesias nacionales autóctonas con sus propias instituciones de liderazgo y formación. Evangelizan a su propio pueblo y envían y apoyan a misioneros transculturales.

Sería insultante negar la capacidad de acción y el compromiso de estos creyentes, al sugerir que su devoción a Jesús y a su Gran Comisión no es más que un producto del imperialismo occidental.

Además de promover una comprensión más equilibrada de la historia de las misiones, podemos señalar el desarrollo de movimientos eclesiásticos autóctonos en la actualidad. Dentro de las Asambleas de Dios, el compromiso con el modelo autóctono ha llevado a la formación de 2.900 institutos bíblicos e instituciones de formación en todo el mundo, con 162.000 estudiantes matriculados anualmente.

Ya se trate de ser pioneros entre pueblos sin acceso al Evangelio, de fortalecer una iglesia nacional emergente, de formar líderes para un movimiento en crecimiento o de preparar a miembros autóctonos para misiones transculturales, son los cristianos, las congregaciones y los líderes locales quienes llevan las riendas.

Como observó Jenkins: «para cualquier labor misionera, la ordenación del clero nativo debe ser la prueba de fuego del compromiso de ir más allá de un contexto imperial».

Algunos cristianos citan el crecimiento global de la Iglesia como prueba de que ya no hay necesidad de misioneros. «En vez de enviar gente», dicen, «podríamos simplemente enviar dinero para apoyar el trabajo de los cristianos locales».

Debemos seguir enviando obreros evangélicos para que participen en la evangelización misional porque todavía hay personas que necesitan un Salvador.

Otros sugieren que los trabajadores transculturales dejen de dedicarse a la evangelización y a la plantación de iglesias. En su opinión, los que van al campo misionero deberían limitarse a capacitar a otros.

A menudo va unida a estas opiniones la idea de que «todo creyente es un misionero». Aunque los pastores suelen utilizar esta frase para animar a los miembros de la iglesia a ser más activos en la expresión de su fe, puede tener la consecuencia no deseada de reducir la participación y el apoyo a las misiones transculturales.

Si todo el mundo es misionero, todo el trabajo cristiano es igual. Y si es así, ¿por qué no financiar a los cristianos locales, que también son misioneros, lo que ahorra tiempo, esfuerzo y dinero?

Un enfoque descuidado de los viajes misioneros a corto plazo también puede socavar una misionología sana. Estos viajes son útiles cuando tienen como resultado un mayor compromiso con las misiones a largo plazo, la oración por los perdidos, el aumento de las donaciones y la movilización del voluntariado en casa. Sin embargo, en ausencia de enseñanza y discipulado, pueden dar a los participantes una idea equivocada sobre el propósito primordial de las misiones.

Realizar actos amables y dar bienes tangibles a los lugareños son algunas de las pocas cosas que pueden hacer las personas sin conocimientos lingüísticos ni culturales. Por eso, a algunos miembros de la Iglesia les cuesta concebir las misiones como algo distinto de una labor compasiva.

Las Escrituras corrigen estas nociones erróneas. Los Evangelios y los Hechos contienen cinco encargos del Señor resucitado (Mateo 28:16-20; Marcos 16:14-18; Lucas 24:44-49; Juan 20:21-23; Hechos 1:4-8). Estos textos han sido la base de muchos sermones misioneros.

Como el Padre le envió, Jesús envió a sus seguidores con el poder del Espíritu a proclamar el Evangelio y hacer discípulos, cruzando las fronteras culturales hasta los confines de la tierra.

Se trata de una tarea global de inmensa complejidad. Nadie que se lo plantee seriamente propondría una estrategia de envío de trabajadores a corto plazo, sin formación, sin conocimientos lingüísticos ni culturales, para que se dediquen a un mero ministerio social.

Alrededor del 40 % de la población mundial – unas 3.000 millones de personas – vive en sociedades con menos de un 2 % de evangélicos. Casi dos tercios de ellas se encuentran en lugares donde no hay más de un cristiano por cada 1.000 habitantes.

El Espíritu sigue llamando a obreros para que entreguen su vida en la labor apostólica de proclamar a Cristo y plantar la Iglesia entre aquellos que tienen poco acceso al evangelio.

Debemos tomar ejemplo del apóstol Pablo, cuya banda misionera plantó iglesias locales y les enseñó la revelación completa de las Escrituras. Esas nuevas comunidades de fe evangelizaron a otros y se ocuparon de los pobres y marginados.

