Influence

 the shape of leadership

Extendernos al futuro

Un liderazgo que bendice a la siguiente generación

Nate Ruch on December 7, 2022

El camino del éxito para los líderes del reino de Dios se aparta del camino de la sabiduría social moderna. Perseguir el éxito personal solo en beneficio de nuestros propios sueños y aspiraciones es contrario al modelo de Jesús. La Escritura destaca una manera diferente de pensar en el éxito, una que ve más allá del horizonte de nuestro momento en el tiempo. Cualquiera que sea la temporada ministerial en la que usted se encuentre, Dios quiere que piense en la próxima generación de líderes de la iglesia que vendrá después de usted.

Hebreos 11:20 (ntv) dice: «Fue por la fe que Isaac prometió a sus hijos, Jacob y Esaú, bendiciones para el futuro». La traducción libre al español de la versión The Message lo expresa así: «Por un acto de fe, Isaac alcanzó el futuro al bendecir a Jacob y Esaú». Isaac, el hijo de Abraham, era el hijo de la promesa, pero fue capaz de mirar más allá del tiempo presente con sus hijos. Dios había dicho de Isaac: «Confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para sus descendientes después de él» (Génesis 17:19, rvr1960, énfasis añadido).

Al reconocer que la promesa de bendición de Dios no se refería solo a él, Isaac se extendió hacia el futuro y bendijo a la siguiente generación. Este parece ser el aspecto más notable de la vida de Isaac para el escritor de Hebreos.

Hoy en día necesitamos líderes ministeriales que estén más interesados en bendecir a la próxima generación que en alcanzar el éxito personal. A continuación hay tres características de los líderes que están preparados para bendecir a la próxima generación:

 

Perspectiva

Gordon Anderson, mi mentor y anterior presidente de North Central University de Minneapolis, contó una vez la historia de un amigo que cursó estudios de medicina con una beca militar y al graduarse se convirtió en oficial. Cuando el nuevo médico entró en la base militar por primera vez, como oficial uniformado, los miembros del servicio se detuvieron para saludarle.

Anderson observó que estaban saludando al uniforme, no a la persona. Existe el peligro, dijo, de permitir que un cargo o título ministerial – un uniforme, por así decir – se convierta en la identidad de uno.

Usted puede trabajar con tanto esmero para alcanzar un puesto ministerial que se pierde el panorama general. Dios no lo llamó a usted a un trabajo o a una carrera. Él le llamó para que escuche su voz y lo siga.

Dios habló a Abraham, diciendo: «Deja tu patria y a tus parientes y a la familia de tu padre, y vete a la tierra que yo te mostraré» (Génesis 12:1, ntv). Con fe y obediencia, Abraham dejó la vida que conocía y siguió a Dios hacia un territorio desconocido.

La iglesia a la que usted sirve es su misión, pero seguir a Dios es su vocación. Su congregación no le pertenece a usted. En el momento en que Dios le diga que haga algo diferente, hágalo.

Este viaje de seguir a Jesús es acerca de en quién usted se está convirtiendo, no lo que logra.

Del mismo modo, a menudo recuerdo a mi personal: «Yo no soy el dueño de la vocación de ustedes».

Cuando se incorporan a mi equipo, al nuevo personal les digo cuan agradecido estoy por su ayuda, pero que les pertenecen a Dios, y no a mí. Mi sueño es que cada uno de ellos vaya más allá de su tarea actual. Quiero animarlos a que escuchen y respondan a la voz de Dios, dondequiera que Él los lleve. Lo mismo le digo a los miembros de la iglesia.

Juan el Bautista tenía un ministerio exitoso con un gran número de seguidores. Entonces apareció Jesús. De repente, las multitudes empezaron a marcharse y a seguir a Jesús, cuyo ministerio estaba empezando a despegar.

¿Qué dijo Juan? «Él debe tener cada vez más importancia y yo, menos» (Juan 3:30, ntv). Juan comprendió que no se trataba de él.

Más tarde, Juan se encontró en la cárcel, ante la perspectiva de ser ejecutado. Mientras estaba encarcelado, debió de luchar con todo tipo de pensamientos. ¿En qué me equivoqué? ¿He fallado? ¿Qué hubiera pasado si me hubiera quedado con las multitudes?

Finalmente, Juan envió un mensaje a Jesús: «¿Eres tú el Mesías a quien hemos esperado o debemos seguir buscando a otro?» (Lucas 7:20, ntv).

Juan ya sabía la respuesta a esta pregunta (Juan 1:32-34). Tal vez en realidad Juan se estaba preguntando: «¿Valió la pena todo esto?».

