Influence

 the shape of leadership

De nosotros a ellos

Amar como Jesús en un mundo dividido

Choco De Jesus on October 20, 2021

Jesús vivió de una manera notablemente accesible, vulnerable y atrayente. Pero hoy, el estado de ánimo de muchos cristianos está siendo impactado más por los ecos sociales que por el corazón de Dios.

En los últimos años, la gente ha obtenido sus «noticias» más y más de las redes sociales. Sin embargo, las redes sociales no están diseñadas para comunicar datos fidedignos y concretos. Su objetivo es llamar la atención para las agencias de publicidad ya que, según parece, no hay nada que venda más que el temor y el enojo. Las compañías de redes sociales usan algoritmos sofisticados para rastrear cada clic, prediciendo lo que les «gustará» a las personas y proveyendo videos y enlaces que prometen mantenerlas interesadas.

En este entorno, es mucho más fácil rotular a cierta gente como «ellos» y concluir que aquellos que no están de acuerdo con nosotros son malvados o insensatos, o ambos. Llegamos a creer que son enemigos que ponen en peligro nuestros valores y nuestra forma de vida. No los atacamos de manera abierta, pero mantenemos nuestra distancia y encontramos maneras que nos impidan interactuar de cualquier modo significativo.

Nos aislamos para ser protegidos del crimen, de las pandillas y las drogas. Para sentirnos más cómodos, nos rodeamos de personas que se parecen a nosotros, hablan como nosotros, creen lo mismo que nosotros y hasta comen como nosotros. Es totalmente comprensible... y es una actitud muy cerrada.

La socióloga Arlie Russell Hochschild de la Universidad de California, Berkeley, pasó varios veranos en Luisiana investigando el motivo de las quejas de las personas blancas de clase media. En su libro Extraños en su propia tierra, ella informa que tanto conservadores como liberales tienen sus propias «historias fundacionales», es decir, narrativas acerca de quiénes son y qué es valioso. Estas narrativas no son necesariamente ciertas, pero se perciben como tal para aquellos que se adhieren a ellas.

Hochschild pasó la mayor parte de su tiempo concentrándose en los conservadores, cuya historia fundacional estaba arraigada en su clásico «sueño americano»: si trabajas duro y respetas las reglas del juego, tendrás una vida mejor. Aquellos que ella entrevistó estaban enojados y desilusionados porque creían que otros estaban colándose y anteponiéndose a ellos en la búsqueda del sueño americano. Creían que las minorías raciales y étnicas recibían un mejor trato y progresaban más, y concluían que eso no era justo.

Muchos cristianos evangélicos comparten un sentimiento de indignación porque las decisiones de los tribunales liberales y las leyes progresistas están afectando sus imperativos morales. Esta narrativa combina el populismo político con el resentimiento espiritual. El resultado es una mentalidad de asedio contra las fuerzas que parecen oponerse.

No creo que ésta sea la actitud que debamos tener. Deberíamos ser conocidos por nuestro amor, no por nuestro enojo; y por nuestra compasión, no por nuestro temor. El amor reconoce las crudas realidades y decide acercarse a la gente con un corazón y oídos abiertos, y con la boca cerrada, al menos temporalmente. Tendremos muchísimo tiempo para expresar nuestros pensamientos, pero podremos hacerlo con más amabilidad y sabiduría si evitamos hablar antes de tiempo.

No estoy diciendo que aceptemos en silencio las cosas que nos molestan. No estoy diciendo que deberíamos dejar que otros menoscaben nuestros valores mientras encogemos nuestros hombros, como si no hubiera nada que pudiéramos hacer. Lo que estoy diciendo es que Jesús no odiaba a las personas que disentían con Él. Jesús les hablaba la verdad, era increíblemente paciente con ellos, y sacrificó su vida por ellos. Aunque ellos se opusieron a Él, Jesús los amó de todos modos.

En el año 2012, acompañé a Rick Warren y a varios otros pastores a una conferencia sobre VIH/SIDA en Washington, D.C. Asistieron unas 25.000 personas, incluso médicos y enfermeras, trabajadores sociales, activistas comunitarios y muchos de la comunidad LGBTQ. En el vestíbulo de entrada, vendedores ofrecían preservativos que brillaban en la oscuridad y toda clase de artículos que no mencionaré.