La estrategia de enviar dinero en lugar de misioneros está plagada de dificultades. Pagar a los cristianos para que atiendan a su propia gente financia el trabajo pastoral, no la labor misionera. Sin movilización y formación especial, estos creyentes no pueden llegar más allá de sus propias esferas culturales.

El supuesto ahorro de costes que supone pagar a personal local se evapora cuando su trabajo se convierte en intercultural. En ese momento, están haciendo el trabajo del personal de la agencia de misiones, pero sin el mismo nivel de responsabilidad y apoyo.

El estudio de idiomas, la escolarización de los niños, las cuestiones médicas, los viajes, la atención a los miembros, la infraestructura financiera, etc., se acumulan para quienes se comprometen a largo plazo en un campo de misión.

Pagar a los cristianos locales desde el exterior crea asalariados, no apóstoles para su propio pueblo. Conduce al paternalismo, la dependencia y la corrupción, y hace que las iglesias de las naciones más ricas sean más susceptibles de ser acusadas de practicar misiones neocoloniales.

En cambio, el principio autóctono de autosuficiencia tiene un historial de éxito demostrado. En la FMAG, la población local no solo paga a sus propios pastores, sino que también envía y financia misioneros.

Este enfoque afirma la fe, los dones espirituales y la capacidad de los creyentes autóctonos. También hace a cada misionero responsable de la multiplicación y la reproducibilidad.

El llamado apostólico de Dios no se limita a ciertos grupos de personas. No hay ninguna indicación en las Escrituras de que alguna iglesia tenga un pase para participar en la Gran Comisión.

Por lo tanto, seguimos enviando trabajadores transculturales para plantar y fortalecer la Iglesia de Jesucristo en todo el mundo. Nuestro compromiso con las misiones no puede cambiar porque la Palabra de Dios no cambia (Mateo 24:35).

 

Misionología bíblica

Nuestra visión de la Iglesia debe coincidir con la de Dios. Desde su promesa a Abraham de que «todas las familias de la tierra serán bendecidas … » (Génesis 12:3, ntv) hasta la magnífica revelación de la humanidad redimida en toda su diversidad (Apocalipsis 5:9; 7:9; 21:24,26), el corazón de Dios para la redención es claro.

Las personas de todo el mundo con menos acceso al Evangelio claman por la verdad. Sabemos dónde no existe la Iglesia hoy en día. Tenemos estadísticas, gráficos y mapas que destacan los lugares donde el testimonio del Evangelio es escaso o nulo.

No podemos desconocer esta información, ni podemos presentarnos ante el tribunal de Cristo y alegar ignorancia. Las realidades misioneras de nuestra generación nos obligan a alcanzar a los inalcanzados.

Una sana misionología pentecostal se construye sobre los cimientos de las Escrituras. Tres ideas bíblicas son especialmente relevantes para este debate:

1. La visión bíblica del testimonio lleno del Espíritu. Hechos 1:8 es un versículo importante para los pentecostales. Este texto informa no solo de nuestra experiencia del bautismo en el Espíritu Santo, sino también del propósito primordial de este empoderamiento.

El avivamiento pentecostal de principios del siglo XX condujo a una rápida expansión de las misiones mundiales. En 1914, los fundadores de las Asambleas de Dios expresaron el deseo de lograr «el mayor evangelismo que el mundo haya visto».

Seguimos comprometidos con el mismo llamado de ir con el poder del Espíritu, llevar el mensaje del Evangelio que cambia vidas a personas que aún no lo han oído.

2. La visión bíblica de la humanidad que necesita la salvación del pecado y la reconciliación con Dios. Las personas que están en contra de las misiones ya sean no cristianas o creyentes, tienen una visión de la humanidad que está en desacuerdo con la Biblia.

Según la revelación bíblica, Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza. Sin embargo, el pecado entró en el mundo y separó a las personas de su Creador. El retrato de la humanidad como perdida y necesitada de salvación, presentado en la Biblia, está en el corazón del proyecto redentor de Dios. Asimismo, es el punto de partida fundamental para entender las Escrituras.

Como dice Christopher J.H. Wright en La misión de Dios: «Toda la Biblia podría describirse como una larguísima respuesta a una pregunta muy sencilla: ¿Qué puede hacer Dios ante el pecado y la rebelión de la raza humana?».

La reconciliación está en el corazón de la narración bíblica. La buena noticia de lo que Dios ha hecho a través de Jesucristo es el mensaje de esperanza que proclamamos a un mundo roto.