Jesús respondió: «Vuelve y cuenta a Juan lo que has visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos  quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y la buena noticia se anuncia a los pobres. Dichoso el que no tropieza por mi causa» (vv. 22-23).

En otras palabras, no se trata de la función o el uniforme que usted tenga. No se trata de si predica desde un gran escenario. No se trata de que sea alguien conocido.

Se trata de responder al llamado y de seguir la voz de Dios. Cuando usted va donde Dios le guía, y libera a otros para que hagan lo mismo, los sacrificios siempre valen la pena. Los ciegos verán, y la gente escuchará las buenas noticias.

Su misión debe ser más grande que su función.

 

Gracia

Concéntrese en el progreso, no en la perfección. Como líderes del ministerio, a menudo nos medimos con un estándar imposible. A veces también imponemos ese estándar a los que nos rodean.

La perfección no es una expectativa saludable. Después de todo, ninguno de nosotros puede alcanzarla. Todos necesitamos la gracia de Dios para llenar los vacíos de nuestras insuficiencias.

En vez de insistir en la perfección, aprenda a apreciar el progreso. Pablo dijo: «No quiero decir que ya haya logrado estas cosas ni que ya haya alcanzado la perfección; pero sigo adelante a fin de hacer mía esa perfección para la cual Cristo Jesús primeramente me hizo suyo» (Filipenses 3:12, ntv).

Como seguidores de Cristo, no somos lo que solíamos ser. Jesús está haciendo de cada uno de nosotros algo diferente. Afortunadamente, estamos creciendo y progresando. Y eso vale la pena celebrarlo.

No pude hacer las cosas que el Señor había planeado para mí hasta que aprendí a empoderar a los líderes que me rodeaban, en vez de llevar todo el peso solo.

Este viaje de seguir a Jesús tiene que ver en quién usted se está convirtiendo, no en lo que usted logra. Si sus sueños ministeriales se hacen realidad dentro de diez años, ¿quién será usted? ¿Será el tipo de persona que hace que los demás se vayan, heridos, frustrados y cuestionando su vocación? ¿O serás el tipo de persona que aprecia el progreso, lo celebra en la vida  de los que lo rodean, y nutre el crecimiento continuo de ellos?

Para dirigir bien a las personas, hay que amarlas bien. Primera de Corintios 13 dice: «El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (vv. 4-7, nvi).

Piense en este texto desde el punto de vista de un líder, especialmente en la afirmación de Pablo de que el amor todo lo disculpa. La palabra griega traducida como «disculpa» sugiere una cobertura, como el techo de una casa. ¿Las personas que usted dirige, se sienten protegidos, o tienen miedo de cruzarse con usted? ¿Es su iglesia un lugar seguro donde la gente puede ser ella misma, cometer errores y crecer bajo una cobertura de amor, respeto y gracia?

 

Integridad

La integridad es un asunto de largo plazo en el ministerio. Hay dos tipos de integridad que son vitales: la rectitud moral y la solidez estructural.

La fortaleza de carácter es esencial para pastorear al pueblo de Dios de manera eficaz para conducirlos hacia el futuro. Todas las pequeñas cosas que usted hace en privado reflejan su nivel de integridad moral. ¿Es usted consistente en su carácter, incluso cuando la gente no lo está mirando?

La integridad también es vital para la manera de estructurar su vida y su ministerio. Piense en un puente colgante. Los ingenieros construyen puentes para soportar el tráfico que pasa por ellos. Si la integridad de un puente es sólida, soportará la presión.

Piense en la integridad estructural como la capacidad de soportar el tráfico de sus sueños sin derrumbarse. ¿Cómo está aguantando su estructura? Siempre que su ministerio experimente un crecimiento del 40%, necesitará un cambio de estructura.

Si de repente añadiera el 40% de su peso actual en un punto de su cuerpo, su esqueleto se doblaría bajo la tensión. Tendría que redistribuir el peso o perderlo. Yo lo llamo la ley del esqueleto.

Cuando su iglesia u organización crece, no puede continuar haciendo las cosas como antes. De lo contrario, algo se derrumbará.

Como líder, usted debe determinar las estructuras de sus ministerios. También debería delegar responsabilidades y dejar que otros lo ayuden a llevar el peso.

Hace casi veinte años, yo era un estudiante de posgrado a tiempo completo con una carga de enseñanza a tiempo completo. También daba charlas y entrenaba a los equipos de fútbol y baloncesto de nuestros cuatro hijos. Como resultado, solo dormía entre tres y cuatro horas por noche.