Nos sentíamos totalmente fuera de lugar. Un hombre gay de Chicago oyó que yo estaba en la conferencia. Me buscó para invitarme a almorzar. Apenas nos sentamos, me miró con una sensación de asombro y me preguntó: «Pastor, ¿se puede saber qué hace aquí?».

Le respondí: «Quiero ser como Jesús e ir a donde está la gente. Estoy aquí para amarte".

Parecía estar confundido, así que continué: «Mira, tu estilo de vida no me asusta. No tenemos que estar de acuerdo para que yo te ame, y no tienes que cambiar para que yo te ame».

Conversamos por dos horas, y nos despedimos como amigos que se entendían el uno al otro más que antes. Hoy lo veo de vez en cuando, y me alegra poder relacionarme con él en cada ocasión. Sin falta, me da un gran abrazo cuando me ve, porque tenemos un vínculo basado en el amor incondicional. Él sabe que no apoyo el activismo gay, pero también sabe que me importa, aunque nunca cambie su estilo de vida o sus convicciones.

En defensa de los valores cristianos, algunos de nosotros usamos métodos y palabras no cristianas. Jesús era muy paciente con discípulos que eran impulsivos y que no tenían idea de cómo funcionaban las cosas, y si aprendemos a amar como Él, seremos lo suficientemente pacientes para ser un puente entre las facciones rivales. Nuestro comportamiento debería invitar a la interacción, a la comprensión y la confianza para encontrar soluciones viables a problemas que no parecen tener solución. 

Un estudio del 2017 realizado por el Centro de Investigación Pew demostró cómo la polarización partidaria en torno a la discriminación, inmigración, asistencia social para los necesitados y diplomacia internacional ha aumentado mucho en los últimos 25 años. De hecho, la brecha en torno a estas cuestiones era mayor entre gente con diferentes convicciones políticas que entre otras características demográficas, tales como la edad, el género, la raza, la educación y la asistencia a servicios religiosos. El término común para describir esta polarización es tribalismo. Somos muy leales a la tribu que cree y vota como nosotros.

Esta lealtad conduce con frecuencia al uso de estereotipos y etiquetas negativas (hipócritas, egoístas, crueles, estúpidos, etc.) para degradar al otro bando. Es triste que muchos cristianos participan en ese comportamiento. Se sienten totalmente justificados en su furia, y eso hace que estén decididos a dominar y derrotar a las personas que no están de acuerdo con ellos en vez de escucharlas, tener conversaciones significativas, encontrar puntos en común y formar amistades sinceras. No seremos capaces de salvar las diferencias si observamos desde lejos y condenamos, o si nos retiramos.

Cuando nuestros tres hijos estaban creciendo, llegó un momento en el que necesitábamos tener más espacio. Los suburbios eran atractivos: una casa más grande a un costo menor, mucho menos crimen, un entorno más silencioso, mejores escuelas, más fácil para hacer las compras y restaurantes geniales. Mudarnos a los suburbios sonaba perfecto.

Pero una noche me di cuenta de que la conveniencia no valía la pena. No podía decirles a otros que amaran a Jesús si nos mudábamos del vecindario donde ministrábamos. Jesús vivía entre la gente y se brindaba a los demás en vez de buscar un lugar donde pudiera estar más cómodo.

Hablé con mi esposa, Elizabeth, acerca de mis convicciones, y ella estuvo de acuerdo. Compramos un lote en Humboldt Park y edificamos una casa ahí. Queríamos que todos supieran que estábamos comprometidos con la gente en nuestro vecindario. Queríamos mostrarles que ellos podían confiar en Dios en Humboldt Park y prosperar amándolo a Él, amando a los desconocidos, amándose unos a otros y amando la vida.

Deberíamos ser conocidos por nuestro amor, no por nuestro enojo; y por nuestra compasión, no por nuestro temor.