Seguimos predicando este mensaje salvador porque la reconciliación comienza con la proclamación (Romanos 10:14-15). Romanos 1:18-32 indica que los seres humanos suprimen lo que saben sobre Dios a partir de la revelación general. En última instancia, todos son responsables ante Dios (Romanos 3:19).

En su rebelión, la humanidad pecadora rechaza activamente la luz (Juan 3:19-20; Apocalipsis 9:20-21). Sin embargo, Dios es misericordioso. Envió a su Hijo a morir por las personas perdidas (Juan 3:16), y envía a su Iglesia a declarar su verdad.

3. La visión bíblica de la multiplicación. Los movimientos eclesiales nacionales autóctonos son algo hermoso. En ellos reside la mayor esperanza para evangelizar sus culturas y transmitir la fe a la siguiente generación.

Una congregación plenamente autóctona y creyente en la Biblia es una iglesia misionera que irá a todas partes para cumplir la Gran Comisión.

El propósito de asociarse con iglesias nacionales no es llenar los puestos que los creyentes locales pueden gestionar, sino ayudarlos a alcanzar y capacitar a su propio pueblo. Eventualmente, darán la vuelta completa y enviarán a sus propios trabajadores transculturales a los campos misioneros.

Por supuesto, hay muchos que están en desacuerdo radical con nuestra comprensión de la Biblia y nuestro deseo continuo de proclamar a Jesucristo al mundo enviando misioneros.

Siguiendo la afirmación de Chris Wright, nuestra intención es leer la Biblia en armonía con su mensaje y no en oposición a él. Y ese mensaje es la gran historia del plan redentor de Dios para la humanidad entera.

La historia está de nuestra parte. El explosivo crecimiento mundial del Movimiento Pentecostal durante el siglo XX comenzó con creyentes llenos del Espíritu que se tomaron en serio el mensaje bíblico sobre la humanidad perdida, el amor de Dios por el mundo, la obra salvadora de Cristo y el papel del pueblo de Dios en la proclamación de la salvación.

Del mismo modo, Dios está llamando a esta generación de hombres y mujeres pentecostales a ir allí donde la iglesia y la fe no existen.

Debemos seguir enviando obreros evangélicos para que participen en la evangelización misional porque todavía hay personas que necesitan un Salvador. Creemos que toda persona debe escuchar una invitación amorosa a seguir a Jesús. Eso es lo que nos impulsa a ir como misioneros y a enviar misioneros.

 

Unas palabras finales

Una sólida teología de enviar es esencial para la vida y el ministerio de la Iglesia (Juan 17:18; 20:21; Romanos 10:14-15).

Esto queda patente en el libro de los Hechos cuando la recién formada congregación de Antioquía envía a Bernabé y Saulo (Hch 13:1-3). A pesar de la resistencia de algunos a sus esfuerzos misioneros, el resultado a largo plazo fue una cosecha de almas.

Muchos fieles luchan contra ideologías culturales que se oponen a la misión de Dios. No podemos permitir que toda una generación quede al margen de participar en la actividad apostólica del llamado de la Iglesia. Como líderes de ministerio, debemos capacitar a los creyentes para que participen en lo que Dios está haciendo en todo el mundo.

La apatía misionera es peligrosa. Si los miembros de la congregación no se preocupan por alcanzar a las personas en todo el mundo, probablemente tampoco se preocuparán por alcanzar a las personas en la calle.

La falta de urgencia por participar en misiones y en la evangelización personal también puede llevar a los cristianos a creer que todo el mundo recibirá en última instancia la vida eterna. Con esta mentalidad, no hay necesidad de hablar de Jesús o de la salvación.

El Espíritu Santo está llamando a la Iglesia a levantar la mirada y ver que los campos están listos para la cosecha. Está pidiendo a los obreros que entreguen su vida para proclamar a Cristo y plantar iglesias entre aquellos que tienen poco acceso al evangelio.

Por lo tanto, teniendo en cuenta la continuación del mandato de Cristo, seguimos enviando trabajadores globales para proclamar la salvación en Jesús.

 

John Easter es el director de Desarrollo de Asociaciones de Misiones Mundiales de las Asambleas de Dios.

 

Alan Johnson es un misionero veterano de la AGWM en Tailandia. Dirige el equipo de Recursos Misionológicos del departamento de Desarrollo de Asociaciones.

 

Este artículo aparece en la primavera 2023 de la revista Influence.

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