Me enorgullecía de mi capacidad para seguir adelante con pocas horas de sueño. Pero un día, tuve una convulsión de epilepsia mayor en una tienda de departamentos. Cuando recuperé la conciencia en la sala de urgencias, mi primer pensamiento fue: «El horario que tienes te está matando».

En ese momento, Dios me habló al corazón y me dijo: «Nadie es responsable de tu agenda sino tú. Algún día estarás solo ante mí».

Me di cuenta de la necesidad de cambiar la manera en que había estructurado mi vida personal para manejar la visión de mi vida ministerial.

El testigo de mando está en su mano, y usted tiene la oportunidad de influir no solo en la vida de ellos, sino también
en la vida de quienes vengan después.

Durante las dos semanas siguientes, me sometí a una serie de pruebas para determinar la causa del ataque. La conclusión fue que un periodo prolongado de privación de sueño y el estrés fueron los principales factores que contribuyeron.

El neurólogo comparó la secuencia de acontecimientos con la erosión de las orillas de un río a lo largo del tiempo hasta que la crecida se desborda. Me dijo que tendría que reconstruir las orillas de mi río. Entre otras cosas, esto significaba dormir un mínimo de siete horas cada noche.

Dios había permitido que mi cuerpo se descompusiera para que yo pudiera reconocer mi necesidad de integridad estructural. Para llegar a ser la persona que Dios había diseñado que sea, tuve que empezar a decir «no». Tenía que estar dispuesto a decepcionar a la gente. No pude hacer las cosas que el Señor había planeado para mí hasta que aprendí a empoderar a los líderes que me rodeaban, en vez de llevar todo el peso solo. Tengo que seguir aprendiendo estas cosas con el tiempo.

Necesitamos integridad moral y estructural si esperamos tener un ministerio que alcance generaciones y llegue al futuro.

Mi abuelo Ruch era un pastor de las Asambleas de Dios en pequeños pueblos de Illinois y Iowa. Tuvo una infancia difícil y creció con mucha ira antes de venir a Cristo cuando era adolescente.

Fue veterano de la Marina en la Segunda Guerra Mundial, mi abuelo era bivocacional y utilizaba las habilidades que había aprendido en el ejército para trabajar como mecánico mientras servía en el ministerio. Juntos, mis abuelos criaron a cuatro hijos, incluido mi padre.

Aunque el abuelo cometió muchos errores en la crianza de los hijos debido a la disfunción de su pasado, elevó el nivel para la siguiente generación. Con el tiempo, me beneficié del crecimiento tanto de mi abuelo como el de mi papá. En un sentido real, mi abuelo se extendió al futuro para mi padre, y mi padre hizo lo mismo para mí.

Hacia el final de su vida, mi abuelo me acompañó en un viaje misionero de jóvenes a Chile, donde trabajamos con los misioneros de las Asambleas de Dios, Mike y Mona Shields. Mike había crecido en una iglesia que mi abuelo pastoreaba en Comanche, Iowa.

Durante el viaje, Mike compartió todo clase de historias del «Hermano Ruch», y mi abuelo se divirtió como nunca. El abuelo predicó en una prisión y vio a varios cientos de hombres entregar su vida al Señor.

Cada noche, el abuelo se quitaba los audífonos y se quedaba acostado en el suelo orando durante una hora o más. Intercedía por sus hijos, nietos y bisnietos, así como por todos los jóvenes que estaban en ese viaje, y se proyectaba hacia el futuro por cada uno de ellos.

Varios meses después de que volviéramos de Chile, mi abuelo fue ingresado en un centro de cuidados paliativos debido a un cáncer de próstata. Un día lo llamé y le pregunté: «Abuelo, ¿cómo estás?».

«Es mi hora de partir», respondió mi abuelo. «Ahora, el testigo está en tus manos».

Imagínese a todas las personas de su vida: los miembros de su familia, los miembros del personal de la iglesia y los voluntarios, y los congregantes. El testigo de mando está en su mano, y usted tiene la oportunidad de influir no solo en la vida de ellos, sino también en la vida de quienes vengan después.

Pídale a Dios que le dé la perspectiva, la gracia y la integridad para extenderse al futuro – y tocar la eternidad.

 

Nate Ruch es el pastor principal del Emmanuel Christian Center (AG) en Spring Lake Park, Minnesota, y es miembro del equipo líder de la Red de Multiplicación de Iglesias.

 

Este artículo aparece en la otoño 2022 de la revista Influence.

RECOMMENDED ARTICLES
Advertise   Privacy Policy   Terms   About Us   Submission Guidelines  

Influence Magazine & The Healthy Church Network
© 2024 Assemblies of God