Trasplante de corazón

He visto a muchas personas ceder a la amargura y a las divisiones, tomar partido y despreciar a la gente del otro bando. También conozco a algunas personas que, viendo el daño infligido por el temor y el odio, intentaron ser amables. Sus esfuerzos eran nobles, pero el efecto casi nunca perduró. Necesitamos más que determinación; necesitamos un trasplante de corazón.

¿Cuál es el indicio de que alguien ha recibido un nuevo corazón y ha recibido el poder del Espíritu Santo? Que él o ella sigue los mandamientos de Dios. ¿Qué mandamientos? Amar a Dios con todo nuestro corazón y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Un corazón de piedra es duro, está enojado y es demandante, pero un nuevo corazón está lleno de la compasión de Dios por cada persona con la que nos encontramos, incluso aquellas que están lejos de Cristo. Jesús no hacía distinciones entre los dignos y los indignos. Amaba a todos.

Cuando tu corazón se llene de compasión, aprenderás a amar como amaba Jesús. La gente se dará cuenta, y se maravillará ante la grandeza de Dios. Hoy en día, demasiadas personas ven a los cristianos como conservadores enojados que están más interesados en ganar discusiones políticas que en amar a la gente. Pero cuando Dios te dé un nuevo corazón, la gente quedará asombrada.

En cada interacción que tienes, está en juego la reputación de Dios, y tu corazón y tus acciones manifiestan su carácter... o no. Dios habló a través del profeta:

Daré a conocer la grandeza de mi santo nombre, el cual ha sido profanado entre las naciones, el mismo que ustedes han profanado entre ellas. Cuando dé a conocer mi santidad entre ustedes, las naciones sabrán que yo soy el Señor. Lo afirma el Señor omnipotente (Ezequiel 36:23).

A veces, tenemos una comprensión equivocada de la santidad. No consiste en observar de manera rígida reglas estrictas. ¡Es mucho más que eso! La santidad es la esencia subyacente a todas las características de Dios; hace que cada parte de su naturaleza sea perfecta e inconmensurable. Su amor, sabiduría, poder, presencia y juicio van mucho más allá de cualquier cosa que podamos imaginar. Las actitudes condenatorias y el lenguaje hostil profanan el nombre de Dios; sin embargo, cuando tenemos un corazón nuevo, las personas vislumbran la grandeza y misericordia de Dios.

Cuando el pueblo de Dios exterioriza corazones de piedra, la gente no puede ver Su verdadera naturaleza. Un corazón sensible, una actitud positiva, un comportamiento misericordioso, nuestro amor y nuestra lucha por la justicia a favor de los oprimidos... éstas son las cosas que hacen que las personas deseen al Dios al que seguimos.

¿Incluso ellos?

La divisa del reino de Dios no es la oración, el estudio bíblico, las misiones ni el servicio... es el amor. Todas las disciplinas son medios para ponernos en contacto con el amor de Dios, para que sobreabunde y fluya hacia la vida de aquellos que nos rodean. ¿A quién quiere Dios que amemos? A todos. Nuestro amor no debería conocer límites.

En el sermón más famoso de Jesús, Él corrigió la enseñanza de los líderes religiosos acerca de la gente que se les oponía (Mateo 5:43-48).

El Antiguo Testamento no les dice a las personas que odien a sus enemigos. De hecho, lo que Jesús identifica como el segundo mandamiento más importante nos dice que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Levítico 19:18; Marcos 12:31). Pero en el tiempo de Jesús, los líderes religiosos habían añadido a la enseñanza de la Escritura. Por esa razón, Jesús dijo: «Ustedes han oído que se dijo» (Mateo 5:43), en lugar de: «Escrito está».

¿Suena radical, poco prudente o tal vez una locura amar a nuestros enemigos? Tenemos que recordar que nosotros una vez fuimos enemigos de Dios (Romanos 5:10), pero Dios nos amó tanto que envió a Jesús para morir la muerte que nosotros merecíamos para que pudiéramos recibir la honra que Él merecía. ¡Ésa es la medida del amor de Dios! Cuando amamos como Dios ama, seguimos el ejemplo de nuestro Padre en el cielo. Jesús explicó que el amor de Dios no conoce límites. Él ama a los justos y a los injustos. Dios bendice a quienes lo aman y a quienes lo ignoran y desprecian.

El amor que experimentamos y extendemos a nuestros enemigos no es ni remotamente la manera en que la gente suele hablar del amor. La mayoría de las personas ama a aquellos que las ama. ¿Qué hay de radical en eso? Nada. Incluso los paganos aman de ese modo. Pero se supone que debemos amar incluso a aquellos que nos irritan, a los que nos ignoran y se burlan de nosotros, y desean lastimarnos.

El conflicto emocional no solo ocurre en las relaciones con gente a través de la división política y económica, sino también en la familia de Dios. Muy a menudo, los cristianos albergan resentimiento hacia otros cristianos. En vez de perdonar y amar, chismeamos, nos alejamos o criticamos abiertamente a otros.

En la noche en que Jesús fue traicionado, Él les dijo a sus discípulos: «Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros» (Juan 13:34-35).

¿Era un concepto nuevo amar a otros creyentes? No, pero era un concepto nuevo amarlos «como yo los he amado». Estoy seguro de que los discípulos tragaron saliva mientras se miraban unos a otros. Unas horas antes, habían discutido acerca de quién tendría las posiciones más importantes de poder cuando Jesús fuera coronado rey. Eran celosos y competitivos. Ahora Jesús les estaba diciendo que tuvieran entre ellos la misma compasión, atención, y el mismo cuidado que Él les brindó generosamente.

Hoy, Jesús quiere que amemos a la gente en nuestras iglesias con el mismo amor abundante, de manera tierna, firme, activa y sacrificada. Y de nuevo, Jesús nos recuerda que todos están observando cuando Él dice: «De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros». Si tú criticas, condenas y les encuentras defectos a todos los creyentes a tu alrededor, todos sabrán que no eres uno de Sus discípulos.

¿Estás pensando en alguien ahora mismo? (¡Tal vez esperes que nadie tenga ese concepto de ti!). De muchas maneras, los cristianos no son diferentes de la gente que no es parte de la familia de Dios. La mayoría de nosotros estamos ensimismados, igual de distraídos, y tenemos tanto miedo y estamos tan enojamos como las personas que nunca vienen a la iglesia. No somos la sal de la tierra, que hace que la gente tenga sed de Jesús, y no somos la luz del mundo, que revela la maravilla del amor y el perdón de Dios.

La división es muy real en nuestra cultura hoy. Pero el amor de Dios sigue aquí, debajo de la superficie, y es el amor el que sana las heridas, salva las diferencias y une los corazones. La división ha llegado a ser tan común que en momentos el amor puede percibirse como algo raro o inoportuno. Algunos dicen que estamos en contra de esto y en oposición a aquello; dicen que queremos controlar a la gente y dominar el país. Dicen que juzgamos más que lo que amamos.

No hemos representado bien al Padre, que bendice a los justos y a los injustos, que ama a todas las personas y que es increíblemente paciente con aquellos que no están de acuerdo con Él. Necesitamos cambiar la impresión que la gente tiene de los cristianos y de nuestro Cristo. Podemos hacerlo mejor. Debemos hacerlo mejor. Y empieza con nosotros, al reconocer nuestra parte al crear y prolongar la división.

¿Puedes imaginar qué diferencia marcaríamos si todos saliéramos de la iglesia el domingo tan llenos de Jesús que irradiáramos su amor a todos los que encontramos en el trabajo, la escuela, del otro lado del cerco del jardín, en la cancha o en las tiendas?

Trata de imaginarlo, y luego empieza con la primera persona que está bajo tu responsabilidad: tú mismo.

Adaptado de Love Them Anyway (Ámalos de todas maneras) por Choco De Jesús. Copyright ©2021. Utilizado con el permiso de Charisma House. Todos los derechos reservados.

Choco De Jesús es el tesorero general de las Asambleas de Dios en los Estados Unidos.

Este artículo aparece en la otoño 2021 de la revista Influence.

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